
El rearme de Europa
Miles de personas participaron en la marcha contra el programa de rearme 'ReArm Europe' que se está discutiendo actualmente entre los países de la Unión Europea. (Reuters)
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El corresponsal de CAMBIO en Europa, Eduardo Sánchez, analiza los impactos económico y político que en el Viejo Continente puede traer la decisión del rearme europeo, impulsada por la nueva política de Donald Trump con respecto a Rusia y a Ucrania y su abandono de la defensa europea.
Por: Eduardo Sánchez

La caída del Muro de Berlín y la independencia de las antiguas repúblicas soviéticas señalaron para muchos el fin de la historia (título del famoso libro de Francis Fukuyama, publicado en 1992): la victoria de Occidente, el triunfo de la democracia como ideología política y del liberalismo como ideología económica trajeron como corolario la paz en Europa: los países europeos consideraron que la guerra era ahora imposible en su territorio, decidieron abandonar las grandes inversiones militares, profesionalizaron los ejércitos y les entregaron su defensa a la Otan y a Estados Unidos al tener únicamente dos países, Reino Unido (que no pertenece a la Unión Europea (UE)) y Francia, poseedores del gran argumento de disuasión: el arma nuclear, 290 ojivas francesas y 225 británicas.
Estos sueños de paz presentan actualmente grandes fisuras con la guerra en Ucrania, el auge del nacionalismo estadounidense profesado por Donald Trump y su abandono de la defensa europea, prefiriendo una repartición de imperios con Vladímir Putin y relegando Europa a un rol de espectador (o víctima) pasiva. El despertar ha sido brutal y la UE presentó esta semana Un “Libro blanco para la preparación de la defensa europea en el horizonte 2030”, que contiene un claro señalamiento de los peligros de guerra con Rusia: “Rusia ha indicado claramente que considera estar en guerra con Occidente. Si se autoriza que Rusia alcance sus objetivos en Ucrania, su ambición territorial se extenderá más allá”. Para afrontar este peligro, el Consejo Europeo propone un programa de rearme alrededor de la creación de un fondo de 800.000 millones de euros, destinado a estimular y reforzar la industria militar europea: ReARM Europe.
Los planes de inversión masiva, con fortalecimiento de una infraestructura industrial, convencieron a los 27 países miembros de la UE, incluyendo a la Hungría de Viktor Orbán, oveja negra de Europa, presentada a menudo como aliada de Putin. Queda, por supuesto, el enorme problema de conseguir el financiamiento del fondo sin disminuir los gastos sociales, sin aumentar sensiblemente los impuestos y sin violar los fuertes controles de deuda que impone la misma UE a sus miembros. Y estos nuevos gastos llegan al tiempo que será necesario pagar la deuda contraída durante la pandemia de covid y financiar nuevas inversiones en control climático y en el desarrollo de la nueva revolución tecnológica –la inteligencia artificial–: es la cuadratura del círculo.
La solución que cuenta con mayor preferencia es la de un préstamo colectivo y un permiso de violar el Pacto de estabilidad presupuestal que permita a los Estados gastar en defensa un 1,5 por ciento del PIB durante los próximos cuatro años (la UE impone a sus miembros un déficit anual máximo del 3 por ciento de su PIB). La suma gastada por los Estados sería entonces de 650.000 millones de euros, a los que se añadiría un préstamo de 150.000 millones a nombre del Consejo, que se los prestaría enseguida a los Estados por 45 años. Queda por ver cómo países tan endeudados actualmente como Francia, Italia o Bélgica podrán asumir estas nuevas deudas…
Y a estos aspectos económicos hay que añadir los políticos. Como en asuntos de defensa las naciones son completamente autónomas, el Consejo Europeo tiene que caminar sobre cáscaras de huevos, manejando sensibilidades muy diversas pues, por ejemplo, el temor a una invasión rusa se siente más fuertemente en los países bálticos y del este que en los de Occidente. Un nuevo ejemplo de estas diferencias de percepción surgió esta semana cuando la tercera y cuarta economía europeas, Italia y España, con orientaciones políticas diferentes, se unieron para oponerse al nombre de rearme, que muestra un contenido únicamente armamentista, pues ellos quisieran ver un programa más general de mejora de las capacidades en seguridad y defensa (ciberseguridad, control de fronteras, lucha contra el terrorismo). El nuevo nombre que será utilizado es preparación defensiva.
