Colombia: el país de la educación para el 11,4 por ciento

El país ha hecho un esfuerzo muy grande para asegurar la cobertura en educación.

Crédito: Freepik

2 Marzo 2024

Colombia: el país de la educación para el 11,4 por ciento

El rector del colegio Sabio Caldas, el poeta Santiago Espinosa, en análisis para Cambio se refiere a la calidad de la educación y da una voz de alarma: solo el 11,4 por ciento de los estudiantes que inician su escolaridad en Colombia alcanzan los niveles mínimos aceptables en las pruebas Saber.

Por: Santiago Espinosa

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"¿Por qué Colombia no mejora en las pruebas PISA?”, “¿cuáles son las claves para una transformación educativa?”, me preguntaba en un artículo sobre la calidad educativa en el país. Entonces recogí para CAMBIO las respuestas de diez líderes y educadores. La conclusión más o menos generalizada fue que el país ha hecho un esfuerzo muy grande para asegurar la cobertura, esto es, lograr que más niñas y niños entren y permanezcan en el sistema educativo, pero que no ha existido una política consistente para garantizar que esos mismos estudiantes tengan una educación de calidad. 

Fue entonces cuando se contactó conmigo el Observatorio de Realidades Educativas (ORE) de la Universidad ICESI de Cali. Juliana Ruiz Patiño, su directora, me compartió un estudio que no se ha difundido mucho en el centro del país, y que nos ayuda a entender con claridad la verdadera magnitud del problema. En términos generales, las políticas educativas se centran en la calidad o en la cobertura. Pero este estudio presentaba una trazabilidad que reunía ambos escenarios, la cobertura y la calidad, y lo hacía a través de una gráfica sencilla y con forma de embudo, que nos acerca a la comprensión del cuadro completo: 

Las cifras son elocuentes. Esta gráfica —que es la historia de vida de nuestros jóvenes—, nos dice que sólo 54 por ciento de los estudiantes llega a grado 11° y que, de ellos, menos de la mitad, sólo el 20,9 por ciento, logra los mínimos aceptables en las cuatro áreas básicas que evalúan las pruebas SABER: matemáticas y lectura crítica, sociales y competencias ciudadanas, y ciencias. El estudio no incluye el área de inglés, en la que las brechas sociales y económicas pueden ser mucho mayores. 

Quien tenga una calculadora a la mano podrá concluir que, de todos los estudiantes que inician su proceso académico, sólo el 11,4 por ciento puede decir que aprendió en el colegio los mínimos aceptables para comunicarse por sí mismo o leer críticamente su mundo; o para solucionar un problema analizándolo antes, que son las habilidades mínimas que necesita un estudiante del siglo XXI. No es un debate de conocimientos específicos sino de competencias fundamentales para la vida. Sin una educación de calidad no hay un cambio social duradero. Es un lugar común que no por trillado deja de ser cierto. La paz es un asunto de conocimientos complejos, que no se obtiene sin la lectura del contexto o sin las competencias ciudadanas más básicas. Un problema multidimensional como el cambio climático, la bandera de este gobierno en los foros internacionales, requiere de personas rigurosas e integrales. 

“Este estudio nos muestra que el sistema educativo colombiano no logra retener a los estudiantes”, señala Juliana Ruiz Patiño. Los estudiantes colombianos, por la búsqueda de ingresos económicos o por el embarazo adolescente, incluso por la migración de colombianos al exterior, (sólo esto podría explicar una salida tan importante de estudiantes antes del grado 9°), no encuentran en el sistema educativo una opción atractiva o que responda adecuadamente a sus necesidades. “Esto afecta significativamente el potencial de desarrollo de los estudiantes, la productividad en los trabajos y la movilidad social”, agrega Juliana Ruiz Patiño.

El embudo de esta gráfica no sólo supone que la movilidad social es casi nula, sino que “el sistema educativo está perpetrando las desigualdades”, concluye ella. Las posibilidades de crecimiento son una combinación adecuada entre las oportunidades y la capacidad de las personas para aprovecharlas. Si la meta de los gobiernos progresistas es aumentar la producción, hacer la transición energética o lograr el cambio social, -señalaba en su reciente visita la economista Marina Mazzucato-, el sistema educativo simplemente no está entregando las personas que se necesitan para estos trabajos. Y lo que es más grave, es que estas cifras nos dicen que los estudiantes colombianos no están alcanzando su verdadero potencial, que los colegios no les estamos entregando las capacidades de reconstruir los tejidos sociales, y que los poemas, las historias de desarrollo, las aplicaciones innovadoras que podrían construir de manera cooperativa, no encuentran en los salones la posibilidad de materializarse. 

Decía John Dewey, el gran educador norteamericano, que la educación era fundamental por muchas razones, pero ante todo porque permitía que los cerebros “se liberaran de maneras muy distintas” al servicio de lo colectivo. Y esto no está ocurriendo en Colombia. O escasamente está ocurriendo con este porcentaje, 11.4 por ciento, esto es uno de cada diez estudiantes. 

Juliana Ruiz Patiño señala la importancia de continuar con las políticas de cobertura en el país, de alimentación y de transporte escolar, entre otras. Y en cuanto a la calidad, insiste mucho en la preparación de los maestros, en asuntos propios del aula de clases y en la formación misma de los futuros profesores. También habla Juliana Ruiz Patiño de la importancia de las habilidades socioemocionales. De esto tendría que hablar una reforma educativa. El primer paso sería mirar lo que hacen colegios con mejores cifras de calidad y permanencia, para compartir experiencias exitosas. Un ejemplo de esto último son los Nodos de Permanencia Escolar, que desde hace unos años acompaña la Secretaría de Educación de Bogotá. En estos Nodos distintos colegios de las localidades, en grupos de cinco o siete instituciones, comparten un proyecto conjunto para la reducción de las cifras de deserción. Los estudiantes tendrían que desarrollar en los colegios las habilidades fundamentales para la vida, la comunicación, el pensamiento y la convivencia. Pero también deberían encontrar en los salones más y mejores razones para no irse.

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