Velia Vidal
17 Diciembre 2022

Velia Vidal

Celebración

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Después de la intervención del director del Hutchins Center, el profesor Henry Louis Gates Jr., quien daba apertura al segundo encuentro continental de estudios afrolatinoamericanos de ALARI (Afro-Latin American Research Institute at de Hutchins Center) de la Universidad de Harvard, nos anunciaron que una persona que infortunadamente no había podido ir nos había enviado un mensaje en video. El público completo se emocionó al ver en la pantalla a nuestra vicepresidenta colombiana Francia Márquez.

Lo especial de esta reacción emotiva es que en el auditorio estábamos más de doscientos cincuenta académicos, artistas y activistas vinculados con el campo de estudios afrolatinoamericanos de toda América, quienes reconocíamos con claridad la importancia de la figura de Márquez no solo en términos políticos a nivel nacional, sino en términos sociales y para el campo de estudios a nivel continental.

Ayer, por segunda vez en esta semana, me preguntaron en una entrevista sobre la relevancia de la llegada de Francia a la vicepresidencia. Entonces recordé el suceso en Cambridge y volví también sobre las discusiones que se han suscitado este año en los medios y la vida cotidiana en Colombia alrededor de su figura en las que, de alguna manera, he participado con mis columnas de opinión.

Definitivamente es un motivo de celebración que por fin el racismo se haya puesto sobre la mesa de manera abierta en Colombia. Hay que aceptar que esto muchas veces ocurre a costa del dolor de alguien, en este caso y en buena medida, de nuestra vicepresidenta, quien no ha tenido ningún temor en nombrar lo que no se nombraba, en señalarlo en toda clase de escenarios y en reconocer lo que significan las innumerables acciones y palabras insultantes de las que ha sido víctima.

Detrás de esto han venido los debates, las protestas, la visibilización de otros casos y también el interés de quienes genuinamente quieren cuestionar el racismo estructural y cotidiano en nuestra sociedad y sus prácticas habituales, quienes quieren revisar sus sistemas de creencias y el modo como ven a los otros. Creo que justamente de esos casos viene la acogida de esta columna de opinión con la que he intentado poner en términos simples y accesibles algunas de las manifestaciones racistas más complejas de nuestra sociedad, así como nombrar hechos ligados a mi territorio y su relación directa pero invisibilizada con el racismo sistémico.

En un espacio como el encuentro continental muchas de las ponencias y conversaciones giraban alrededor de los temas raciales, de las interseccionalidades, de los procesos políticos y sociales de los pueblos afro en toda América Latina, así como de nuestras diversas manifestaciones artísticas y culturales; pero como suele pasar en la academia, muchos de estos temas y discusiones no llegan a los medios ni a las escuelas, mucho menos a los espacios comunitarios. De ahí la relevancia de que una voz como la de Márquez incida directamente en estas discusiones en los escenarios públicos de todos los niveles.

Con el paso del tiempo, los analistas y la ciudadanía juzgaremos la gestión de Márquez y sus compañeros de gobierno como servidores públicos; en su caso, ojalá no se le juzgue a través de una mirada racista y, ojalá, esa evaluación justa sea el resultado de haber aprendido durante estos años, al menos un poco más, a ver a los otros por lo que son y valorar sus acciones no por el tono de su piel ni por la raíz de su historia.

Elijo cerrar este año de columnas con esta celebración de la conversación y las palabras como una forma de sanar y corregir el rumbo. Palabras dulces, claras y precisas para conversaciones que, de todos modos, pueden ser muy dolorosas.

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