Así era el papa Francisco, por Francisco De Roux

Jorge Bergoglio fue elegido papa en marzo de 2013.

Crédito: Colprensa

21 Abril 2025 03:04 am

Así era el papa Francisco, por Francisco De Roux

El padre Francisco De Roux, en exclusiva para CAMBIO, escribe el retrato de ese papa argentino cuya partida entristece a millones de creyentes católicos en el mundo.

Por: Francisco de Roux

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El papa Francisco se ha ido y una sensación de soledad embarga a millones de personas. Se fue, y nos dejó sin él en esta tarea que se torna cada día más desafiante. Su mensaje y su tarea en los últimos años fue construir la comunidad mundial sin exclusiones. “Tutti, tutti, tutti” repitió muchas veces. Todos los seres humanos, sin excepción, y todos los seres vivos. 

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El papa Francisco falleció a sus 88 años. Crédito: IG franciscus

Quiso que la Iglesia Católica estuviera al servicio de esa comunidad universal y que lo hiciera sin pretensiones de protagonismo. Contribuir con el Mensaje de Jesucristo, de esperanza, solidaridad con los excluidos, compasión, justicia, paz, misericordia, verdad, a la construcción de esa fraternidad universal. Contribuir al lado de todos los que trabajan por la misma causa desde distintas religiones, distintas visiones de creyentes y no creyentes, distintas etnias, distintos géneros, distintas edades. Contribuir a la protección de la Casa Común de La Tierra.

Era consciente de que al hacer este llamado enfrentaba a líderes poderosos de la política, la economía y de la ciencia que empujan a la humanidad en otra dirección, hacia el egoísmo de los intereses particulares de personas y de grupos económicos y políticos, hacia la avaricia, hacia el racismo, hacia la locura de extraerle a la Tierra todo lo que tenga para la satisfacción hoy de los que estamos vivos sin importar los que vendrán después. 

Decididamente se enfrentó a los que no aceptan la comunidad humana universal y aíslan a sus naciones poderosas y las protegen con armas y tarifas y  se apropian de la energía del mundo y ponen muros para no tener que compartir su opulencia con los pobres de la Tierra. Habló duro contra los sistemas económicos que enriquecen a pocos y dejan a muchos por fuera de la mesa mientras destruyen el planeta.

Habló sin ambigüedades contra la guerra. Por primera vez en una Encíclica definió que  toda guerra era inmoral, y se apartó de la doctrina de la guerra justa, defendida por el Catolicismo desde el Siglo IV. Todas las guerras son malas, dejó claro. “El que mata a un ser humano es como si hubiera matado a toda la humanidad”.

Vino a Colombia consternado por el conflicto armado interno de un país donde la inmensa mayoría son bautizados católicos. Dedicó uno de los cuatro días únicamente a las víctimas de todos los lados y al día siguiente en la misa multitudinaria que celebró en Medellín les dijo a los obispos: “si ustedes quieren conseguir la paz déjense de cartas y conferencias y vayan y pongan sus manos sobre el cuerpo ensangrentado de su pueblo”. Más de sesenta veces uso la palabra “paz” en sus discursos. Invitó a dar el primer paso hacia allá y se despidió en Cartagena, la ciudad donde Pedro Claver hace cuatrocientos años entregó la vida por la dignidad de los negros vendidos como mercancías.  Sus últimas palabras fueron, “Colombia, esclava de la paz para siempre”.

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Visita del papa Francisco en Medellín. Crédito: Colprensa

La plaza de San Pedro en Roma se llenó todas las semanas con peregrinos del mundo que venían a recibir su bendición. Sin embargo un grupo grande de católicos y de sacerdotes y de obispos se le opuso. Se escandalizaron cuando acogió a los luchadores por la igualdad, pidió perdón a los indígenas y a los negros, recibió en la comunión a parejas que sin haberse casado vivían por décadas en fidelidad, aceptó a los  homosexuales, acogió con respeto y valoró las espiritualidades distintas del catolicismo, condenó el sistema económico predominante por ser un sistema de muerte, destapó la corrupción de la Curia Romana y fue enfrentando el crimen del abuso de niños por sacerdotes desde casos individuales hasta abrirse en sinceridad a las transformaciones de fondo que la sociedad mundial espera en la Iglesia, suprimió “trapos” como el mismo dijo de los vestidos solemnes de los curas, rechazó el clericalismo y llamó a los laicos y sobre todo a las mujeres a ocupar su lugar como iguales en esta Iglesia renovada, puesta al servicio de la Esperanza  en un proceso sinodal, símbolo del banquete universal de todos los pueblos respetados en sus culturas, sus etnias, sus tradiciones. Por supuesto que esto no lo podían resistir quienes equivocadamente piensan que los católicos son el pueblo escogido y privilegiado, o que hay países que son pueblos elegidos por Dios.  

