
La muerte del maestro Fernando Botero ha inspirado a nuestro poeta elegiaco Pompilio Iriarte las siguientes reflexiones en versos hondos y redondos.
Discretamente enterrado
nuestro artista en Pietrasanta,
quien esto escribe no aguanta
seguir dudoso y callado.
Vivamente interesado
quiere que alguien nos explique
—según su ingenio lo indique—
un tema que nos desborda,
aunque nos arme la gorda
la cultura del delique.
Figuras voluminosas,
regordetas, gordiflonas,
y abadesas pechugonas
son personas voluptuosas.
¿Habrá modelos gozosas,
caderonas, mofletudas,
Miss Universos nalgudas
felices con su volumen?
¿Beldades habrá, en resumen,
rollizas por si las dudas?
Para ponernos al día
queremos saber primero
si un pintor como Botero
creó la volumetría.
Si es cierto, como decía,
que el volumen da placer,
de ese mismo parecer
deben ser los mastodontes,
ballenas, rinocerontes…
¡Ladillas, nada que ver!
En un cuadro diferente
de volumétricos planos,
poblemos mundos lejanos
con virus del presidente.
Virus gordos, linda gente,
chinches gordas, pulgas bellas…
Entre rollizas centellas,
conflictos que, gruesos, ceden…
Nuestras lujurias proceden
del polvo de las estrellas.
Elogio de la locura,
el libro del viejo Erasmo,
aplaude con entusiasmo
nuestra mental calentura.
Nuestra demencia —asegura—
engendrada por Plutón
y por Hebe en un jergón,
con el vino y la ignorancia,
tiene notable importancia
para gente del montón.
