
Las travesuras de Víctor Mallarino con la Inteligencia Artificial (IA) produjeron hace semanas un poema harapiento y descoyuntado. Ahora nuestro decimero solicita a la IA todo un paisaje surrealista. Mallarino nos cuenta, en 400 sílabas, lo que ocurrió cuando echó a correr lo que la corrección zoológica llamaría un equino injertado de canino y aquilino.
Para una diapositiva
de Power Point le pedí
a la querida AI
que en una imagen describa
la cacería furtiva
de las águilas de bosque,
pues es común que se embosque,
por miedo o superstición,
a una harpía con changón
y la asistencia de un gozque.
Le dije: pinta un jinete
con su caballo y algún
perro mestizo común
olfateando al garete.
Y a lo lejos, un boquete
que, contra la luz del día,
nos deje ver a una harpía
que, al desconocer su suerte
de una prematura muerte,
ni vuela ni desconfía.
Dio el render un anaglifo
donde vi, no sin sorpresa,
a una malvada diablesa
cabalgando a un hipogrifo.
Yo salpiqué como un grifo
todo el café en la pantalla
y, secándolo con toalla,
pregunté en forma discreta:
"¿En dónde está la escopeta?"
y Midjourney casi estalla.
Repetí el prompt de la harpía
y al final quedó preciosa
pero un arma era otra cosa:
¡me dijo que violaría
la moral si yo pedía
el tan bélico utensilio!
Según entiendo el concilio:
no está bien visto nombrarlas
pero sí pueden comprarlas
en línea y a domicilio.
Yo pienso qué pasaría
si despiertan los señores
de esa nación fundadores
y explican que, allá en su día,
la propiedad defendía
cada quien con un florete
o, a lo sumo, algún mosquete,
que los tiempos han cambiado
y no es normal que un pelado
porte AK-47.