Veamos entonces algunos de los enfoques nacionales, recordando que Trump pide a los países europeos que dediquen un 5 por ciento de sus PIB a los gastos militares (Estados Unidos dedica el 3,5 por ciento):
- Alemania: el 18 de marzo, las dos terceras partes del Parlamento aprobaron una reforma constitucional propuesta por el nuevo canciller democratacristiano Friedrich Merz y sus aliados socialdemócratas. Eso permitió que se diera un viraje casi cultural, asociado a la mentalidad alemana: el abandono de décadas de austeridad y de rechazo visceral al déficit y a la deuda, que la Constitución autorizaba hasta ahora hasta solo 0,35 por ciento del PIB. Otro problema cultural a vencer es el pacifismo, muy fuerte especialmente entre los Verdes. Y se está hablando de volver al servicio militar obligatorio, suprimido en 2011. Este gasta actualmente un 2,12 por ciento de su presupuesto en defensa
- Francia: gran aliada de Alemania y fuerte en una tradición de independencia hacia Estados Unidos, que data de la época de Charles de Gaulle y su oposición a integrar la Otan. En ese país, la nueva política de defensa europea debería adoptarse sin problema. Pero eso era sin contar con los graves problemas económicos y políticos que sacuden el país desde hace varios años, con una sucesión de gobiernos minoritarios, sujetos a amenazas permanentes de disolución. Cómo financiar la nueva deuda será un gran tema de confrontación entre las diferentes fuerzas políticas. La extensión de su paraguas nuclear a otros países europeos podría proporcionarle ventajas económicas. Gasta actualmente un 2,1 por ciento de su PIB en defensa.
- España: es el país de la Otan que menos gasta en defensa, con solo el 1,28 por ciento de su PIB. El primer ministro socialista Pedro Sánchez anuncia un aumento al 2 por ciento de aquí al 2029, pero se enfrenta a la oposición de sus aliados más a la izquierda, opuestos igualmente a la continuación en la Otan
- Reino Unido: aunque no es miembro de la UE, la nueva política europea de Trump la implica igualmente. El primer ministro laborista Keir Starmer tomó la decisión de pasar el presupuesto de la defensa al 2,5 por ciento del PIB, de aquí a 2027, acompañando esta medida con grandes recortes en prestaciones sociales y en ayuda a los países en desarrollo, lo cual desató fuertes movimientos de cólera dentro de su partido y una posible oposición en el Parlamento.
Industria militar europea
La dependencia de Europa en materia de defensa se manifiesta cruelmente en la fuente de su armamento: gran parte de sus aviones de combate, tanques, misiles, radares, comunicaciones, etcétera provienen de la industria estadounidense (un total del 60 por ciento de las importaciones de armas de los países europeos miembros de la Otan). Un ejemplo muy citado estos días es el avión de combate F-35, del cual se han comprado varias centenas en Europa, y se ha mencionado el peligro de utilizar un software de control basado en Estados Unidos, desde donde se podría acceder a todos sus datos. La escogencia de este avión estadounidense se hizo a pesar de la existencia de soluciones europeas como el Rafale francés, el Eurofighter Typhoon alemano-británico-italo-español o el Gripen sueco, lo que muestra las dificultades de concertación entre los diferentes socios europeos.
Si logra superar esos intereses nacionales, Europa dispone de una gran base industrial militar: 30 de las 100 empresas de defensa del mundo son europeas, y representan el 33 por cientp de las exportaciones de armas. Francia es el segundo país exportador, solo superado por Rusia. Pero las grandes empresas son estadounidenses: Lockheed Martin, RTX, Northrop Grumman, Boeing, General Dynamics.
Las principales empresas europeas son:
- La británica BAE Systems (7), productora de aviones, submarinos, fragatas, misiles y sistemas electrónicos de vigilancia y detección, con una cifra de negocios en 2024 de más de 30.000 millones de euros. El problema es que el 44 por ciento de sus ventas van al mercado estadounidense Airbus (13), fabricante de los bien conocidos aviones comerciales, pero con una división de defensa que tuvo en 2024 una cifra de negocios superior a los 12.000 millones de euros.
- Leonardo (14), uno de los principales grupos industriales italianos, con una cifra de negocios en 2024 de 18.000 millones de euros. Su principal producto son los helicópteros y participa en varias alianzas de producción de aviones, drones y vehículos de combate.
- La francesa Thales (17), especialista en electrónica, con un 50 por ciento de su cifra de negocios total de 20.000 millones de euros en 2024 consagrados a la defensa.
- La alemana Rheinmetall (20), productora de vehículos blindados y cañones para los tanques de combate. Su cifra de negocios de 2024 aumentó un 36 por ciento, alcanzando casi 10.000 millones de euros.
Una política común exigirá una tregua en las rivalidades de estas diferentes empresas, que tienen gran importancia en el empleo de sus países respectivos. Y decidir quién tomará el liderazgo de esta política europea de defensa no será el menor de los problemas que quedan aún por resolver…
