Santiago Cárdenas pasa al tablero

Uno de los casos más llamativos del arte colombiano del siglo XX (y también XXI) es el de Santiago Cárdenas. Con 85 años de edad, sigue muy activo y creativo y este sábados 3 de junio inaugura en la Galería El Museo su exposición Cotidiano, que se complementa con la muestra Celebrando a Morandi – el silencio del objeto común, de Dalita Navarro, en la que ella le rinde homenaje a la obra de Giorgio Morandi, uno de los artistas italianos más importantes del siglo XX. Esta colección de piezas de cerámica que se exhiben en una de las salas de la galería juega con los cuadros de Santiago Cárdenas, que ocupan los otros dos salones.
La gran mayoría de las obras que componen Cotidiano son de muy reciente creación, lo que da fe de que Cárdenas, como tantos otros pintores y arquitectos, no se ha planteado nunca la idea del retiro.

"Los artistas no nos retiramos porque hacemos lo que nos gusta. Y como somos nuestros propios jefes, no podemos defraudarnos a nosotros mismos", dice.
Por un lado están sus objetos de la vida cotidiana, en los que representa lo que él denomina como “objetos banales”, tales como ganchos de ropa torcidos, cables eléctricos, paraguas y corbatas. Son pinturas que podrían catalogarse de hiperrealistas, aunque Cárdenas también presenta unos dibujos del cuerpo humano con trazos muy sencillos, dos óleos que representan cajas de cartón y tableros, que son óleos sobre lienzos en los que representa pizarras de las que se encuentran en aulas de clase donde aún los profesores utilizan la tiza.

El proceso creativo de Cárdenas ha sido bastante complejo. A los 10 años de edad viajó a Estados Unidos. Estudió en Rhode Island School of Design, haberse graduado sin tener claro qué hacer como pintor. “Aunque yo había aprendido mucho no sabía qué hacer”, señala. “Había aprendido que el arte no era un oficio como bordar o tejer sino que era algo mucho más profundo. Uno no podía hacer bobadas, seguir pintando paisajes”.
Se enroló en el ejército de Estados Unidos para prestar servicio militar en Europa y (muy iluso él) poder visitar museos gratis. Estuvo casi dos años en Alemania en una base norteamericana. Detestó a muerte la vida militar, su filosofía que era agredir a la gente, y allí se enteró que si conseguía dónde cursar un posgrado lo podrían eximir de seguir prestando el servicio militar.
Se postuló en la Universidad de Yale, lo aceptaron, y allí, además de continuar sus estudios de bellas artes también se dedicó a la filosofía. “Yo luché mucho por dejar de tomar clases de Historia del Arte y por tratar de meterme en filosofía, porque la filosofía era uno de los fuertes de esa universidad y porque yo pensaba que era una disciplina muy diferente a la mía”, recuerda.
Allí descubrió que los artistas son ilusionistas y los filósofos buscan la verdad. Esa dualidad ha marcado desde entonces su obra, en la que intenta retratar la realidad a través de la ilusión del arte. Cárdenas vivió en Estados Unidos en una época en que el arte de ese país logró por fin posicionarse en las grandes ligas gracias al expresionismo abstracto y el arte pop. Aunque Cárdenas se nutrió de las enseñanzas de estos movimientos, su mirada hacia ellos fue crítica.

Al regresar a Colombia Cárdenas tampoco tenía muy claro qué quería hacer. Cayó en cuenta de que a las personas de los sectores populares les gusta vestirse bien. “Me pareció que eso era muy importante porque mostraba que la gente se sentía más respetable cuando se vestía bien. Entonces pensé que el vestido era muy importante para la gente y por eso comencé a pintar vestidos y a comenzar a fijarme en las cosas banales, en lo que nadie se fijaba, como las paredes”.

En sus sombrillas, cables y corbatas, que podrían pasar por obras pop, aparece un elemento que las distancia de ese movimiento que se caracteriza por buscar lo plano: el uso de la sombra, que les da una sensación de profundidad que no está presente en el pop. Cárdenas señala que la sombra existe como resultado de la luz. “Sin luz no hay sombras. Yo digo que los protagonistas en mis cuadros son en el espacio y la luz. Los objetos que aparecen ahí son una especie de pretexto para mostrar eso”.
 

Los tableros son óleos sobre lienzo que simulan las pizarras clásicas de las aulas de clase que resultan admirables porque al verlos el espectador siente la necesidad de conseguir un trapo con agua para acabar de borrarlos bien. La idea de los tableros tiene su historia. Cuando lo nombraron director de la escuela de Bellas Artes de la Universidad Nacional pidió que le instalaran un tablero en la oficina. Con los profesores se reunían allí para discutir los cambios que querían llevar a cabo en los programas de estudio, “que me parecían muy académicos, muy rigurosos, antiguos, muy pasados de moda. Yo necesitaba reunirme con los profesores para hacer una nueva programación de la escuela y eso se hizo. Un día estaba solo en mi oficina frente al tablero que había colgado enfrente de mi oficina y vi un cuadro. El tablero no me parecía un tablero sino un cuadro y me dije que eso es lo que yo debería pintar. Si lo pinto no va a ser un tablero sino una ilusión de un tablero”.

En ellos Cárdenas aprovecha para escribir y dejar mensajes. Mensajes borrosos (o, mejor, mal borrados) que se hacen evidentes cuando se observan estos lienzos con atención. Uno de ellos, titulado El avión, se inspira en la historia de los hermanos Wright y su legendario vuelo en 1903 en la playa de Kitty Hawk.
De esa manera logró realizar pinturas que eran a la vez figurativas y abstractas. Y eso se aprecia en las obras que componen esta exposición.

Santiago Cárdenas.

Cotidiano.

Galería El Museo
Edificio 80 81 Local 2
Calle 80 No. 11-42, Bogotá.