La tragedia de la motosierra de Milei para la ciencia, el cine y las minorías

Crédito: Reuters

23 Febrero 2025 03:02 am

La tragedia de la motosierra de Milei para la ciencia, el cine y las minorías

Desde que Javier Milei se posesionó como presidente de Argentina, la metáfora de la motosierra y el fin del Estado se han ido consumando a un ritmo trepidante. Las consignas de la recuperación económica y la guerra contra la inflación le han servido –hasta ahora– para poner en marcha la tábula rasa que prometió en campaña y arremeter contra lo que no se afilie a su visión profética en la que, absolutamente todo, debe gravitar en torno al libre mercado.

Por: Juan Francisco García

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La ciencia, el activismo sobre la diversidad sexogenérica, el cine, el periodismo y, en general, la actividad cultural de uno de los pueblos más cultos de América, hoy sufren en razón de Javier Milei y sus políticas una crisis cuyo fondo es incierto. CAMBIO conversó con varias de las voces más autorizadas de los ámbitos mencionados para dar cuenta de la realidad del sector cultural en Argentina. 

¿Ciencia para qué? El desfinanciamiento histórico de la investigación y la actividad científica del país de los tres Premios Nobel 

Gracias a las contribuciones de Bernardo Houssay y César Milstein en Medicina, y de Luis Federico leloir en química, Argentina es el país de la región con más Premios Nobel de Ciencia. Su vocación investigativa, así como la historia y la robustez de sus universidades públicas –los tres científicos galardonados por la Academia Sueca pasaron por la Universidad de Buenos Aires (UBA)– conforman la ecuación que ha hecho del país un referente científico en la región. En el 2024, el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) fue elegido por el ranking internacional SCIMAGO por quinceavo año consecutivo como la mejor entidad estatal dedicada a la ciencia en Latinoamérica –en el mundo se ubicó en la posición número 20–. 

María Teresa Dova, miembro del equipo de investigación que descubrió el Bosson de Higgs; Horacio Casini y Marina Huerta, premiados este año con la prestigiosa Medalla Dirac por sus aportes a la física cuántica; Ana Maguitman y Carlos Chesñevar, ganadores del Google Award For Academic Research (GARA) por su trabajo en deliberación electrónica y participación ciudadana, son solo algunos ejemplos de los científicos notables que avalan al Conicet como una plataforma vigente, y con injerencia a nivel mundial.  

Para Javier Milei, sin embargo, ni la historia ni los resultados de la entidad y de sus miembros son dignos de orgullo; y mucho menos de financiamiento por parte del Estado. El 24 de septiembre del año pasado, en el Centro Cultural Kirchner, el jefe de Estado dio un discurso en el que afirmó que, por contar con una titulación académica, los “supuestos científicos e intelectuales” se creen seres superiores a quienes el Estado les debe financiar su vocación. “Si tan útiles creen que son sus investigaciones, los invito a salir al mercado como cualquier hijo de vecino. Investiguen, lean y publiquen un libro a ver si a la gente le gusta o no, en lugar de esconderse canallescamente detrás de la fuerza coactiva del Estado”, aseveró. 

Javier Milei: el presidente reactivo, impredecible, incendiario. Crédito: Reuters
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La reconocida periodista científica Nora Bär le dijo a CAMBIO que el discurso de Milei se ha traducido en hechos: “Si todo va como se ha planteado, el 2025 será el año con menor investigación en ciencia y tecnología desde que se tiene registro”.

El recorte presupuestal que, según el Centro Iberoamericano de Investigación en Ciencia, Tecnología e Innovación (CIICTI), cayó un 32,9 por ciento en 2024, es para Bär un auténtico suicidio. “Ni siquiera en los países más privatistas, el sector privado –como pretende Milei– lleva en los hombros la mayor parte de la investigación científica”, explica, “pues esta, en muchos casos, no puede prometer réditos económicos, y entonces a los privados no les interesa”.  

Para la periodista y editora, las consecuencias de las políticas del gobierno de Milei ya han empezado a vislumbrarse dramáticamente. Por un lado, está el éxodo de personal altamente calificado en el sistema científico que ha migrado hacia las universidades privadas y países de la región que los reciben con los brazos abiertos –“y en donde les pagan dos o tres veces de lo que ganan en Argentina”–. Y por otro lado, está el daño colateral del desfinanciamiento en ciencia y tecnología para el sector de la salud. 

