Los gringos y el Palacio

Foto del Palacio de Justicia 1985.

Crédito: Colprensa

7 Octubre 2023 07:10 pm

Los gringos y el Palacio

En entrevista con CAMBIO, Helena Uran Bidegain cuenta algunos detalles sobre la nueva edición de su libro testimonial 'Mi vida y el Palacio', y dice que el gobierno de los Estados Unidos sabía con anticipación de la toma del Palacio de Justicia, ocurrida en Bogotá el 6 y 7 de noviembre de 1985.

Por: Ana Cristina Restrepo Jiménez

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El gobierno de los Estados Unidos sabía con anticipación de la toma del Palacio de Justicia, ocurrida en Bogotá el 6 y 7 de noviembre de 1985. No solo contaba con esa información sino que tomó acciones al respecto, así lo asegura Helena Uran Bidegain, en la nueva edición de su libro testimonial Mi vida y el Palacio (Tusquets, 2023).

Cambio Colombia

La versión original de la obra narra la historia de lo que conocemos como la “toma y retoma del Palacio de Justicia”, una reconstrucción desde una perspectiva personal de los hechos en los que el padre de la autora, el magistrado auxiliar del Consejo de Estado, Carlos Horacio Uran, fue desaparecido y posteriormente asesinado. 

La reciente publicación contiene algunas novedades: evoca la exposición que realizó la Comisión de Esclarecimiento de la Verdad con el equipo de investigación británico Forensic Architecture; presenta una serie de cables desclasificados de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y de los departamentos de Estado y de Defensa de los Estados Unidos y, al final, su hijo adolescente, Manuel, entra como el centro de una reflexión en torno a la memoria histórica, el legado que recibirán las próximas generaciones sobre la masacre del Palacio de Justicia.

Conversé con Helena Uran Bidegain, autora del libro y actual funcionaria del Ministerio de Relaciones Exteriores:

Ana Cristina Restrepo Jiménez: ¿Cómo accedes a esos cables desclasificados? ¿Qué información nueva encuentras en ellos?

Helena Uran Bidegain: Existe una organización que se llama National Security Archives en Washington, ellos trabajan con la Universidad de Georgetown y, a través de Michael Evans, experto investigador que se dedica sobre todo a Colombia, pude acceder a estos archivos. Tuve que buscarlo varias veces porque no hubo una reacción inmediata, le conté de qué se trataba, quién era, y me fue haciendo llegar diferentes documentos. Le especifiqué qué me interesaba: si en los días 6 y 7 de noviembre de 1985 había algo relevante sobre el Palacio de Justicia. No hubo necesidad de indagar mucho para encontrar que lamentablemente sí había habido una participación de Estados Unidos, muy explícita en los primeros documentos que me envió. Son, primero, el 6 de noviembre, el envío de un avión desde el Comando Sur, en Panamá, y después el 7, también los cables hacen mención del envío de unos explosivos y expertos en explosivos y en comunicaciones. También a trajes de asbesto que son para el fuego. Pero, además, lo más diciente y esclarecedor es que dicen que el avión con los explosivos llegó alrededor de las 11:40 a.m. y 11:50 a.m. del 7 de noviembre y la explosión más grande al otro lado del baño, donde estaban alrededor de sesenta o setenta rehenes fue sobre las 2:00 de la tarde. Siempre se rumoró que para tumbar esa pared se necesitaba de un explosivo que no había en Colombia en ese momento, entonces especulaba si lo habían traído o no, pero nadie había hecho la tarea de ir a indagar en los documentos. Y ahí están, dan fe de que era un hecho y no un rumor que Estados Unidos envió explosivos… y pasó. 

Aquí estableces un posible vínculo con la famosa explosión del baño a las 2 p.m., ¿por qué es tan importante?

