Alejandro Gaviria, entre la política y la ficción

Crédito: Colprensa

1 Julio 2024 07:07 pm

Alejandro Gaviria, entre la política y la ficción

En esta entrevista con Patricia Lara Salive, el exministro y excandidato presidencial, Alejandro Gaviria, habla de su ingreso al mundo de la ficción con su libro de cuentos 'El desdén de los dioses'; se defiende de las acusaciones que le ha hecho el presidente Petro; y confiesa que su ingreso a la política no tiene camino de regreso: encabezará una lista al Senado o será de nuevo candidato presidencial.

Por: Patricia Lara Salive

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Alejandro Gaviria, exministro de Salud y Educación, exrector de la Universidad de los Andes y excandidato presidencial, después de escribir 12 libros académicos y de ensayo, se lanza a la ficción con un libro de cuentos de 165 páginas, delicioso de leer, titulado El desdén de los dioses, presagios de un mundo apocalíptico. La obra la presentará el próximo 11 de julio en la librería Lerner de Bogotá, a las 6 pm, de la mano del escritor Santiago Gamboa.

En esta entrevista Alejandro Gaviria no solo habla de literatura; también se refiere a la polémica que entre los petristas suscitó su libro anterior, La explosión controlada; se defiende de las acusaciones que le ha hecho el presidente con el argumento de que cuando ocurrieron los hechos de los que lo acusa hacía cinco meses él había dejado de ser ministro; y confiesa que no descarta, si se dan las condiciones, encabezar una lista al Senado, o ser de nuevo candidato presidencial, pero no como antes, dentro de una coalición del estilo de la de la Esperanza.. Sin embargo, entre sus planes, sigue la literatura. Por eso dice que quiere escribir una novela.

Cambio Colombia

CAMBIO: ¿Cómo se siente en el papel de escritor de ficción?

A.G.: No era algo natural para mí. Yo he escrito toda la vida. Pero la práctica de la escritura fue por muchos años ese género académico donde todo era cuadriculado, la forma estaba dictada de antemano y había que ser escueto casi que por definición. Este proceso ha sido interesante, pero también tengo que decir que he tenido un poco de inseguridades al respecto.

CAMBIO: ¿Por qué el título ‘El desdén de los dioses, presagios de un mundo apocalíptico’?

A.G.: Este libro fue una especie de acumulación. Yo tuve la idea de escribir tres cuentos muy asociados, que quedaron guardados. A comienzos del año pasado empecé a tener otras ideas. Esa es otra cosa que con este nuevo libro cambió: yo antes me sentaba a hacer un ensayo, tenía la estructura de antemano y sabía que el trabajo iba a ser diario. Es decir, me obligaba a escribir 10.000 palabras diarias y el ensayo iba creciendo. Pero ahora pasó algo interesante y es que ya no podía trabajar diariamente. La musa tenía que venir para darme ideas. Y con varios cuentos me pasó que ella venía de noche. Entonces me paraba de la cama con el celular y dictaba la estructura. Y al otro día escribía frenéticamente. Y así se fueron dando los tres cuentos iniciales. El trabajo se fue complementando con otros. Y en algún momento pensé que si iba a escribir un libro de cuentos, había que tener un hilo conductor, algo que los uniera. Y es esto: el abandono de los dioses, es decir, cierto abandono espiritual del ser humano. Así, el hilo conductor, empezó a ser cierto extravío ético que hay en estos tiempos. Y yo comencé a pensar en otras historias, a contemplarlas, a concebir el libro.

CAMBIO: Hablemos del cuento ‘Las estatuas del sur’. Allí usted explora la relación con su papá. Dice que fue un amor difícil. ¿Por qué?

