Migración y democracia: de la defensa de la dignidad a la defensa de los derechos

Colombianos deportados de Estados Unidos.

Crédito: Ministerio de Relaciones Exteriores

3 Febrero 2025 05:02 am

Migración y democracia: de la defensa de la dignidad a la defensa de los derechos

Para la politóloga y doctora en Ciencia Política y Relaciones Internacionales Sandra Borda, defender a los colombianos en el exterior debe ser la prioridad que tiene el Estado por encima de cualquier dilema de carácter político y la polarización.

Por: Sandra Borda

Entre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsAppEntre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsApp

Las tensiones desarrolladas entre Colombia y Estados Unidos la semana pasada y a raíz de la decisión del presidente Petro de retornar dos aviones con ciudadanos colombianos que el gobierno de Estados Unidos decidió deportar en condiciones, desde cualquier punto de vista, violatorias de los derechos de esas personas, ha puesto sobre la mesa dilemas humanitarios y de política exterior difíciles de resolver. Si bien el presidente es amigo en su retórica de resolver estas disyuntivas siempre a punta de absolutos, la realidad para Colombia es muchísimo más compleja que la simple construcción de un mantra o eslogan. 

Empecemos por dejar en claro algo. Hay un sitio en donde nos encontramos prácticamente todos los colombianos –con excepciones, claro– y es en la preocupación y la indignación que nos genera la forma en la que están siendo deportados nuestros connacionales. Una parte de la izquierda ha tratado de convertir a los críticos de la decisión de Petro en una sarta de arrodillados al imperialismo yankee que prefieren estar de acuerdo con Trump, a defender los derechos de sus compatriotas. Falso dilema. León Valencia nos ponía en su cuenta de X a escoger entre la política migratoria de Trump y la reacción de Petro. La construcción de esos falsos dilemas, antes muy típicos de la derecha de este país, se ha vuelto la herramienta retórica más usada por los defensores de oficio del Gobierno y es preciso volver a decir que plantear la discusión en esos términos solo sirve para estigmatizar la crítica. Yo, personalmente, no acepto adelantar la conversación de esa forma. 

Hay un sitio en donde nos encontramos prácticamente todos los colombianos –con excepciones, claro– y es en la preocupación y la indignación que nos genera la forma en la que están siendo deportados nuestros connacionales

La estrategia del petrismo siempre ha sido privilegiar como interlocutores a esos sectores de la derecha que les sirven para reafirmar sus falsos dilemas. Por eso, Petro interactúa en redes sociales más con los políticos que representan a esos sectores, que con aquellos que plantean los problemas en su complejidad. A ambos sectores, la izquierda petrista y la derecha reconcentrada les sirve que la conversación tenga lugar solo entre ellos, para reafirmar y visibilizar el mundo en blanco y negro sobre el que siempre nos están haciendo escoger. 

El argumento de la derecha recae en el absurdo: si se van a vivir ilegalmente en Estados Unidos, esos colombianos cometen un delito en ese país y merecen el trato que se les da. En Colombia y en muchos otros lugares, la derecha siempre ha creído que tiene la potestad de decidir cuáles seres humanos tienen derechos y cuáles no. Resulta que incluso si fueran convictos –que claramente la gran mayoría no lo son–, estos colombianos siguen teniendo derechos y esos derechos deben ser respetados. Es función del Gobierno nacional conseguir que eso suceda. La derecha cae en la trampa del falso dilema: cree que tiene que escoger entre Petro y Trump, y sin que sea una sorpresa para nadie, escoge a Trump.

En Colombia y en muchos otros lugares, la derecha siempre ha creído que tiene la potestad de decidir cuáles seres humanos tienen derechos y cuáles no

El argumento del Gobierno, de otro lado, confunde la defensa de la dignidad nacional (y hay que decirlo, la defensa de la dignidad personal de Petro), con la defensa de los derechos de los migrantes, y es esta confusión lo que lleva al presidente a tomar la equivocada decisión de regresar los aviones. Si la prioridad fuera defender los derechos de esas personas, Petro hubiese recibido esos aviones, hubiese protestado pública y airadamente, y hubiese iniciado un proceso de negociación para cambiar el acuerdo de 2023 al que su mismo gobierno llegó con Estados Unidos y que permitía el uso de cadenas y esposas en esos vuelos. Sin embargo, optó por regresarlos, revictimizarlos, someterlos al encarcelamiento en pésimas condiciones en Estados Unidos de nuevo, y ponerlos a la espera de lo que podría pasar con su situación. 