En ese baño congregaron como a sesenta u ochenta rehenes que eran entre magistrados, administradores de justicia y empleados de todo tipo del Palacio de Justicia, y ellos estuvieron ahí por muchísimas horas. Cuentan que intentaron salir, incluso se acordó entre los rehenes que saliera el magistrado [Reynaldo] Arciniegas con un trapo blanco, con una carta en la que pedía la asistencia de la Cruz Roja Internacional, y pedía también unos periodistas y que cesara el fuego. Él sale, lo permiten los militares, los guerrilleros que estaban ahí. Él entrega el papel y se va para su casa tranquilo, sin asegurarse, como era la intención, de que el papel llegara realmente a Presidencia. Lo que hizo también fue dar las coordenadas exactas de dónde estaban ubicados todos los rehenes. Dicen las sentencias y los testimonios que, después de que él salió, la intensidad del del ataque fue muchísimo mayor contra el lugar donde estaban los rehenes. Después vino la explosión más grande de todas, la que cobró más vidas y más heridos. Lo que mejor se les ocurrió fue tirar la pared, donde se sabía que estaba al otro lado lleno de personas.

A través de tres cámaras distintas, como lo mostró alguna vez Noticias Uno, se veía cómo el magistrado auxiliar del Consejo de Estado, Carlos Horacio Uran, tu papá, salió vivo y después volvió a aparecer ya muerto dentro del Palacio de Justicia. Con respecto a estos cables desclasificados que empiezas a encontrar (y que no están todos desclasificados todavía), ¿por qué crees que los Estados Unidos logró ocultar durante tanto tiempo esta información? ¿Cómo Colombia permitió que hubiera ese ocultamiento?

Del lado de Estados Unidos es fácil entender: para qué se van a poner ellos a exponer que hubo una participación directa en una de estas masacres donde cualquier persona con sentido común entiende que fue un acto antidemocrático. Del lado colombiano porque se ocultó porque esa ha sido la política desde el día cero: ocultar y negar todo lo que sucedió ahí. Esos archivos precisamente dan cuenta de la sobrerreacción del Ejército, de la actuación criminal, además de que ya había conocimiento previo de que esto iba a suceder. Poner esto sobre la mesa, cuando lo que se ha querido es construir un relato simplista que ha calado súper bien, y que un montón de gente, por ignorancia o por complicidad, ha reproducido: que el M-19, financiado por el paramilitarismo o por el narcotráfico, entró al Palacio de Justicia a quemar los expedientes, que el Ejército salvó las instituciones. Ahí se han quedado sin entender que estas historias no son blanco y negro. Sin querer ahondar más, cuando uno hace alguna alusión a la responsabilidad del Estado y de las Fuerzas Armadas, incluso de civiles del Ejecutivo, la respuesta es que uno está defendiendo a los terroristas del M-19: esa ha sido la manera de manejar estos hechos que son un parteaguas, que a 38 años siguen sin ser completamente esclarecidos, y donde hay un tabú y un miedo a confrontar esa verdad como ningún otro caso.

Es lógico que los Estados Unidos no tenga por qué revelar esos cables, pero uno se pregunta por el Estado colombiano. En tu búsqueda de la verdad, ¿crees que ha habido un ocultamiento voluntario para que no se sepa toda la verdad del Palacio de Justicia?

Es raro ser consciente de que sí soy buscadora de la verdad, a ese rol me ha forzado la actitud del Estado. Esto es lo que yo pretendo mostrar a través del libro: lo que es enfrentarse a un crimen de Estado de estas dimensiones, porque obviamente, los autores directos consideran que hicieron lo que tenían que hacer y que los únicos responsables son los miembros de guerrilla. También en la Fiscalía han sido muy eficaces negando, ocultando, no queriendo avanzar. Hay un momento excepcional, con la fiscal Ángela María Buitrago y su equipo, cuando se avanza en el caso: en el momento en que ella llama a declarar a tres generales, a ella le piden la renuncia y, desde ahí, el patrón de todos los demás fiscales que han seguido ha sido siempre el mismo: una preocupación por responder a los militares, como nos lo dijo un fiscal. El último me dijo que había que mirar qué había pasado con todas las demás personas que estaban en el baño, para poder saber qué había pasado con mi papá. Si en treinta y tantos años no han podido saber qué pasó con mi papá (Ángela María Buitrago sí muestra que fue ejecutado extrajudicialmente), ¿cómo me puede usted decir que primero tienen que mirar qué pasó con las otras sesenta personas? Es una serie de respuestas absurdas, es claro que no hay ninguna intención ni voluntad en que el caso de mi papá avance.