Un compañero Jesuita mexicano, recogió esta incomodidad de muchos y le envió a Francisco estas palabras: 

“Llevo doce años escuchando y mirando tu forma de dirigir la Barca de Pedro, y te quiero decir por qué me has incomodado:

  • Me incomoda tu sencillez que confronta las falsas riquezas en las que pongo mi corazón.
  • Me incomoda tu alegría que me recuerda lo bello que es ser cristiano.
  • Me incomoda tu sentido del humor que desinfló mi ego para aprender a reírme de mí mismo.
  • Me incomoda tu pobreza que hizo mirar a los pobres y descartados de nuestro mundo, con quienes está Jesús.
  • Me incomoda tu autenticidad que rompe protocolos, porque cuestionó mi «deber ser» para abrirme y acercarme a la realidad del mundo.
  • Me incomoda tu misericordia que hizo sentirme necesitado del amor de Dios y saberme Su hijo muy amado.
  • Me incomoda tu audacia contagiosa que hace que los jóvenes salgamos a la calle a «hacer lío».
  • Me incomoda tu compasión que acepta a «todos, todos, todos» en la Iglesia, y abrió mi corazón para aprender a amar sin condiciones.
  • Me incomoda tu familiaridad con la humanidad, pues había olvidado que todos y todas somos hermanos y hermanas en Dios.
  • Me incomoda tu silencio orante, pues sentí ternura al verte hablando con Dios, como un amigo habla con otro amigo.
  • Me incomoda tu amor por la Casa Común, porque me recordaste lo pequeño y limitado que soy.
  • Me incomoda tu humildad al reconocer tus errores, porque confrontó la «imagen falsa» de quien creía ser.
  • Me incomoda que pidas perdón por los pecados de la Iglesia, porque me recordaste que también me he olvidado del amor que Dios me tiene.
  • Me incomoda tu deseo de caminar en comunidad que desarma mi ambición y pone a prueba mi solidaridad con toda la Iglesia.

Pero lo que más me incomodó, muy querido papa Francisco, fue que me enseñaste a mirar a Jesús de Nazaret, y con su mirada tierna y profunda reconocí que él me llamaba a ser su Compañero”.

Nació en un sencillo hogar católico el 17 de diciembre de 1936. Entró de jesuita a los 21 años. A los 37 fue nombrado superior provincial de Argentina. Controvertido por el emblemático caso de los jóvenes sacerdotes Yorio y Jalics detenidos por el régimen militar cuando se fueron a vivir a un barrio marginado de donde él los sacó. Años después, cuando pasó de obispo a arzobispo y cardenal, se fue metiendo cada vez más en los barrios a donde un día prohibió que estuvieran los dos jesuitas. La gente de Buenos Aires lo recuerda tomando solo el metro hasta el terminal pobre y caminando hacia la capilla con el saludo “Rezá por mí”. La misma petición que hizo a la multitud que lo aplaudía cuando acababa de ser elegido y salió al balcón a dar su primera bendición. 

Mis recuerdos personales con él  son en Roma cuando vino a la casa de los Jesuitas que acabábamos de elegir a un nuevo superior general. Allí hablamos sobre la paz de Colombia. Otro día del año 2021 me llamó al celular para decirme que acompañaba de corazón el trabajo que estábamos haciendo en la Comisión de la Verdad  y me invitó a que siguiéramos adelante sin miedo. 

Ahora, cuando empieza el Cónclave para elegir un nuevo papa, el desafío para los Cardenales es tener libertad para dejarse llevar por el Espíritu y escoger a alguien con la grandeza de corazón y el coraje y la comprensión que del mundo tuvo Francisco.

Van a tomar una decisión determinante para la humanidad, en un escenario entre la vida y la muerte como el que plantea el libro del Deuteronomio: escoger a quién, desde el servicio humilde de la Iglesia, ayude al crecimiento de la vida en la humanidad y en el Plantea, o a alguien que frene este crecimiento o, peor aún, lo eche para atrás.  
 

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