María Jimena Duzán
27 Febrero 2022

María Jimena Duzán

Sin esperanza

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La debacle de la coalición Centro Esperanza es un hecho. Les pudieron más sus egos, sus ambiciones, sus pequeñeces y vanidades que la voluntad por trabajar alrededor de un proyecto común que impulsara las ideas progresistas. Desperdiciaron su vigor en avivar desconfianzas e inseguridades y en esculpir sus egos y no se la jugaron por la construcción de una agenda de cambio.

A eso quedó reducida la esperanza que nos ofrecieron: a una mezquina puja de egos que fue envenenando el ambiente hasta volverlo tóxico.

Ninguno de sus integrantes se salva de su responsabilidad en esta catástrofe. El senador Jorge Enrique Robledo, con su soberbia y con su desconexión con la gente, ha sido uno de los que más se ha empeñado en destruir en lugar de construir. Su ego, está, en alza.

Su precandidatura presidencial nunca despegó, pero se comporta como un mandarín. Llega a los debates cargado de displicencia y armado con cara de puño. Bufando llegó la semana pasada a un debate sobre el medio ambiente y el calentamiento global convocado por la Universidad Nacional en asocio con Los Andes y varias ONG medioambientales. Se disgustó por todo, por el micrófono, por la manera como se hizo el sorteo y cuando empezó el debate con Gustavo Petro, lo retó a que hicieran un verdadero debate de fondo sobre el tema medioambiental, como si el debate de la Nacional no estuviera a su altura.

Esa pretensiosa superioridad moral de Jorge Enrique Robledo ha sido otro de los grandes errores que han repetido los demás candidatos de la Coalición Centro Esperanza. Por pensar en su rancho, es que los Galán no quisieron ir unidos en una lista para las elecciones del Congreso y por querer imponer su yo moral, es que todos siguen enfrascados en la estéril pelea por saber quién de ellos posee el grado más alto de pureza. No saben que esa obsesión por mostrarse como los certificadores de la pureza política cuando todos tienen sus pecadillos, simplemente no funciona. Se la pasan señalándose los unos a los otros, como si se hubieran inventado el corruptómetro, pero todos tienen sus vergüenzas. En la última sacada de clavo, Robledo le dio un nuevo ultimátum a Alejandro Gaviria por impuro y descalificó la adhesión a su campaña de Jorge Emilio Rey, el cuestionado exgobernador de Cundinamarca que es ficha de Germán Vargas Lleras. Rey es una adhesión muy difícil de digerir, es cierto, pero no es peor que la alianza de Robledo con Samuel Moreno para llegar a la Alcaldía de Bogotá o que la feria de avales a parapolíticos que protagonizó el Cambio Radical en que militó Carlos Fernando Galán. Además, no se necesita apelar al pasado para hablar de políticos clientelistas que se lucran de contratos. Basta con detener la mirada en Carlos Amaya, el nuevo gamonal de Boyacá que forma parte de la Coalición.

Una cosa es querer cambiar la forma de hacer política y otra muy distinta convertirla en un púlpito, para certificar la pureza de los hombres y mujeres mientras se hacen cosas pecaminosas por debajo de la sotana. La política no se vuelve ética porque sea pura, sino porque sirve para cambiar la vida de las personas más necesitadas. Eso se le olvidó a la Coalición Centro Esperanza, nombre que parece más una ruta de un bus distrital que el de un proyecto político.

Alejandro Gaviria también ha caído en esta feria de los egos porque quiere ganarle la consulta a Sergio Fajardo. Ha gastado sus energías en buscar adhesiones de políticos que tienen maquinaria para comprar votos con el poderoso argumento de que hay que atraer a personas que piensen distinto. Sin embargo, hay que decir que esos gamonales que está cazando no tienen ideología distinta a la de vivir como rémoras del poder.

Vaya uno a saber por qué Sergio Fajardo, el líder natural de la coalición, ha hecho una candidatura tan pasiva y tan gris. A diferencia de los otros, Sergio no destruye, pero tampoco ha hecho mucho por construir ni por liderar.  Se le ve cansado, desinteresado y derrotado.

Desde el inicio esta fue una coalición con serios problemas de engranaje, a pesar de que tenían todo para llegar al poder. Los dirigentes de la Alianza Verde, el partido más importante de la Coalición, nunca se pudieron poner de acuerdo ni siquiera para escoger a su candidato. Me cuentan que Angélica Lozano dirigente de ese partido, primero le coqueteó a Ángela María Robledo, pero una vez que ella se salió del petrismo y aterrizó en el verde, ni más. A Sergio Fajardo le hicieron la misma vuelta. Le cazaron, pero al final no le dieron el aval. El mismo tratamiento le dieron a Alejandro Gaviria, quien terminó sacando su candidatura por firmas. Al final, por cuenta de las vanidades, de sus indecisiones y de sus imposibilidades por llegar a un acuerdo alrededor de un nombre, los verdes se quedaron sin candidato presidencial y sin partido. El petrismo les sonsacó las bases, mientras, en el Olimpo de ese partido se jalaban las mechas.

Gane quien gane la consulta del Centro Esperanza, el daño ya está hecho. Qué lástima.

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