¿Qué tiene que pasar entonces para que desclasifiquen los otros cables y seguir avanzando?

Son dos cosas distintas: por un lado, lo que debería hacer la Fiscalía, como en cualquier parte del mundo, que es llamar a indagatoria a estos militares y vincularlos al caso y que continúe la investigación. Pero, por otro lado, lo de los archivos de Estados Unidos, que si se desclasificaran completamente, que yo sé que no es algo automático, sí nos podría dar muchas luces sobre lo que lo que sucedió dentro y posterior al ataque, porque ahora sabemos por las investigaciones de Forensic Achitecture que lo que vino después, cuando salieron los rehenes, estaba ya casi que premeditado, fue absolutamente calculado. No es que fue un enredo, sino que tenían clarísimo cómo se iba a utilizar la infraestructura de Bogotá, ya preestablecida desde el estatuto de seguridad nacional: cuando salían del Palacio de Justicia los llevaban a la Casa del Florero. De la Casa del Florero, ¿a qué instancias o guarniciones o batallones militares los iban a llevar? Al Charry Solano llevaron, por ejemplo, a los estudiantes que salieron vivos y fueron torturados. Los sobrevivientes, por razones de seguridad, no han querido mucho hablar sobre este tema. Después a otros los llevaron al Cantón Norte. Todo eso fue tan bien estructurado que, a través de estos archivos, podríamos conocer más el tono que tenía la retoma: el hecho de que los tanques eran tan rápidos, en cuestión casi de minutos, da cuenta de que eso lo tenían más que planeado porque necesitaban mínimo hora y media para llegar allá por su velocidad y por la distancia si hubieran estado en el lugar original. Los tenían cerca. Y otra serie de detalles, el hecho de que quitaran la seguridad de ese día. Más allá de lo que digan los desclasificados de Estados Unidos, igual se había anunciado en periódicos que iba a haber un ataque del M-19 al Palacio de Justicia, pero se había previsto que fuera en octubre, terminó siendo en noviembre. Ahí podríamos tener también más nombres y entender mucho mejor toda la política que hubo detrás, si se preveía algo más allá de la toma y retoma del Palacio de Justicia, sino el devenir, del desarrollo político del país de los años posteriores. Hay una mención en alguno de los cables de que lo que iba a suceder después era que la derecha extrema iba a asumir el siguiente gobierno, independientemente de si era conservador o liberal. Para mí es impresionante la intervención que tuvo, pero no es sorpresa, o sea, estábamos en plena guerra fría. En plenos años ochenta, Estados Unidos estaba en todos los países de América Latina, ¿qué nos hace pensar que no iban a estar metidos en el ataque del Palacio de Justicia?

Entendiendo que este libro es una primera gestión, desde alguna instancia como la Cancillería, ¿se ha emprendido alguna solicitud para desclasificar?

No, desde la Cancillería no hay ningún llamado. A título personal quisiera, se lo solicité al presidente, que hiciera un pedido a su homólogo [Joe] Biden para esto. Sería el camino más rápido, pero al mismo tiempo supongo que hay que mirar primero cuál es la situación, si hay la intención. Lo que sí estoy segura es que sí nos ayudaría como país a llegar a consensos sobre algo que polariza como ningún otro caso al país. Estuve en el acto de reconocimiento de los mal llamados “falsos positivos”, es algo que también ha sido tan brutal, más de seis mil muchachos, pero pues ya nadie discute eso, tampoco se ponen a mirar quién tuvo la culpa. Ya estamos un poco más allá, pero el caso del Palacio de Justicia, no. Siempre es quién tuvo la culpa, si entró primero la guerrilla, entonces eso es ya como que justifica todo lo que vino después: eso es lamentable, porque no nos deja avanzar. Hablemos de crímenes de Estado y después podemos hablar también de la responsabilidad de la guerrilla porque la tuvo, pero tenemos que entender cómo debe funcionar un Estado de Derecho, este tipo de argumentaciones tan precarias y de tan bajo nivel no nos permiten avanzar como una sociedad más democrática.