Por esa razón es que el petrismo ha propuesto una discusión enmarcada en la dignidad y no en los derechos. Porque, realmente, la prioridad no son los derechos de estas personas. Como el mismo presidente lo sugirió en entrevista con Univisión, su obsesión consiste en lograr un objetivo que es imposible, pero que vende muy bien al interior de sus bases electorales: “hablarle de tú a tú a Estados Unidos”. En otras palabras y para decirlo más claro, como en muchos temas de política exterior el objetivo es usar la tensión con Estados Unidos para reencauchar un discurso alrededor de la dignidad, un discurso nacionalista y casi chauvinista que, por supuesto, encuentra una resonancia en un sentimiento básico y apenas normal: ¿a quién no le gustaría tener una relación de igual a igual con Estados Unidos?

Ese tipo de premisa encierra además un nivel de mesianismo que el fanatismo falla en identificar. De un lado, Petro no es el primer presidente que ha buscado lograr mayores márgenes de autonomía frente a Estados Unidos. De hecho, esa ha sido la regla y no la excepción en nuestra política exterior. Quienes han estado en esa tarea, saben que no es lograble de un día para otro, que se trata de un desafío que impone retos en materia de construcción de estrategia enormes, y que se trata de un proyecto que no podemos adelantar como país en solitario. Por eso, que Petro crea que a punta de posts altisonantes en redes sociales y de frases efectistas, que sin el apoyo de una infraestructura institucional y que en solitario (su fracaso a la hora de invitar la solidaridad latinoamericana fue estruendoso) va a lograr este objetivo, es tenerse demasiada fe. Es una forma de mesianismo muy propia del populismo y de la megalomanía. 

Crédito: Germán Hernández y Carlos Sanabria.
Crédito: Germán Hernández y Carlos Sanabria.

Por todo lo anterior, creo que es preciso que las organizaciones defensoras de derechos humanos, los partidos políticos, el sector privado y la academia le demandemos al Gobierno centrarse en el verdadero problema: la vulneración de los derechos de nuestros connacionales. ¿Cuál es el mecanismo que en la actual situación puede resultar más efectivo para lograr este objetivo? ¿Está el discurso del presidente y de sus áulicos, o están sus decisiones, acercándonos o alejándonos del logro de esta meta? ¿En dónde está la política pública y en dónde están los recursos para resolver esta situación? ¿El Gobierno tiene plan o solo palabras y teorías antihegemónicas? La reacción de Petro del fin de semana pasado alejó a toda la región de un acercamiento para gestar acción colectiva que mejore nuestra posición de negociación frente a Estados Unidos. ¿Cuál es el plan del Gobierno para remediar ese daño? 

Es preciso que las organizaciones defensoras de derechos humanos, los partidos políticos, el sector privado y la academia le demandemos al Gobierno centrarse en el verdadero problema: la vulneración de los derechos de nuestros connacionales

Claro, siempre va a ser más efectivo y fácil, políticamente (y diría yo, hasta perezoso), seguir masajeando la emoción de la dignidad que responder todas estas preguntas. Pero como receptores del discurso, seamos conscientes de que dejarnos llevar por la emoción de la dignidad y la promesa de ser iguales a Estados Unidos de un día para otro, puede hacernos sentir bien por un momento, puede hacernos soñar con lo imposible y a todos nos gusta eso, pero no está haciendo nada por resolver los problemas de fondo. Si vamos a jugar a la ensoñación, tengamos siempre claro que, mientras nosotros soñamos, la relación con Estados Unidos sigue deteriorándose y eso solo nos aleja cada vez más de resolver el problema que nos trajo al lugar en donde estamos hoy: la defensa de los derechos de los colombianos en el exterior.
 

Conozca más de Cambio aquíConozca más de Cambio aquí