Como ejemplo de esto último, está la denuncia que ha hecho Bär sobre la presunta falta de opioides para el tratamiento del dolor –especialmente en enfermedades terminales–  a causa del desmantelamiento del Programa Nacional de Cuidados Paliativos del Instituto Nacional del Cáncer (INC), encargado tanto de capacitar profesionales como de garantizar la provisión de los medicamentos. Programas clave para la vacunación y prevención de enfermedades infecciosas, alarma, están también en entredicho gracias a la cruzada anti ciencia del presidente del puño arriba y el grito ronco de “¡Viva la libertad, carajo”. 

Al contrastar el diagnóstico de Bär con Diego Golombek, doctor en Ciencias Biológicas y director del Laboratorio Interdisciplinario del Tiempo en la Universidad de San Andrés, el científico describió las políticas anti ciencia de Milei como torpes, miopes y malvadas. 

“Sin ciencia no hay país, y sin Estado no hay ciencia”, fue la fórmula que nos dio el investigador para explicar el perjuicio social inherente a un gobierno que, en sus palabras, “ataca la ciencia por la ciencia misma y le niega su posibilidad de entender e interpretar el mundo”.

En la práctica, con los salarios congelados, los subsidios paralizados y el éxodo de profesionales altamente calificados, las consecuencias han tocado la puerta de su despacho. Hace pocos días, nos dijo, un importante investigador del laboratorio fue a verlo para renunciar. “No puedo más, Diego, tengo dos hijas que alimentar y no llego a fin de mes”, esas fueron las razones para abandonar su ejercicio investigativo. 

La guerra a muerte contra el cine argentino y sus 100 años de historia 

“Vergüenza, sobre todo me da mucha vergüenza”, le dijo a CAMBIO Vanesa Ragone, cineasta argentina ganadora de un Premio Goya –entre muchas otras distinciones–, ante la pregunta sobre sus sensaciones con respecto al desprecio público de Javier Milei por la cultura en general, y el cine en particular. Para la directora de 100 días que no conmovieron al mundo, es vergonzante que el presidente de un país con dos premios Oscar, infinidad de reconocimientos internacionales, 100 años de historia “no solo no reconozca el cine argentino, sino que lo bastardee con sus comentarios, groserías y permanentes faltas de respeto”. 

Las palabras de Ragone tienen un elocuente correlato práctico en el brutal desfinanciamiento del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA), el gran referente estatal del cine y las artes audiovisuales en el país del sur. Desde que Milei asumió la presidencia, cientos de personas de planta han salido de la entidad, como lo ha reportado la prensa local, los subsidios para las producciones locales se han paralizado y la cuota de pantalla, que garantizaba la exhibición en salas de películas argentinas, fue eliminada. Aunque, por los tiempos de producción de las películas, las consecuencias no parecen ser inmediatas –ya que producciones hechas en años anteriores siguen estrenándose en las salas como novedades– , para la creadora los efectos serán notorios a partir de este año y el que viene. 

No solo porque las creaciones argentinas brillarán por su ausencia en los festivales del mundo en el que suelen ser reconocidas, sino porque el desfinanciamiento es una afronta estructural para la diversidad de voces y la renovación creativa. Si hacer cine se vuelve una actividad eminentemente privada, con las plataformas de streaming como las grandes jugadoras, y si el Dios mercado que alaba Javier Milei se apropia del corazón estético, ético y narrativo de la producción cinematográfica, señala Ragone, el empobrecimiento de una industria históricamente contestataria, vanguardista e inasible será una consecuencia inevitable. Si los servicios culturales se postran ante el mercado, la homogeneización y el utilitarismo son invitados obligados. 

Parece increíble, acota Ragone, pero estamos en una época en la que tenemos que recordarle a gran parte de la sociedad que sí le gusta El secreto de tus ojos, Zama de Lucrecia Martel… "que no es cierto que crea y sienta que el cine argentino, como quiere hacer creer Milei, es una porquería”. Así como invitó a los investigadores científicos a salir al mercado a probar su producto, Milei ha declarado en varias ocasiones que las películas argentinas no las ve nadie y, si existen, es en razón de los subsidios. 