Para encontrar la verdad y dejar atrás esa fase tan larga de negacionismo y revisionismo histórico en torno a los hechos del Palacio de Justicia, ¿el hecho de que Gustavo Petro perteneciera al M-19 crees que facilita o, por el contrario, dificulta el proceso?

Pueden ser las dos. Puede ser que él, habiendo sido miembro del M-19, es también un protagonista dentro de toda esta historia; pero es que tenemos que verlo como algo que va más allá: por un lado, permitiría tener información para poder dar respuesta a la condena a la Corte Interamericana; por otro, también hay información ahí que puede ser muy valiosa para la Unidad de Búsqueda de Personas Dadas por Desaparecidas, porque siguen muchas personas desaparecidas y la unidad tiene el mandato de encontrar. Esa información que está ahí es relevante no solamente para mi familia, sino para poder como Estado responder a las obligaciones que tienen como garante de los derechos de las víctimas y de la verdad colectiva, que es un derecho de toda la sociedad. Que Gustavo Petro sea el presidente, el comandante en jefe y haya sido miembro de ese grupo, esas son las paradojas de la vida, y es lo que lo hace especial y es lo que creo que le da responsabilidad mayor a él, precisamente porque fue miembro del M-19, de solicitar que se desclasifiquen por completo. Y conocer un poquito mejor ¿cuál fue? ¿Cómo fue la actuación del M-19? Ahí podríamos encontrar más cosas. 

Hay una acción que emprendes con tu familia contra el coronel retirado Alfonso Plazas Vega, la toman en los Estados Unidos, en la Florida. ¿Qué tan adelantada está y qué tan eficaz ha sido?

Nosotros interpusimos esa demanda, fue aceptada en el Tribunal de la Florida en febrero del año pasado. Eso está avanzando, no es mucho lo que yo pueda decir. Solo sé que el señor Plazas Vegas está allá, tiene familia allá. Y que es claro que no es muy inteligente haber omitido información con relación a su participación en crímenes de guerra, porque es algo que puede salir ahora a la luz. Que sean los jueces los que lo determinen y el jurado. No es mucho más lo que yo puedo decir con relación al proceso en Estados Unidos.

¿Qué decir del papel de la Justicia Especial para la Paz (JEP) frente al caso del Palacio de Justicia?

