Oppenheimer: no espere a verla en la cama
23 Julio 2023

Oppenheimer: no espere a verla en la cama

“Cuando sale una película del tamaño de Oppenheimer todavía quedan fuerzas para ir a la sala de cine, soportar el olor de la salsa de tomate del compañero que come perro caliente a tu lado e ignorar a los impuntuales que atraviesan frente a la pantalla”.

Por: Santiago Posada

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En realidad, se ha vuelto muy fácil decidir esperar a que las grandes películas lleguen a las plataformas de streaming para verlas en la cama o en el sofá de la casa, sin filas, ni trancones, ni parqueaderos. Pero a veces, cuando sale una película del tamaño de Oppenheimer todavía quedan fuerzas para ir a la sala de cine, soportar el olor de la salsa de tomate del compañero que come perro caliente a tu lado e ignorar a los impuntuales que atraviesan frente a la pantalla y susurran en los primeros minutos de la película. Definitivamente es una película que vale la pena verla en el cine, no tanto por la proyección en IMAX (que en verdad, no se entiende la necesidad de rodar esa película en 70mm), sino sobre todo por el sonido y la indudable atmósfera que nos genera la sala oscura de cine, que le impregna un sabor de relevancia a todo lo que vemos en ella.

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Es un gusto ver una película tan formalmente bien lograda. No hay quejas al respecto y podemos esperar mil videos en YouTube sobre el tratamiento visual, el casting apoteósico, el color y la composición sonora sobresaliente como en todas las películas de Christopher Nolan. Pero allí no es donde queremos reparar, sino en el otro aspecto que hace gigante a esta película y es la naturaleza de las reflexiones y las preguntas tan enormes que la película vuelve a traer a discusión, sobre un tema tan tremendo como lo es la bomba atómica, en una época en la que estamos tan inundados de narrativas e historias volcadas al yo, a la identidad y la inclusión, temas que definitivamente van a marcar esta época del cine y la televisión, pero que evidentemente se han vuelto el caballito de batalla de todo lo que quiere ser comercial y relevante en estos tiempos. Ya da un poco de pereza.  

Así como en Interstellar, en la que Nolan nos lleva de paseo por la cuarta dimensión, en Oppenheimer nos abre las puertas de lugares secretos, a conversaciones trascendentales con Einstein y laboratorios donde se definió el curso de la humanidad. Aún así la película no se queda allí, celebrando una serie de efemérides e introduciendo a grandes personajes de la ciencia, sino que toma todo esto y lo convierte en una caldo de cultivo narrativo que le permite al espectador sentir el dilema de Robert Oppenheimer en carne propia. Robert no es un personaje al que simplemente le dan todo para que haga una bomba y que su principal obstáculo es el tiempo, sino que sufre de un conflicto interno del que solamente la experimentación (uno de sus puntos débiles como científico) lo puede salvar: necesita ver las cosas mucho más allá de la física cuántica, una de las ramas de la física que a mediados del siglo XX estaba en pleno choque contra la teoría de la relatividad de Einstein. En términos muy básicos, la física cuántica no puede expresarse en términos de la relatividad, ni la relatividad en términos cuánticos, pero paradójicamente ambos principios funcionan en su propio territorio. La física cuántica ocupándose de las cosas más pequeñas y la relatividad de las cosas más grandes del universo. 

De este modo Robert Oppenheimer vive en carne propia como cuando deja de ser un profesor de física, de asistir a charlas y crear sindicatos (cosas pequeñas) y se convierte en partícipe de una gran empresa por salvar a la humanidad creando una bomba tan grande que podría destruir el planeta entero (cosas grandes) este sistema de pensamiento se lo traga al punto que incluso trata de destruirlo para siempre. Todo llega a un punto en la vida de Robert que sin importar sus aportes, sus ideas ni su reputación, simplemente todo se vuelve tan grande que pareciera que comienza a funcionar en “términos de la relatividad” y prácticamente queda anulado. Incluso el propio Einstein le da consejos en la película sobre cómo sobrellevar las cosas. 

No me había vuelto a cruzar con una película que pusiera en discusión el tema de la bomba atómica y la destrucción del planeta entero tan potentemente desde que vi Dr Strangelove de Stanley Kubrick en el colegio. Oppenheimer lo deja a uno con ganas de saber más, de investigar, de conocer, de entender la historia y a sus personajes. Es una clase magistral sobre la modernidad, o como algunos dicen el principio de la posmodernidad. Grandes temas que merecen ser visitados de tanto en tanto por el cine, y en este caso en una excelente película que nos hace ver lo grandes y lo pequeños que somos al mismo tiempo. 
 

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