
En el escándalo de corrupción están involucradas algunas personas que han tenido mucha cercanía con el presidente en los últimos años.
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España: Pedro Sánchez en serios apuros por un escándalo de corrupción
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En uno de los pocos países europeos con la izquierda en el poder, el gobierno afronta una profunda crisis por una investigación judicial que afecta a exmiembros relevantes del Partido Socialista. El presidente cree que podrá seguir hasta el final de su mandato, en 2027. Pero casi 60 por ciento de los ciudadanos quiere que convoque elecciones o que le deje el cargo a otro miembro de su partido. Entre los que piden su renuncia está el famoso escritor Javier Cercas.
Por: Francesco Rodella

“Esto no da más de sí: por el bien de su partido, de la izquierda y de la democracia, el presidente a quien muchos votamos debería dimitir”. En España sonaron como un trueno estas palabras del reconocido escritor Javier Cercas, quien siempre se ha declarado de izquierda e incluso ha apoyado abiertamente al socialista Pedro Sánchez, actual primer ministro. Con un artículo de opinión publicado esta semana en el diario El País, el intelectual, autor de novelas como ‘Soldados de Salamina,’ decidió así entrar de lleno en un debate clave en estos momentos para los españoles: el referido a la oportunidad de que Sánchez continúe o no como jefe del gobierno, debido a una seria crisis que está afectando a su partido.
El origen de esta situación es un escándalo de corrupción. No se trata de un caso cualquiera: en él están involucradas algunas personas que han tenido mucha cercanía con el presidente en los últimos años. Es eso, en particular, lo que llevó incluso a progresistas convencidos como Cercas a manifestar su indignación. “Carece de legitimidad para gobernar un presidente cuyos dos colaboradores más estrechos durante una década están siendo investigados por integrar una organización criminal”, escribió el escritor.
Los hombres a los que se refiere son Santos Cerdán, hasta hace pocas semanas secretario de organización del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), y José Luis Ábalos, quien le precedió en ese cargo y fue también ministro de Transporte entre 2018 y 2021. La hipótesis del juez encargado de la causa es que ambos han formado parte de un entramado que cobraba pagos ilícitos por parte de empresas a cambio de la adjudicación de obras públicas. El pasado lunes, Cerdán entró en prisión provisional sin fianza por el temor del juez a que pueda destruir pruebas mientras siga investigado. Se le atribuye la posible comisión de delitos de “integración en organización criminal, cohecho y tráfico de influencias”.
Pese a que todavía no hay conclusiones judiciales definitivas, este escándalo tiene un fuerte impacto político para Sánchez. Y es que tanto Cerdán como Ábalos fueron realmente figuras claves en el PSOE, partido del que el presidente es líder indiscutible desde hace más de ocho años. Ambos tuvieron en sus manos altas responsabilidades respecto a la gestión de esa organización política y gozaron de la máxima confianza de su jefe. Además, en los últimos dos años, Cerdán fue el encargado de llevar a cabo las negociaciones políticas más delicadas para el presidente Sánchez, incluidas aquellas en las que logró el apoyo decisivo para su tercer mandato por parte de los independentistas catalanes de Junts de Catalunya.

Pero hay otro aspecto. Cuando llegó al poder por primera vez en 2018, el líder socialista utilizó el argumento de la lucha contra la corrupción como uno de sus principales activos políticos: así quiso marcar toda la distancia posible de su antecesor, Mariano Rajoy, cuyo Partido Popular justo acababa de ser condenado por corrupción. Entonces, si se tiene en cuenta esto, la investigación en curso se convierte en un golpe aún más duro para su imagen.
Qué puede pasar ahora
Desde el punto de vista político, el gobierno aparece ahora debilitado, aunque no parecería que estuviera acabado. Eso se debe a que sus aliados en la frágil mayoría que lo sostiene, formada por partidos de izquierda y territoriales (como el propio Junts), no se muestran dispuestos a dejarlo caer en lo inmediato. Por ahora, y a falta de saber cómo evolucionarán las investigaciones judiciales, todos ellos se están centrando más bien en buscar mayores provechos a cambio de mantener al presidente en el poder: es decir, que los apoyos se los quieren cobrar más caros a raíz de los últimos acontecimientos.
