Antonio Caballero
17 Febrero 2022

Antonio Caballero

La sirena cantora

La suya no es política de izquierda ni de derecha, que según Petro ya no existen, sino "de la vida contra la muerte". ¿Y quién va a estar en favor de la muerte?

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No importa mucho lo que recite Margarita Rosa de Francisco —para eso es una actriz— sobre el "Pacto Histórico", así denominado por Gustavo Petro, excandidato y precandidato a la presidencia de Colombia, y, en tanto que tal, politiquero profesional. Margarita Rosa es muy bella y tiene muy buena voz, y además es famosa, con lo cual es un gran gancho, un buen anzuelo, para futuros votantes —pues de eso se trata— de la "Colombia Humana" de Petro. Y se ha dejado captar por lo que yo hace un par de meses llamaba las engañosas "voces de sirena" de Gustavo Petro y de su colega senador, y guionista de televisión, Gustavo Bolívar. Pero está vendiendo a un farsante. Y una farsa.

El "Pacto Histórico" de Petro, que suena tan estruendosamente revolucionario, es simplemente un revoltijo politiquero y electorero:  una mezcolanza de lo que queda del Polo Democrático, el Mais indígena, los restos de la Unión Patriótica, y la Colombia Humana de Petro. Más un par de saltimbanquis oportunistas, Roy Barreras y Armando Benedetti, tránsfugas de cuatro o cinco partidos distintos, tanto de derecha como de izquierda. 

Sí, por supuesto: Bolívar es un gran guionista de ficción —recuerden su famosa telenovela Sin tetas no hay paraíso—; y así es de suponer que meterá mano en la redacción del programa electoral de la ficción petrista. Y Petro es un gran demagogo —acuérdense de sus arengas encendidas desde el balcón de la alcaldía sobre la plaza de Bolívar, incitando a la gente (¿al pueblo?, ¿al populacho?, ¿a la ciudadanía consciente y consecuente?)  a protestar contra la censura de la Procuraduría de Alejandro Ordóñez al alcalde Petro por sus abusos. Un abuso, a su vez, de Ordóñez, abusador de vocación. Pero recuerden que el mismo Petro, demagogo y politiquero como es, había convencido a sus copartidarios en el Congreso, en los tiempos en que era todavía del Polo Democrático, de que había que votar para la Procuraduría por ese mismo ultraderechista Ordóñez para mostrar que el Polo no era de izquierda. No es que por eso Petro sea de derecha. Ni tampoco que sea de izquierda. Es petrista. 

Y qué hábil titulador, eso sí. "Colombia Humana" es el nombre de su grupo, o de su coalición del impresionantemente llamado "Pacto Histórico", con mayúsculas.  ¿Y quién se va a atrever a estar públicamente en desacuerdo con la Humanidad? ¿O con la Historia? Y la suya no es política de izquierda ni de derecha, que según él ya no existen, sino "de la vida contra la muerte". ¿Y quién va a estar en favor de la muerte? Ni siquiera lo han estado abiertamente, públicamente, los dos más desvergonzados utilizadores de la muerte para la política del siglo veinte, Adolf Hitler desde la derecha y José Stalin desde la izquierda.

Yo mismo estoy de acuerdo con los abrumadores y solemnes títulos que les pone Gustavo Petro a sus propuestas políticas: Humanidad, Historia, Vida contra la Muerte. Pero no se los creo. Creo que son solamente el disfraz de sus ambiciones personales. Ya lo he escrito varias veces: Petro es un mentiroso.

Creo que con sus sonoras palabras no solo engaña a personas inteligentes pero ingenuas y novatas en política como Margarita Rosa de Francisco, sino también a otras más veteranas, como Gustavo Bolívar, su compañero de pesca. Creo, en suma, que Petro no solo tiene la voz, sino también tiene el mitológico cuerpo de las sirenas: mitad mujer cantora, mitad huidizo pez resbaloso. Por eso lo llamé "sirena" en el artículo en que, hace un par de meses, critiqué sus obscenos, en mi opinión, cantos electorales de seducción hacia la bella Margarita Rosa de Francisco.

Aunque, claro: si me atreviera a decir que la verdadera sirena de este cuento es Margarita Rosa, me saltarían a la yugular. Como ya lo hicieron el otro día los defensores del más torpe de los feminismos: ese que predica que a una mujer no se la puede tocar ni con el pétalo de una rosa. (¿O de una margarita?). Por eso no me atrevo.

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