
Fernando Hakim, el neurocirujano que lidera el equipo médico que atiende al senador Miguel Uribe Turbay, gravemente herido en la cabeza durante el atentado ocurrido el 7 de junio en Bogotá.
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Fernando Hakim, el doctor de la esperanza
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El neurocirujano, descendiente de cristianos maronitas e hijo del eminente doctor Salomón Hakim, lidera el equipo que intenta salvarle la vida a Miguel Uribe Turbay. ¿Quién es este médico que todos los días va al gimnasio, conduce el viejo Volvo de su padre y creó en la Fundación Santa Fe uno de los centros del cuidado de la hidrocefalia con presión normal más reconocidos del mundo?

Un hombre de sesenta años camina como si lo hiciera sobre un imán interminable. Levantar los pies del suelo, cambiar de dirección y dar un giro son movimientos que se convierten en una proeza. Apenas puede avanzar a tientas, como si fuera C-3PO, el torpe robot dorado de Star Wars. Con el tiempo, a la marcha magnética –este es el término clínico del caminar robótico– se le suman la pérdida del control de los esfínteres urinarios y las expresiones de demencia. La aterradora tríada de síntomas condena al hombre, con muchos años de vida por delante, al olvido o a la resignación de un diagnóstico cerebral irreversible. En la mayoría de los casos, su destino será abrazar al fantasma incurable del Alzheimer.
Lo anterior era así hasta que, en el año 1957, se produjo un descubrimiento que se convirtió en uno de los hitos científicos y médicos del siglo XX: el eminente neurocirujano barranquillero Salomón Hakim descubrió la hidrocefalia con presión normal, que hoy se conoce como el Síndrome de Hakim.
El Síndrome de Hakim, la válvula de Hakim, la esperanza
Su hallazgo consistió en demostrar que, en algunos casos, caminar como el robot de Star Wars, orinarse sin poder controlar y decir disparates propios de la demencia no obedecía a un deterioro irreversible del tejido cerebral causado por la vejez, sino que podía explicarse por una acumulación excesiva del líquido cefalorraquídeo en los ventrílocuos cerebrales, no obstante que no se manifestara un aumento notorio de la presión del mismo.
Explicarse y curarse: de la descripción de los síntomas y el protocolo para diagnosticar el Síndrome de Hakim, el neurocirujano, que también era físico y químico, y aficionado a tocar piano, pasó a inventar el artefacto para tratarlo: una válvula de 70 milímetros de largo que se incrusta subcutáneamente detrás de la oreja para drenar, a través de un catéter que va hacia la zona abdominal o hacia la aurícula derecha del corazón, el exceso de líquido cefalorraquídeo –la causa estructural de esos temibles daños físicos y cognitivos–.

Desde su invención, la válvula ha logrado que millones de personas en el mundo salgan de la niebla sorda del daño cerebral irreversible para volver, en plena normalidad, a trabajar, bailar, escribir novelas, jugar al tenis. Fue el caso del padre de Shakira, William Mebarak, a quien Fernando Hakim le implantó la válvula de Hakim en el 2023 en Cartagena.
Quizás si García Márquez, amigo personal del doctor Salomón, quien también le implantó la válvula milagrosa a la esposa de su hermano Luis Enrique, hubiera descrito a ese sabio, lo habría hecho con la misma devoción con que fabuló a los médicos que más quiso en sus novelas. Sería uno de los médicos que curan la desesperanza.
Orgullo y legado
“Lo más impresionante de Fernando Hakim es que nunca se arropó en su apellido, reconocido en todo el mundo y en las más altas esferas médicas; por el contrario, sin dejar de honrar su legado, se forjó un camino propio y deslumbrante por fuera de la sombra del genio que fue su padre”, le dijo a CAMBIO Andrés Rodríguez Munera, ortopedista, cirujano de columna y amigo personal del médico que lidera el equipo que intenta salvarle la vida al senador Miguel Uribe Turbay.
El camino propio al que se refiere Rodríguez tiene el acento de una eminencia: docente, investigador, jefe del departamento de Neurocirugía de la Fundación Santa Fe, especialista en neurocirugía y neuropatología del Massachusetts General Hospital de la Universidad de Harvard, director y fundador del Centro de Cuidado Clínico de Hidrocefalia con Presión Normal. Todo esto en una sola vida.