Por el otro lado, la oposición de derecha está endureciendo cada vez más el tono contra el gobierno. Su líder, Alberto Núñez Feijóo (Partido Popular), por ejemplo, ha descrito a Sánchez como el “capo” de una mafia”, mientras que el número uno de la extrema derecha de Vox, Santiago Abascal, le ha augurado al presidente que acabará “en la cárcel”.
¿Pero pueden hacer algo para forzar a Sánchez a dejar el cargo? En principio sí, aunque en la práctica el asunto se complica mucho. La Constitución le permite a la oposición presentar en el Parlamento una moción de censura contra el primer ministro y proponer al mismo tiempo un candidato alternativo. Aquí, sin embargo, llega el problema para Feijóo y Abascal: para que la moción prospere, sus partidos necesitarían algún voto extra, y los únicos que se los podrían proporcionar son algunos de los actuales aliados del presidente lo cual, por ahora, no es una opción viable, según admitieron el jueves los mismos populares tras hablar con todos ellos.

Pedro Sánchez quiere resistir
Por el momento, a la oposición no le quedan muchas alternativas distintas a las de alzar el tono de las protestas; mencionar otros asuntos judiciales que afectan su entorno (por ejemplo la investigación por supuestas irregularidades profesionales contra la esposa de Sánchez, Begoña Gómez, y el juicio al que podrían someter a su hermano, David Sánchez, por sospecha de haber accedido irregularmente a un puesto en una administración pública local); y pedir, una y otra vez, que el presidente dimita y convoque a elecciones. Todo ello genera polémica. De hecho, los grupos de extrema derecha denuncian esos temas. Y en la izquierda hay sospechas de que quieren contaminar el ambiente político y judicial.
En todo este contexto, Sánchez no parece dispuesto a tirar la toalla. El presidente reivindica que su partido “actuó de manera contundente desde el primer momento” para aislarse de posibles conductas corruptas. Y como ejemplo de ello, subraya que “ha apartado” a Cerdán en cuanto se supo públicamente que había sospechas sobre él. Ya principios de 2024, el PSOE había tomado la misma decisión con Ábalos, hecho que se añade a que Sánchez lo había sacado del gobierno en el verano de 2021, pero sin explicar públicamente la razón. “Hay una posición muy distinta entre mi partido y otras organizaciones políticas que nunca asumen ningún tipo de responsabilidad”. Ese es uno de los argumentos de Sánchez para justificar su voluntad de seguir su mandato hasta en 2027, cuando concluye la legislatura.
De hecho, el estilo político del líder socialista siempre se ha caracterizado por una proverbial capacidad de “resistencia”, como lo reconocen incluso observadores independientes. Por ello, hoy su estrategia se centra en la política internacional, ámbito en el que quizás se siente más cómodo. Ese es un escenario en el que, en particular a nivel europeo, Sánchez ha sabido resaltar su capacidad para darles una voz propia a asuntos relevantes, y obtener acuerdos y hacer concesiones que luego ha podido presentarle a la ciudadanía como éxitos propios.
Baluarte de la izquierda en una Europa inclinada a la derecha
Un ejemplo de que ello es así se dio a finales de junio en la cumbre de la OTAN, celebrada el 24 y 25 de junio en La Haya. Allí Sánchez mantuvo una postura distinta a la de la mayoría de los aliados en asuntos tan delicados como la petición de la OTAN sobre que sus miembros eleven al 5% del PIB sus gastos militares. Esa solicitud fue respaldada por el presidente de EE. UU., Donald Trump. En cambio, el jefe del gobierno español, dijo: “Nosotros gastaremos el 2,1%, que es una inversión suficiente y realista (…) Gastar más, agregó, supondría hacer recortes en políticas sociales”. Esa decisión no le gustó al mandatario estadounidense. “Es terrible lo que ha hecho España. Es el único país que se niega a pagar el total”, dijo al finalizar la cumbre, “haremos que pague el doble en ámbito comercial”.
