La derrota de la reforma de la salud puede ser el comienzo de un efecto dominó que termine desplomando todas las iniciativas del gobierno del presidente Gustavo Petro. Lo increíble es que este innegable fracaso nació de la arrogancia del éxito. Petro fue elegido en 2022 con una mayoría clara pero no aplastante. Fue la mayor votación de la historia por un presidente, 11.2 millones; pero la de su contendor, Rodolfo Hernández, fue también la segunda mayor de la historia. Hernández obtuvo más de 10.5 millones de votos.
Esto quiere decir que Rodolfo Hernández fue derrotado después de lograr una votación mayor de la que obtuvieron para ser elegidos presidentes Iván Duque (10.3 en 2018), Juan Manuel Santos (7.8 en 2014 y 9 en 2010), Álvaro Uribe (7.3 en 2006 y 5.8 en 2002) y de ahí para atrás todos los mandatarios que ha tenido Colombia.
La asombrosa votación por un personaje –a todas luces menor– demostraba el hastío burlón de millones de electores que lo usaron en la primera vuelta para sacar de la carrera a Federico Gutiérrez, la carta más clara de Uribe; y en la segunda para expresar el rechazo y el miedo que despertaba –y despierta– en muchos la figura de Gustavo Petro. Votar por Rodolfo Hernández para buena parte de sus electores significaba que estaban dispuestos a elegir a cualquiera que no fuera Petro.
Unos días después de esa elección y junto con el director de CAMBIO, Federico Gómez Lara, tuve la oportunidad de entrevistar a Gustavo Petro como presidente electo. Esa mañana sentí que Petro entendía la dimensión histórica de su victoria y también sus límites. En esa conversación lo recuerdo diciendo “Desde el poder tiene que haber generosidad. Si la izquierda se ensoberbece, se vuelve soberbia, porque ha logrado unos triunfos que nunca había logrado, empezando por mí mismo, nos aislamos. Y si nos aislamos, nos tumban”.
Esa mañana nos dijo también que era importante la llegada de Roy Barreras a la presidencia del Senado como una expresión de pluralismo por encima de otras aspiraciones legítimas de personas más cercanas políticamente a él. Pero más allá de eso, porque podía lograr las mayorías para aprobar las reformas necesarias.
Los hechos le dieron la razón a ese Petro pragmático. Gracias en buena medida a la cancha parlamentaria de Roy Barreras, su gobierno empezó con la mayor coalición congresional que se recuerde: 63 de los 108 senadores y 106 de los 188 representantes estaban con el presidente de izquierda a quienes muchos le habían augurado un Congreso en contra.
En apenas cuatro meses de su administración, logró la aprobación de la reforma tributaria más dura y progresista que se recuerde. Pudo hacerlo por el poder de la aplanadora congresional pero también porque quien era su ministro de Hacienda, José Antonio Ocampo, preparó rigurosamente el proyecto y tuvo la humildad de oír, de explicar y de moverse con pocas intransigencias para lograr el consenso en unos temas y repartir igualitariamente la inconformidad en otros.
Pasaron cuatro meses más y empezaron algunas de las pesadillas que hoy atormentan al presidente Petro: el escándalo por las indelicadezas y presuntos delitos de su hijo Nicolás, las dudas por la financiación de su campaña, los pasos difíciles de su hermano Juan Fernando y las polémicas reformas de salud, laboral y pensional.
En ese ambiente volvió a recibirnos para una entrevista, esta vez en la Casa de Nariño, en abril de 2023. Sucedió apenas unas semanas antes de que la coalición mayoritaria saltara por los aires y que empezaran las crisis de gabinete que hoy tienen el gobierno en manos de aparentes incondicionales del presidente.
Sobre el tema específico de la salud, Petro empezaba a moverse hacia una apuesta de “Todo o nada”. Poco quedaba de su ánimo conciliador, pensaba que no necesitaba de alianzas. O el Congreso le entregaba todo lo que él pedía o no habría reforma alguna. Fue entonces cuando pronunció las palabras que se han vuelto virales en los últimos días:
–El modelo de salud EPS ¿Si yo quisiera acabar las EPS sabe qué hago? No presento el proyecto. Dejo que pase lo que está pasando…–dijo el presidente.
–Y les demora un poquito los pagos... –le dije con sarcasmo para resaltar que esa profecía podía ser autocumplida.
–Y chu-chu-chu, eso es un dominó. Ni siquiera hay que demorar pagos. Simplemente EPS quebrada, sus afiliados, como lo han hecho hasta ahora, tienen que pasar a las que quedan. Y esa se cae. Entonces ese mundo mayor aún de afiliados, tiene que pasar a la que queda. Esa se cae. No es sino esperar. Si yo quisiera eso no es sino esperar. En pensiones, todas estas son las mismas leyes, 1991, 1993, en este caso, el gobierno de César Gaviria, a él no le gusta ver que su obra se caiga, pero es que ya se cae sola.
Estamos lejos de tener un sistema de salud perfecto. Tampoco está entre los mejores del mundo. Varios de los más radicales opositores de Petro reconocen, entre otros puntos, que es necesario aumentar la inversión pública en salud, hacer un mayor énfasis en la atención primaria, mejorar las condiciones laborales de los trabajadores del sector y acabar con la integración vertical que favorece los intereses de los intermediarios financieros que usan la plata de los contribuyentes para pagarse antes y mejor.
Sin embargo, lograr esa reforma exigía paciencia y construcción de consensos. Como Petro no logró todo, prefirió quedarse con nada. Su profético chu-chu-chu puede cumplirse y de paso llevarse por delante lo que queda de su administración, junto con cualquier esperanza de gobierno alternativo en el futuro.