"En Colombia las cosas íntimas no se hablan": entrevista con Laura Restrepo

Laura Restrepo.

Crédito: Wikipedia y Alfaguara

25 Abril 2024

"En Colombia las cosas íntimas no se hablan": entrevista con Laura Restrepo

Se cumplen 20 años de 'Delirio', la novela que le valió el Premio Alfaguara a Laura Restrepo. Esto le contó a CAMBIO sobre la edición conmemorativa.

Por: Juan Francisco García

Entre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsAppEntre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsApp

CAMBIO: 20 años de Delirio. Cómo no empezar por la locura...  

Laura Restrepo: En América Latina, la tradición de grandes narradores se ha encargado de los hechos de afuera. Ha sido una literatura que ha tendido más hacia lo épico que hacia la subjetividad. Pienso que Delirio fue de las primeras novelas en ocuparse de lo exterior con intimidad. La novela ocurre en Colombia, la atraviesa el narcotráfico, el terror cotidiano, la violencia, pero esto se presenta desde la óptica de la locura: la locura como subjetividad, como buceo en el alma o en la psique de quienes están viviendo los eventos.

Lo que le sucede al personaje de Agustina era común a lo que vivíamos en ese momento tan aterrador que nos tenía tan perplejos. Es una época de  pánico y de falta de comprensión del cuadro global. Yo creo que esas dos cosas son claves para entender la vigencia de delirio: la visión interior y subjetiva y una coyuntura  particularmente intenso y que de alguna manera fue una premonición de lo que ha sido la historia de la humanidad en los años recientes. Hoy ya no es solamente Colombia la que está perpleja, sino el mundo entero. La brutal crisis climática, la sospecha de la Tercera Guerra filtrándose por todos lados. ¿Cuándo hubiéramos creído que nosotros íbamos a ser testigos del genocidio de Gaza?

CAMBIO: Hablando formalmente de la novela, recuerdo que cuando la leí me impactó mucho su estructura, cómo se van tejiendo las historias como pegando vidrios rotos –como la psique de Agustina–.  ¿Esto fue un experimento en su escritura o ya lo venía haciendo? 

L.R.: Había precedentes. Fíjate que a la generación mía le tocó ver cuando las novelas del boom aparecían una tras otra en ese momento deslumbrante en que la literatura latinoamericana tenía tanta fuerza en el mundo. La literatura nos reveló un mundo, nos dio un lenguaje que antes no teníamos para expresar nuestra realidad. Y curiosamente, en mi caso, así como en el caso de los estudiantes más politizados de la época, fue más influyente Vargas Llosa que García Márquez.

Hoy no te lo diría, pues no lo leo hace mucho rato, pero en ese momento Vargas Llosa, con su forma de fraccionar el relato y de ir presentando la visión de varios personajes con tramas que se entreveran, fue de mucho aprendizaje. La relación con Gabo fue otra cosa: una admiración infinita, ¿me entiendes? Pero para echarse la bendición, arrodillarse y dejar que él hiciera sus maravillas. 

CAMBIO: Cómo es su relación con un personaje tan memorable como la Agustina en Delirio. ¿Cómo sigue en el cuerpo y en la mente?  

L.R.: Te cuento que en este momento están filmando la serie de Delirio para Netflix. Por eso ha sido necesario volver a visitar a Agustina, llamarla otra vez, pues  si la serie avanza y piden más de una temporada, hay que ver qué pasa con ella. ¿Se cura? (por poner lo en esos términos) ¿Continúa en el delirio o baja a la tierra en algún momento?  Su relación con Aguilar- que es su marido o su novio, el hombre con quien convive–¿sigue mediatizada por sus crisis psicóticas o eso se va a ir despejando? Ha sido interesante preguntarse si Agustina y su delirio son una unidad o Agustina se puede desprender de su delirio y convertirse en otra persona.

Ese intento permanente y desesperado de Aguilar por rescatar a su mujer de la locura o por entender quién es ella y así poder vislumbrarla, asirla de alguna forma: ¿Sale adelante Aguilar, logra finalmente conectar con una parte, digamos no perturbada de la psique de Agustina, o siguen en esa relación de ansiedad, y él aferrado en escarbar en sus profundidades?  

CAMBIO: ¿Le da temor esa transferencia de lo literario a lo audiovisual en el sentido de lo que inevitablemente se pierde en el proceso?

L.R.: Para nada, porque de todas maneras el libro ya está, al libro nadie le quita lo bailado. Lo que hay ahora es una gran expectativa de ver qué van a hacer ellos. Es otro lenguaje. Para mí Delirio ha sido muy significativo porque me ha permitido dialogar con muchos lectores en varios países. Y cada lectora tiene un libro que no es exactamente el tuyo; o les produce sensaciones que no sospechabas. Los lectores ponen el énfasis en cosas que nunca pensaste. 

Te cuento una anécdota muy bonita. Una vez en Medellín, en las comunas nororientales cuando fui a visitar una escuela muy popular para hablar con los muchachos y las muchachas del último año de secundaria, me encontré con que habían hecho toda una investigación sobre Delirio: una obra de teatro, afiches sobre la carátula, todo muy bonito. Entonces se paró una chica, tendría 15, 16 años, y me dice “pues a mí me gustó mucho tu libro, me impresionó, pero no me gustó el final”.  