Pese a las amenazas de Trump, hasta el momento Sánchez no ha anunciado cambios en su posición. Es algo que se puede explicar también con el hecho de que, en España, amplios sectores de la opinión pública (en particular en su electorado) respaldan que el gobierno no aumente de forma tan significativa los gastos militares.

De hecho, algunos planteamientos del presidente español son apreciadas en las esferas progresistas, incluso más allá del ámbito nacional: es el caso de sus opiniones sobre la crisis humanitaria en Gaza. Él ha sido uno de los líderes europeos que ha hecho las críticas más contundentes a las acciones militares de Israel (en contraste con las posiciones más tibias de países como Alemania o Italia). “Allá se está viviendo una situación catastrófica de genocidio”, dijo recientemente al pedir que la Unión Europea “suspenda” por esa razón el acuerdo de asociación con ese país. El planteamiento desencadenó protestas enfurecidas del gobierno de Benjamin Netanyahu.
Además, Sánchez ha intentado ser el baluarte de la izquierda en un continente cada vez más inclinado a la derecha. Frente a gobiernos como el del conservador alemán Friedrich Merz o el de derecha radical de la italiana Giorgia Meloni, el socialista español se presenta como una de las voces que más defienden “derechos” y “avances sociales” para la clase trabajadora y para colectivos como la comunidad LGTBIQ+.
¿Es el preludio de la caída?
Esto no quita que, en el frente interno, Sánchez afronte su etapa más compleja desde que está en el poder. Y esa situación hace crecer mucho el descontento entre militantes y simpatizantes del socialismo. “Yo pienso que la izquierda lleva razón por un hecho irrefutable, y es que décadas de socialismo democrático han engendrado en el norte de Europa las sociedades más prósperas, libres e igualitarias – escribía por ejemplo Javier Cercas en El País. – “Pero, si la izquierda se desentiende de la democracia (o si su compromiso con ella se vuelve evanescente o retórico), deja de ser izquierda”. Desde luego, España no es el único país en sentir desazón, decepción y desencanto: según una encuesta de la empresa 40dB , publicada este viernes por El País y Cadena Ser, el 59% de los electores quiere que convoque a elecciones cuanto antes, o dimita y deje el cargo a otro líder socialista (esta última es la opción que plantea el propio Cercas). Entre estas personas hay también un 20% de los votantes del PSOE.
En ese clima la derecha, incluida la más radical, que está acostumbrada a inflar sus discursos populistas para captar votos de electores descontentos, espera con ansias su momento. La misma encuesta refleja que, en tan solo un mes, el Partido Socialista perdió 2,8 puntos en intención de votos (al pasar del 29,8% al 27%) y Vox ganó 1,3 puntos (al subir del 13,9% al 15,2%). Hay un segmento en el que las estrategias de este partido están haciendo más mella: el de los jóvenes, en el que más del 25% de los electores entre 18 y 35 años asegura que piensa votar a su favor. El Partido Popular, por su parte, logra conservar la fidelidad de sus simpatizantes (que son, desde hace meses, aproximadamente el 33% del total).
El escenario ahora es de gran incertidumbre. En el partido de Sánchez, muchos temen que puedan salir más informaciones perjudiciales sobre la investigación judicial contra Cerdán y Ábalos. En ese caso, el argumento más sólido al que se aferran los socialistas para defender al gobierno es el de la buena marcha de la economía: en 2024, el PIB creció un 3,2%, un gran resultado dentro del contexto europeo, mientras que el desempleo cayó un 1,2%. Pero ese resultado podría resultar insuficiente para salvar la imagen del presidente.
Mientras se ve qué pasa, los principales partidos están en ebullición: Sánchez ha empezado a anunciar varios cambios relevantes en la dirección del PSOE mientras que, tras más de siete años con la izquierda en el poder, el Partido Popular celebra este fin de semana un congreso extraordinario en el que Feijóo buscará compactar a los suyos y prepararse para buscar la Presidencia otra vez.
