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La estupidez de poner en duda a Lorenzo
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El partido contra Paraguay es, sin lugar a dudas, el más tenso que ha enfrentado Lorenzo desde que asumió su cargo. Juan Francisco García, periodista de CAMBIO, le cuenta por qué es insensato poner en riesgo su continuidad como técnico de la Selección Colombia.

Desde hace 20 años que la Selección Colombia no perdía 3 partidos seguidos en una eliminatoria. La caída libre desde el segundo hasta el sexto lugar ha sido descorazonadora y desconcertante. Y más porque los puntos los hemos perdido en los últimos minutos, como un eterno déjà vu –'el fútbol es un deporte de 11 contra 11 en el que Colombia siempre pierde contra los grandes' sigue siendo una preposición cierta y contundente–.
La tardanza de Néstor Lorenzo a la hora de hacer los cambios, con razón, ha desesperado a los hinchas que, frustrados, el jueves pasado quisieron meterse al Estadio Mané Garrincha a correr por James que, aunque arrastraba las piernas, no fue sustituido sino hasta el minuto 90.
Es legítimo, entonces, criticar los cierres de partido en la estrategia de Lorenzo, sobre todo contra los grandes: antes de demorarse eternidades para refrigerar al equipo contra Brasil –¡que sí hizo uso de los siete cambios! –, también se demoró en dar aire fresco en la final perdida contra Argentina en Estados Unidos. Y además no dio la orden de tajarle las piernas al rival si en el tiempo extra quedaba, solo, frente al arco, como bien lo hubieran hecho los salvajes Cuti Romero u Otamendi en el caos contrario.
Son legítimas, también, las preguntas sobre el poco protagonismo de Juan Fernando Quintero, que cuando debió ser el cerebro del equipo en Uruguay respondió con gol y con arte. Y se vale indagar por qué Colombia, contra Ecuador, Uruguay y Brasil, ha tenido baches de confusión y desarmonía que termina pagando con goles en contra. A estas alturas no está bien ni que te volteen un partido en menos de diez minutos, ni empezarlo perdiendo antes de los cinco.
Pero poner en duda la continuidad de Néstor Lorenzo es una estupidez cabal desde lo futbolístico y desde lo práctico. En lo primero, porque, aunque en el fútbol parezca que no, a un entrenador no se le olvida el oficio de guiar un equipo de la noche a la mañana. Lorenzo sigue siendo el técnico competente, obsesivo y desacomplejado que hizo que Colombia estuviera en boca de todos, el legítimo dueño del invicto histórico. El argentino sigue mostrando en la cancha un equipo serio, solvente, que sabe sufrir y que nunca deja de ser peligroso.
No es menor que repitamos todos el once inicial casi de memoria, y que sea muy difícil controvertir que quienes entran a la cancha son los mejores de su puesto. Lorenzo forjó un equipo que, como la selección de Pékerman en Brasil, tiene cimientos sólidos, automatismos y un plan de ruta. A él, como a Pekerman, los apellidos y los egos lo respaldan. Le creen el cuento de que no hay nada más grande que jugar con y para ‘la camiseta de todos’. Conoce, mejor que nadie, la idiosincrasia, las sensibilidades, los puntos fuertes y flacos, de un plantel con el que ha trabajado por décadas.
Esta Colombia, siempre, compite: en Montevideo contra la Uruguay de Bielsa, en Brasil contra Raphinha, Rodrygo y Vinicius, en Buenos Aires. Los lánguidos resultados de los últimos partidos no pueden eclipsar el performance, que ha rozado la excelencia, desde que Néstor Lorenzo asumió el cargo. Es el momento de ser pacientes y, por una vez en la vida, darse cuenta de que los resultados son engañosos. Lo más alto de la tabla será nuestro lugar natural si corregimos los detalles, y si la gracia y la suerte –ay el balón que se desvía en Lerma para el gol de Vinicius– se pone de nuestro lado.
En lo práctico, aunque todo se puede esperar de nuestra dirigencia, sacarlo sería un absoluto disparate. Quien llegase en su reemplazo tendría, como excusa para el fracaso, la narrativa de la adaptación, el tiempo de trabajo, el reconocimiento de los jugadores, etc. Quien llegara en su reemplazo tendría, nada más torpe, que vestirse de Mesías y en tiempo récord sacar de este equipo lo que el actual cuerpo técnico viene refinando por años.
Lorenzo no es un genio. No es Guardiola ni Ancelotti como quisimos creer cuando a Colombia no le ganaba nadie. Pero es un técnico de primerísimo nivel al que este puñado de estrellas millonarias le cree cada instrucción y cada sílaba. Que los jugadores, como él mismo dijo, jueguen con bronca y con rabia. En las tribunas, por esta vez, lo mejor es la paciencia. Y la fe, que tanto nos gusta.