El núcleo de su legado –estrechamente ligado con el legado de su padre– ha sido popularizar el conocimiento del síndrome que lleva su apellido, así como seguir ahondando en su entendimiento. En consecuencia, creó en el interior de la Fundación Santa Fe un protocolo de diagnóstico, tratamiento y seguimiento de la hidrocefalia con presión normal –el mencionado Centro de Cuidado Clínico de Hidrocefalia con Presión Normal– que fue certificado como uno de los centros más importantes en el mundo para tratar esa enfermedad .
Para María Vallejo, fisiatra que trabajó en el centro que fundó Fernando Hakim en la Fundación Santa Fe, el protocolo está atravesado por la excelencia, la tecnología y la multidisciplinariedad. Y tiene todo que ver con el creciente perfeccionamiento de la válvula que inventó su papá y que hoy, en gran medida gracias a su liderazgo y a la creación de un equipo que se rige por la excelencia, se incrusta en un cerebro humano en 25 minutos y se dirige directamente hacia el corazón, disminuyendo considerablemente el riesgo de infecciones y complicaciones.
A la Fundación Santa Fe, en donde opera el centro, llegan pacientes de todo el mundo. Luego de ser diagnosticados con daños cerebrales irreversibles en sus países, se topan con un equipo de fisiatras, psicólogos, neuropsicólogos y neurocirujanos que, siguiendo el protocolo que instauró el doctor Fernando Hakim, literalmente, los devuelven a la vida. Diez días después de la cirugía en la que se implanta la válvula, los familiares de los pacientes, que deben enviar videos de control estrictamente estipulados, ya pueden percibir la corrección de los daños físicos y cognitivos. En los casos más notorios, a las 48 horas, el milagro de la válvula se manifiesta.
Tiene sustento, pues, que al ser preguntado por el mayor orgullo de su vida, el doctor Fernando Hakim se refiera a la continuación del legado de su padre Salomón, desafiando la inercia histórica de los hijos que son engullidos por el genio insuperable de sus padres.
Fernando Hakim, el doctor impecable
Daniel Jaramillo, uno de sus discípulos, un día llamó al doctor Fernando Hakim angustiado y urgido porque su abuela estaba atravesando un infarto cerebral e iba en camino hacia la Fundación Santa Fe. El doctor Hakim contestó su llamada, le aseguró que iba a recomendar el caso con su equipo, pero que en esta ocasión no podía hacerse cargo personalmente, ya que se encontraba en el funeral de su madre.
La anécdota, cuenta Jaramillo, sintetiza la entrega total al oficio y la empatía del neurocijano que, como nos lo confirmó su gran amigo y colega Andrés Rodríguez, le ha valido el aprecio y la gratitud unánime de sus pacientes durante sus treinta años de ejercicio de la profesión.

“Nunca, jamás, he oído a un paciente de Fernando Hakim valorar negativamente el trato recibido. Su ejercicio médico es, sencillamente, impecable”. El mismo adjetivo emplea la fisiatra Vallejo, que aunque asegura no haberlo visto soltar una sola carcajada mientras trabajaron juntos, recuerda sin esfuerzo los numerosos y amorosos comentarios que el doctor suscitaba, por norma, en sus pacientes.
La manera impecable con la que Fernando Hakim despliega su oficio, añade Daniel Jaramillo –que por tres años fue su asistente de investigación en neurocirugía clínica – la conjuga con gran generosidad para compartir el conocimiento y el éxito. "Aunque sabe perfectamente el respeto que suscita su figura, trata por igual a los médicos consagrados y a los aprendices". La primera vez que lo vio, con 23 años y los nervios propios de los novatos, supo que trabajaría con un hombre especial: el jefe del departamento, una eminencia, le apretó la mano mientras se presentaba como si fuera un desconocido.
“Solo soy un instrumento”
Los Hakim llegaron a Colombia porque Jorge Hakim y Sofia Dow, padres del eminente doctor Salomón Hakim, huyeron del Líbano durante la guerra civil que se desató en 1860 y que enfrentó a maronitas y drusos en la Siria Otomana y en el Monte Líbano.
La fe cristiana que los hizo dejar su país siguió siendo parte fundamental de la crianza tanto de Salomón, nacido en Ibagué en 1922, como de Fernando y sus cuatro hermanos.
Esto explica, quizá, la vocación de servicio que amigos, colegas y estudiantes admiran en Fernando. Además de atender a las personalidades de altísimo perfil que llegan a la Fundación Santa Fe en busca de la vanguardia médica, el neurocirujano tiene el hábito de operar y tratar pacientes que no cuentan con los recursos económicos para recibir sus servicios.
El carácter científico que heredó y que lo ha llevado a ser una figura muy respetada en Colombia y en el mundo, lo conjuga con una fe que –sin fanatismo ni dogma, explica el cirujano Rodríguez–, guía su ejercicio médico, siempre bajo la consigna de ser tan solo una expresión de la voluntad divina.

Mientras su mamá estuvo viva, Fernando Hakim la visitaba todos los días al terminar su consulta médica. Todas las mañanas, muy temprano, el médico va al gimnasio con su hijo menor, Salomón, con quien compite amistosamente por quién levanta más peso. Desayuna, almuerza, come, cada vez que puede con sus dos hijas, reconocidas empresarias de la pastelería.
Aficionado a la bicicleta y amante de los carros, el doctor aún conserva, impecable, el viejo Volvo P1800 que conducía su padre y en el que está terminantemente prohibido dejar rastros. Lo mantiene tan impecable como su consultorio, su centro para tratar la hidrocefalia con presión normal y sus clases magistrales.
Ello es así porque así se lo enseñó su padre, de quien también aprendió a tratar con rigor y optimismo los casos más severos y desafiantes. Como el del senador Miguel Uribe Turbay, que no puede estar en mejores manos.
