Daniel Coronell
6 Noviembre 2022

Daniel Coronell

EL DERECHO A DISENTIR

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Siempre es más fácil defender la libertad de expresión de aquellos con los que uno está de acuerdo. El reto está en luchar por el derecho de las personas con las que tenemos diferencias a expresar opiniones que resultan molestas o que contradicen nuestra forma de pensar. Esa es la verdadera medida de la honestidad intelectual y del carácter pluralista.

Admiro la obra y aprecio a la escritora Carolina Sanín. He tenido la suerte de ser su alumno y disfrutar de su forma apasionada de enseñar. También he discrepado de ella. 

No me gustan, ni puedo compartir las descalificaciones que Carolina ha expresado contra Daniel Samper Ospina, cuya creatividad y determinación permiten, entre muchas cosas, que –a pesar de todo– ustedes estén leyendo estas columnas. 

Tampoco estoy de acuerdo, por ejemplo, con su ataque a Héctor Abad Faciolince, cuyo trabajo considero de enorme factura literaria. Pero, sobre todo, discrepo de la forma que ha usado Carolina para expresar su crítica contra él, aunque reconozco siempre su derecho a hacerlo.

Alguna vez, además, tuve una edificante discusión con Carolina por Twitter. 

Acababan de cancelar mi columna en Semana por haberme atrevido a escribir en la revista que el nuevo dueño estaba usando la publicación para librar sus conquistas y guerras empresariales, como lo sigue haciendo. 

El columnista Julio César Londoño, de El Espectador, publicó una columna, en mi defensa, titulada “Gabriel Gilinski, un alquimista invertido”. Agradecí mucho la intención del señor Londoño, pero percibí en su opinión unas expresiones antisemitas y sentí que era mi deber advertirlo públicamente.

Ante mi trino, Carolina opinó que no debía utilizar el adverbio “respetuosamente” porque legitimaba la expresión antisemita.

Respondí el mensaje de Carolina y ella el mío.

La discusión siguió por varios trinos que ustedes pueden leer y que traigo a colación solamente porque quiero resaltar que he tenido diferencias públicas con ella, lo cual no me impide reconocer el valor de su voz y de su labor intelectual.

Tanto que cuando nacía Cambio le pedí a Carolina Sanín que se sumara al proyecto. En esa idea me acompañó con entusiasmo el director Federico Gómez Lara. Entre otras cosas, por cuenta de esa decisión, el columnista Esteban Carlos Mejía se sintió autorizado para insultar a mi esposa y a mi hija. 

Este sábado en la mañana me encontré con la noticia de que la editorial mexicana Almadía decidió no publicar Somos luces abismales y Tu cruz en el cielo desierto, libros de Carolina Sanín, por las posiciones que ella recientemente ha sostenido sobre la división sexo/género y la identidad sexual. Un asunto que explicó extensamente en una videocolumna para Cambio, que ustedes pueden ver aquí.

Cambio Colombia

Los invito a ver sus argumentos. No creo que Carolina sea transfóbica. Estoy seguro de que se opone a cualquier forma de discriminación contra las personas trans como lo ha manifestado públicamente. Simplemente está expresando una opinión con la que usted y yo podemos estar o no de acuerdo.

Lo que me parece inaceptable, como ciudadano y como periodista, es que haya personas que pidan el silenciamiento de sus opiniones o la censura contra sus libros solo por atreverse a disentir.

La inclusión real se da en la discusión de los argumentos, nunca en la cancelación del discrepante. 

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