María Jimena Duzán
25 Septiembre 2022

María Jimena Duzán

Mordisco, el impostor que resucitó

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Iván Mordisco, el jefe de las disidencias de las Farc que según Ivan Duque había sido abatido en la operación Júpiter realizada pocas semanas antes de su salida del poder, resucitó la semana pasada y de qué manera. Mordisco apareció en un video, hablando desde “las montañas de Colombia”, detrás de un atril, vestido con toda la parafernalia de las extintas Farc y se presentó como el jefe máximo del "comando central de las Farc" y como si esta farsa ya no fuera suficiente, en nombre dizque del pueblo armado y de las "masas populares que lo acompañan", le comunicó al gobierno del presidente Gustavo Petro su disponibilidad para iniciar un cese al fuego bilateral.

La noticia fue recibida con optimismo por el alto comisionado de paz, Danilo Rueda, pero la resurrección de este jefe de la disidencia, no deja de ser una gran farsa. Que quede claro: Mordisco no es la reencarnación de Marulanda ni de Jojoy ni las disidencias a su mando son las nuevas Farc.

Tampoco es cierto que las disidencias se iniciaron en el gobierno Duque, como lo insinuó el presidente Gustavo Petro en una entrevista reciente. Mordisco fue el primer comandante de un Frente de las Farc en decirle no al acuerdo de paz antes de la firma, en 2016. Lo siguió Gentil Duarte a quien el secretariado había escogido para que fuera a manejar esa disidencia y la sofocara.

En 2018, según un informe de la Fundación Ideas para la paz, estas disidencias tenían ya cerca de 1.200 hombres y hoy, de acuerdo con la Fundación Pares, pueden llegar a tres mil. Sin embargo, la inteligencia militar de Duque (y el uribismo) insistía hasta hace poco que estas disidencias podrían llegar a tener ocho mil hombres.

Cuando el Bloque Oriental de las Farc se desactivó gran parte de la zona del Vaupés, Guainía, Guaviare y Vichada quedó a merced de las organizaciones criminales que se dedicaban a las rentas ilícitas. Como el Estado nunca llegó ni se implementó la paz territorial, las disidencias de Mordisco y de Gentil Duarte entraron a poner orden y en cosa de segundos se convirtieron en los proveedores de seguridad de la región a cambio del pago de vacunas.

Es cierto que recuperaron las insignia de las Farc, su himno, su bandera y que revivieron las vacunas y los patrullajes en los ríos, imponiendo retenes y afectando la movilidad, pero su ADN siguió siendo el del billete y la codicia. Que no se equivoque el gobierno. Las disidencias, no son una suma de nuevas estructuras guerrilleras que se quieren tomar el poder, sino un retazo de estructuras criminales que se dedican a la extracción ilegal del coltán, del oro y a la producción de la cocaína y que tienen ramificaciones en el Putumayo, en Nariño, además de ejercer control por los ríos Vaupés, Inírida, Guaviare y Orinoco.

Las disidencias no solo tienen una relación directa con las bandas criminales, también la tienen con los poderes feudales y terratenientes del sur del país que andan tumbando las selvas del Amazonas y acabando con las sabanas de la Orinoquía con el propósito de ampliar la frontera agrícola. A pesar de que Duque prometió que iba a reducir la tasa de deforestación, su políticas medioambientales fueron un fracaso. 700.000 hectáreas fueron devastadas en sus cuatro años de gobierno, un ritmo de deforestación infernal que contó con el apoyo de las disidencias. Las zonas deforestadas coinciden con aquellas en donde las disidencias tienen el control de los ríos y de los pueblos. Las disidencias han contribuido a esta debacle y están impulsando nuevas colonizaciones para desmontar la selva, de la mano de un grupo de políticos que se ocultan y que callan. En el Guaviare los campesinos no pueden salir de sus casas después de una hora, pero tienen vía libre para tumbar árboles.

Las disidencias de Mordisco dicen que representan al pueblo armado que se levanta ante las injusticias, pero en realidad lo que quieren es lucrarse, acabar con el bosque, no ir a la cárcel y mantener el statu quo. Tienen lazos con los poderes terratenientes de la región y han concertado con ellos un pacto de no agresión para que unos y otros puedan moverse sin ningún problema por el Guaviare, el Inírida y el Vichada. De hecho, en estas zonas, -a diferencia del Catatumbo, del norte del Cauca y del Pacifico nariñense- ha habido menos combates desde que se desmontaron las Farc.

La paz total de Petro tiene una lógica indiscutible Sin embargo seria un error que el gobierno termine avalando a estos impostores.

La mayor de sus mentiras es que son el estado mayor central de las Farc. Las extintas Farc construyeron su estado Mayor durante 60 años y su estructura sofisticada y compleja llegó a tener más de 20.000 hombres y cerca de 6 bloques. Por cada 50 hombres tenía un comandante de escuadra, el cual era formado en ocho años y por cada compañía que se creaba, se necesitaban 14 comandantes. Para sostener 8.000 hombres armados las extintas Farc necesitan una comandancia que no pueden tener porque no la han alcanzado a formar. Así de simple.

Mordisco puede pasar de los 200 hombres que tenía cuando en 2017 se fue a la guerra a los 8.000 de qué hablan los uribistas y la inteligencia militar, pero no puede tener la estructura militar que tenía el estado central de las Farc. La razón es simple: en cinco años no pueden construir lo que las Farc hicieron en 60. Su "ejército" está hecho de bandas criminales, de la guerra reciclada y de niños que terminan en sus filas porque la implementación del acuerdo de paz que les prometió que los iba a sacar de la guerra nunca llegó. Ninguno de ellos quiere tomarse el poder porque a lo que aspiran es a blanquear sus dineros. Por eso es que autoproclamarse como el estado central de las Farc no solo es una patraña sino una provocación que alienta a los sectores que siempre han insistido en que las Farc nunca se desmovilizó. Pero sobre todo, pretende borrar de un plumazo lo que significó para el país el desmonte de las Farc, en 2016 luego de la firma del acuerdo de paz.

La paz total sí, pero sin falsos paradigmas ni impostores.

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