Le respondí: “Bueno, yo entiendo que los finales son complicados porque trae una todo ese camión de cosas y tienes que meterlo por el cuello de botella de un final y no puedes decepcionar al lector, pero al mismo tiempo yo no creo en venderle un final feliz porque la vida... pues es un pedaleo muy duro como para salir yo con el chorro de babas venderle el final feliz”. Y ella me dijo estas palabras que para mí fueron memorables. “Yo no te estoy pidiendo un final feliz, estoy pidiendo un final justo”. 

CAMBIO: ¿Qué tiene de nuevo la edición conmemorativa de los 20 años de Delirio?

L.R.: Con Carolina López y Sebastián y todo el equipo de Alfaguara, lo primero que hicimos fue teñir la portada de amarillo. La edición de este aniversario es de un amarillo cadmio intenso que creo hizo que la portada sea todavía más surrealista. Está muy linda. Además le hice un posfacio, como de 15 páginas, en el que hablo de lo que estamos conversando aquí. Sobre el por qué de la vigencia de Delirio después de veinte años de publicado.  

CAMBIO: ¿Puedes profundizar en el posfacio?

L.R.: Otra cosa que ha funcionado bien es que Delirio se mete mucho con el tema de los secretos en Colombia y en general en América Latina. Este, por distintas trabas, represiones, imposiciones, es un continente lleno de secretos donde las cosas más íntimas no se hablan. Creo que eso tiene que ver con que no desarrollamos una literatura de la intimidad por esa vieja enseñanza a sangre y fuego de que los trapos sucios se lavan en casa.  

Primero, un secreto nacional que era que en Bogotá siempre se dijo que, a diferencia de Medellín, esta era una ciudad limpia con respecto al narcotráfico, y que los narcos no venían de Bogotá. Pura paja: la clase alta bogotana, en un porcentaje alto, estuvo metida en el lavado de dinero directamente vinculado con los carteles. Eso fue siempre tapado. La familia de Agustina está enredada en ese asunto a través de McAllister, que es este personaje que sirve de puente entre la alta sociedad y Pablo Escobar directamente.

El otro secreto es sobre la CIA, que está metida por todos lados. La acción de Estados Unidos, también totalmente tapada, tenía la narrativa de la DEA como los buenos y los colombianos como los malos, cuando la verdad es que era un negocio de punta y punta. 

Y al mismo tiempo el secreto sobre los efectos devastadores de la guerra contra la droga, que la escondía como medio de injerencia política en el país. Nos hacían creer que a la guerra se la combatía a sangre y fuego, cuando la verdad es que fueron dos pestes de la misma intensidad y de la misma capacidad de destrucción. 

Y luego los secretos familiares que Agustina y su hermanito el Bichi develan. Estos son la base del poder jerárquico. Primero: ¿qué hace la gente en la cama? !Gran secreto a voces! Todo el mundo lo sabe, pero nadie lo reconoce porque implicaría la represión directa contra el que tiene una conducta de catre que no es la aceptada o tradicional. Y está el secreto del origen de las fortunas. Mafalda dice una cosa sabia que refleja las fortunas en Colombia: “Para amasar una fortuna hay que hacer harina a los demás”. 

CAMBIO: Tiene 13 novelas publicadas, un libro de cuentos, poesía para niños, y por supuesto, su trabajo periodístico. ¿Cómo es su método de escritura?

L.R.: Se llama obsesividad. Todo el día dándole, todo el día pensando en lo mismo. Llega un momento en que te vuelves como un traductor simultáneo en el que todos los temas te hacen pensar cómo lo vas a escribir.  A mí hasta pena me da porque, mientras estoy hablando contigo, al mismo tiempo estoy pensando cómo se escribiría una cosa sobre ti, qué bonita sonrisa tiene este muchacho, a ver cómo se cortó el pelo, qué cosas dice, qué le interesa…

Yo creo que es un oficio para obsesivos. Además, porque una cosa es escribir un cuento, que puede salir rápido, y otra escribir una novela, que es un compromiso de años. Yo me demoro normalmente cuatro años para escribir una novela y tienes que ser suficientemente obsesivo para mantener esa monogamia y no irte por otros temas y tentaciones: darle hasta que sale algo de ahí.

CAMBIO: ¿Qué tan vorazmente lee?

Leo mucho. Procuro que, por cada novela publicada, una se haya echado el coleto por lo menos 100 libros de otros autores. Yo creo en el derecho de tener maestros. Yo creo que uno puede y debe aprender de otros autores. Creo que la cultura es uno de los últimos campos en que no hay propiedad privada. No en el sentido del plagio, pero sí de apropiarte de lo que te gusta. Pensar qué le cambiaría yo a esto, cómo lo pondría; creo que es un ejercicio que uno debe estar haciendo permanentemente para enriquecerse. 
 

Conozca más de Cambio aquíConozca más de Cambio aquí