Pablo Avelluto, exministro de Cultura en el gobierno de Mauricio Macri, editor y periodista, complementa la visión de Ragone y le dijo a CAMBIO que “aunque es innegable que en el sector cultural ha habido excesos y que como todos los demás necesita transformaciones, una cosa es intervenir para mejorar, y otra, para destruirlo todo. Lo de Milei no es intervención quirúrgica: es el ejercicio ciego de la motosierra”. 

La destrucción ciega de la que habla Avelluto, su concepción de los artistas “como todo lo que no se debe ser”, se refleja en la asfixia sin cuartel del INCAA a pesar de que la organización es desde hace varios años autárquica y se financia en gran medida por los impuestos sobre la boletería de cine y la publicidad en el espectro público. 

Más allá de la también probada necesidad de optimización en el sector audiovisual, es muy difícil entender la cruzada contra el cine y las artes del actual gobierno sin poner en el centro su desprecio visceral por las actividades cuyo resultado no es económico y numérico. Sobre esto, el escritor, poeta y periodista Reynaldo Sietecase, le dijo a CAMBIO que un agravante es que la discusión ética sobre el papel del Estado con respecto a  los servicios culturales, llanamente, no puede darse. “Pues Javier Milei y su ejército de trolls meten en una misma bolsa, como objetivos de su odio, a todos los que no se afilien cabalmente con sus políticas”. 

Milei como el legitimador de la violencia contra la diferencia 

“Dos hombres pueden hacer lo que quieran mientras lo hagan en privado”. “La ideología de género constituye lisa y llanamente abuso infantil. Son pedófilos”. “Lo que el feminismo radical realmente pretende es la búsqueda de privilegios, poner a una parte de la sociedad en contra de la otra”.

Abundan las declaraciones misóginas, homofóbicas y transfobicas del presidente Milei que, en palabras de Carolina Garber –politóloga especialista en diversidad e inclusión– para CAMBIO, “han llevado a Argentina a un retroceso abrumador”. 

La politóloga, por supuesto, no se refiere únicamente al daño simbólico y discursivo, y asevera que su país pasó “de ser un referente mundial en ampliación de derechos, con leyes pioneras como el matrimonio igualitario, la identidad de género y las normativas integrales contra la violencia de género, a convertirse en un ejemplo de cómo un gobierno puede revertir estos avances en tiempo récord”. Hoy Argentina lidera, entre otras cruzadas antiderechos, eliminar el feminicidio del Código Penal, la educación sexual integral y la identidad no binaria en el documento de identidad. 

Dora Barrancos –socióloga, historiadora, educadora y una de las grandes intelectuales feministas de Argentina– coincide en la gravedad y el peligro que implica el desmonte de políticas bisagras para las mujeres, las minorías y las diversidades. En su texto ¡Afuera las políticas de género!: Crónica de un año aciago, expone a profundidad lo delirante y nocivo de la medida de cerrar, de tajo y con orgullo, el Ministerio de Mujeres, Género y Diversidad, la entidad gubernamental que ejecutaba y salvaguardaba las políticas insignia para proteger a las personas históricamente marginadas. 

El peligro, que por supuesto incluye medidas prácticas como la fuerte reducción del personal de la línea 144, destinada a atender personas en situación de violencia y de riesgo, es también discursivo y retórico.

Tanto para Barrancos como para Garber, el hoy presidente es el gran legitimador de la violencia en contra de las disidencias. “De zurdos de mie***” pasamos a ser –todos los que no estamos de su lado–, una manga de “zurdos hijos de p***”, le dijo a CAMBIO Barrancos que, sin embargo, se sigue percibiendo como una optimista a ultranza que confía en que las conquistas de igualdad, inclusión y diversidad serán defendidas hasta las últimas consecuencias. 

Exequiel Sidig, escritor, editor y pieza fundamental para la escritura de este artículo, le dijo a CAMBIO que Javier Milei –que ganó las elecciones vendiéndose como el gran outsider– ""hace parte de aquel estilo de casta burocrática conformada por técnicos que han actuado en tribunales internacionales en contra de su propio país; solo que ahora ese burócrata es el presidente". ¿Hasta dónde llegará la motosierra?  

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