¿Qué nos esperará dentro de treinta años? Nuestro decimero Pompilio Iriarte ha intentado anticiparse al futuro con esta predicción pesimista que dirige a un tal Víctor sobre un tal Nicolás y otros personajes que en la actualidad gobiernan.
En 2051
En dos mil cincuenta y uno
cumpliré ciento seis años,
y usted, Víctor, los noventa
y cuatro. ¿Pesar? Ninguno,
si en la mollera no hay daños
y el corazón no revienta.
Yo lo invito, usted me invita,
si no a salir con las nenas,
a hacer castillos de arena
o a sacar crucigramitas.
Para entonces, el país,
prehistórico estropicio,
lleno estará de antropólogos
que buscan nuestra raíz.
Campo será, el más propicio
para doctos arqueólogos.
Escarbarán las colinas,
nuestras tumbas, las iglesias,
la razón de nuestra amnesia,
la causa de nuestras ruinas.
Don Nicolás —más maduro—
tendrá sus ochenta y nueve.
¿Habrá quién lo desencueve
del antro arcaico y oscuro?
En Nicaragua, el futuro
a todos desasosiega,
pues el mandato no entrega
el dictador centenario,
autócrata y arbitrario,
llamado Daniel Ortega.
El Perú, según algunos,
será la nación moderna.
El sombrero que gobierna,
en dos mil cincuenta y uno,
tendrá ochenta y dos octubres.
Mucho menos sombrerón,
pero pegado a la ubre,
gobernará El Salvador
Nayib Bukele. Lo cubre
la gorra del dictador.
¿Putin, de noventa y nueve,
en el Kremlin todavía?
¡En el poder medio siglo!
Del trono nadie lo mueve.
Qué antigualla, qué vestiglo,
qué pico y garras de harpía
con cara de yo no fui.
Monterroso no vacila:
cuando despiertas, Liudmila,
el dinosaurio está ahí.
Pompilio Iriarte