
Elecciones, esperanzas, engaños, violencia, miseria, guerra... Esta materia prima de la vida y de la actualidad sirve a Beatriz Ordoñez, nuestra decimera existencialista, para construir sus versos de la semana.
Un país sin remedio
Con resultados confusos,
con esperanzas inciertas,
las ilusiones abiertas
y todos patidifusos.
Siempre somos tan ilusos,
siempre esperando sorpresas,
limando las asperezas
y persiguiendo imposibles:
ciudadanos invencibles
imaginando certezas.
Petro ganó en las encuestas
y barrió en las elecciones.
Así son las decisiones,
más firmes que las apuestas.
Con estas cifras a cuestas
no hay que actuar a la ligera;
la situación verdadera
es un centro a la deriva,
una derecha cautiva
y el país quieto en primera.
La derecha hizo en su senda
una sutil triquiñuela
para darle manivela
a la próxima contienda.
Sus causas no tienen rienda:
fingen ser los perdedores
ante sus opositores
y así en la primera vuelta
sacar su carta encubierta
y resultar vencedores.
Está siendo cuestionado
el preconteo de los votos,
y es que hay algunos devotos
que cambian el resultado
cuando no es el de su agrado.
¿Podremos tal vez un día
aceptar con gallardía
las ideas diferentes?
¿Ser demócratas conscientes
y vivir en armonía?
Inventando el horror
La guerra es un espejismo;
el sueño de los cobardes;
tiranos con sus alardes
de dueños del terrorismo.
La gente frente al abismo
vive la vida impotente,
atravesando un presente
donde no existe futuro,
donde el terror es oscuro
y el hambre es cosa frecuente.
El mundo no puede más
con tantos locos tiranos,
infames y soberanos.
Dicen que buscan la paz
tan frágil y tan fugaz,
pero apoyan, indolentes,
las guerras más inclementes;
y pasarán a la historia
como orates sin memoria:
hijueputines dementes.
