
Maestro de maestros
Echando de menos a los grandes dirigentes y el respeto por los valores humanos, el profesor Pompilio Iriarte perfiló estas décimas sobre e maestro Darío Echandía (1897-1989), eminente jurista y presidente encargado de la República en 1943.
Es el mundo una mezquina
colcha sucia de retazos
tejida con los pedazos
de hambre y guerra y degollina.
Gaza, Israel, Palestina,
retales de la vesania;
Crimea, Rusia y Ucrania,
Irán, Yemen, Pakistán,
el Sahel, China y Taiwán,
los retazos de la insania.
¿Qué enseñamos a las niñas
y niños sus profesores
en la clase de Valores
sobre conflictos y riñas?
De nuestras sucias rapiñas
aprenden a ser ‘aviones’;
de los parientes ladrones
aprenden a hacer sus trampas;
de las mafias y del hampa
aprenden a ser matones.
“Reducir la corrupción
a sus justas proporciones”
estaba en las intenciones
de Julito el coquetón.
Esta ‘justa’ aspiración
que el doctor Turbay tenía,
ningún eco encontraría
en tierras de Dinamarca,
aunque sí en Cundinamarca
y en el humor de Echandía.
¿Recuerdan al ‘grande’ alcalde
que samuelió la ciudad?
Con zumbona hilaridad
y burla que lo respalde
(Darío no hablaba en balde),
con ese humor que lo eleva,
quizá a repetir se atreva
que aquel pobre camaján
parecía un orangután
vestido de sacoleva.
Mandatarios, gobernantes,
no burlen la educación;
con su corrupta gestión
no se forman estudiantes.
Maestros grandes los de antes,
gran estadista Echandía,
certero con su ironía.
Siempre será recordada
su nunca bien celebrada
chaparraluna hidalguía.