Yo respaldo completamente a la justicia transicional. Creo que lo que ha avanzado la JEP no lo había hecho la justicia ordinaria y ni hablar de la justicia para los militares. Con relación a Justicia y Paz, se adelantó mucho, pero no tiene el caso del Palacio de Justicia. Ahí que todavía hay necesidad de mucha pedagogía. En cambio la JEP, tiene muchos elementos juntos y nos permite también entender mucho de los casos más atroces que han sucedido en Colombia. Con relación al caso del Palacio de Justicia, lamentablemente no han entendido que esto es un caso que tendrían que haber manejado como prioritario. Se acogió al comandante [Jesús Armando] Arias Cabrales, el que comandó toda la operación, porque él pidió que lo acogieran, un poco intentando que se revisara su condena, él había sido condenado hasta tercera instancia por la Corte Suprema; pero pues uno va a la JEP y te rebajan las penas si aporta a la verdad… algo que él, desde el principio, para nosotros los que fuimos victimizados a través de estos hechos, fue claro que no tuvo ninguna intención. De hecho, hicimos un reclamo en las audiencias a los magistrados, incluso al final dijimos que queríamos que se parara la audiencia. Finalmente fue expulsado. Él se acogió por el caso de cinco personas desaparecidas. El caso de mi papá, como no ha avanzado de ninguna manera, no estaba tampoco en la JEP. Sin embargo, como matriz, yo también entro, pues en la JEP,  Arias Cabrales estaba por otros casos. Yo lo que hice fue solicitar unas medidas cautelares, intentando apuntarle más a lo simbólico, estas medidas son para el Museo El Florero, el Cantón Norte y el Cementerio del Sur, me faltó el Charry Solano. Esto apenas está moviéndose. La idea que tengo detrás de esta acción no es que esos lugares se cautericen para ver si se encuentran restos, como sería la primera idea, después de tantos años no es mucho lo que se vaya a encontrar. Pero es para que El Florero sea un lugar de memoria, un museo que cuente cómo fue utilizado ese espacio como centro de operaciones del ataque, que se haga pedagogía a través de todo, del espacio, las paredes, los hechos que tienen para contar.  El Cantón Norte también, no puede ser que pasemos todos los días por ahí, un lugar que fue utilizado durante muchísimos años para torturar personas y que no haya ni siquiera una placa que diga que en ese lugar se cometieron crímenes de lesa humanidad. Lo mismo en el cementerio. Estas cosas las he aprendido en Alemania, donde viví muchísimos años, es así como ellos han confrontado su pasado, creo que es lo que les ha posibilitado también avanzar como sociedad y tener ciudadanos más formados, que hagan más contrapeso, que protejan y defiendan mucho más a las instituciones democráticas; pero ha sido a partir del trabajo de memoria en diferentes ámbitos: en la escuela, la memorialización en los lugares, en la televisión, las placas que hay en todos lados, en la calle, en los lugares donde vivían las familias judías, por iniciativa de la sociedad civil. En todos lados te están confrontando con ese pasado, pero no es para quedarse ahí llorando, sí es terrible y devastador, pero es para decir “¿queremos esto o queremos algo mejor?” Cómo vamos a trabajar, desde la responsabilidad que tiene cada uno en cada institución, para que podamos vivir de manera más armónica y (no sé si es la palabra) civilizada, más humana, más democrática y digna. Sobre todo más digna. A veces hay gente que no entiende muy bien pero todo es un proceso.
 

Tu búsqueda está orientada a la creación de memoria, no solamente de tu familia, del legado de tu padre, sino de toda una cantidad de familias y de la historia de Colombia. Algo muy hermoso en tu libro es el papel de tu hijo Manuel, un adolescente de trece años que ha sentido dolor por una historia que vive a través de ti. Hablemos del legado para la tercera generación de descendientes de las víctimas del Palacio de Justicia. 

Es triste y bonito que él tenga interés en conocer qué fue lo que pasó. No es algo que le pasa por encima, pero también qué desgracia que también él tenga que ocuparse de esto. Qué desgracia que todavía falte tanto por recorrer: llevamos 38 años como familia intentando que esto avance, podría mencionar un montón de acciones que hemos emprendido para que esto esté un poquito más allá y sin embargo, siento que no. Y ahora entra él a tener que lidiar con el tema. De hecho, él es el detonante para sentarme a escribir, sus preguntas. Ahora, al estar en Colombia, se da cuenta de que esta es una sociedad bastante militarista, que hay comentarios que hacen los niños que para él, que vivió en Alemania y tuvo la experiencia real de vivir en una democracia, y en una que no acepta estos abusos de los símbolos patrios, los héroes y todo esto, para él es raro que lo pongan a escribir cartas a “los héroes de la patria”. Ha pasado algo en su interior que lo lleva a darse cuenta de que no es tan normal como se vive en Colombia, que no es una sociedad que vive en paz, que hay muchísima violencia, que hay muchísima desigualdad, que hay muchísimo relativismo; pero al mismo tiempo, también me enorgullece que haya un interés por eso… pero no debería ser así. Podría ser, como fue para mí antes de los diez años, y vivir la vida normal de un niño y no cargar a cuestas con ese trasfondo de violencia política.

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