A.G.: Fue una relación amorosa pero llena de sobreentendidos, de silencios y donde, de parte y parte, fue difícil decirnos que nos queríamos. Mi papá murió a mediados del año 2019 y yo viajé tres meses después a Medellín. Una persona que había trabajado con él en la Universidad Eafit me recogió y nos fuimos conversando. Y en medio de la charla me reveló que yo no sabía cómo me admiraba mi papá y me contó de las tantas veces que hablaba de mí. Y yo le contesté: “¿Sabe qué? Nunca me lo dijo. Y lo mismo podría yo decir de mi parte”. Ese cuento es un relato que inventa una parte, pero describe un viaje que hicimos cuando yo estaba en el colegio en Medellín, en quinto grado. Toda la familia viajó a San Agustín, desde Medellín, en un peregrinaje largo, difícil, con las vicisitudes de los recorridos en carretera en esa época. Y yo iba ahí, oyendo a mi papá con sus frases, algunas de ellas sentenciosas, tratando de discernir su mirada del mundo y hacer la mía. Es un cuento que de alguna manera describe mi debilidad en la relación con mi padre. Ese es el tema principal: ese amor, pero construido de reverencia y de la incapacidad de tener una distancia crítica. Y básicamente haciendo mías sus palabras de manera permanente... Y cuando empecé a escribir ese cuento, que es el primero del libro, ni siquiera sabía muy bien para dónde iba. Pero fue sanador para mí escribirlo. Uno escribe y siente que se quitó un peso de encima.

CAMBIO: Es que si hay algo sanador es escribir ficción. Y se llega a unas profundidades que yo diría que no se alcanzan ni con el psicoanálisis.

A.G.: Yo había escrito cuando estaba en el colegio uno de esos poemitas que uno ponía por ahí al final de los cuadernos, que se llamaba Juventud. Decía algo así como “Todavía invento amores en mis sueños”. Pues hoy en día sueño con mi papá, constantemente, está ahí, presente.

CAMBIO: Una parte de ese cuento dice: “Hay formas de nostalgia tan evidentes que es mejor no reincidir demasiado en ellas. Mi padre murió hace unos años. Ese día, mirándome con ojos ya agonizantes, me dijo: ‘¡Qué vaina!’. Y más adelante dice: “Nunca hablé con mi padre acerca de mi admiración por él (…) Nunca le dije que lo quería”... Pasemos a otro texto, Alejandro. Me llamó la atención ‘Probabilidad cero’. Es la historia de un hombre que va manejando por una carretera y se estrella contra un hipopótamo que, imagino, es de los de Pablo Escobar. Y muere instantáneamente. ¿De dónde viene esa historia?

A.G.: Es una historia autobiográfica. Tiene una parte de mi vida a finales de los años ochenta en Medellín, donde hay un pedacito del relato de un intento de asesinato por robarme un carro, pero también de dos o tres veces en las que mi hermano y yo nos salvamos de morir en una de esas explosiones de bombas aquí y allá. Y tiene esa paradoja que, en el fondo, se resume en una frase que he repetido mucho de mi profesor de bachillerato, que dice: “Todo lo que pasa tiene probabilidad cero, pero pasa”. En el cuento, una persona estuvo en Medellín y estuvo tres o cuatro veces a punto de ser asesinada. Tiene su vida en Bogotá. Se va un día, decide ir a visitar a su familia, sale tarde de la casa, monta el perro al carro y, a medianoche, pasando por Doradal, se choca con un hipopótamo y muere. Y nunca lo mató el narcotráfico directamente. Estuvo a punto de hacerlo cuatro veces con bombas y atentados, pero lo termina matando indirectamente con un hipopótamo. Cosa que no es del todo improbable. Es algo que va a pasar tarde o temprano. En algún momento alguien se va a estrellar en una de estas carreteras con un hipopótamo.

CAMBIO: Hablemos del cuento ‘Se presume la culpa’. Es una historia absurda sobre que, en un momento dado, se decide prohibir el consumo de carne vacuna y se genera un fenómeno parecido al del narcotráfico. Usted ha sido defensor de la legalización de las drogas. Ese cuento muestra el absurdo del tema.

A.G.: El cuento es una forma de mostrar ese absurdo, incluso de manera risueña, porque se lucha contra esa forma de prohibicionismo de una manera como alegre. En las afueras de Bogotá, o de lo que podría ser una ciudad andina, en una especie de casita campestre, el protagonista hace una especie de sótano y tiene un restaurante. Se sienta con sombreros vaqueros y chalecos de cuero a comer carne y a disfrutar y a burlarse del mundo. Y empiezan a perseguirlo y esa persecución termina trágicamente. Pero hay una reflexión donde se juntan las ciencias sociales y la biología para señalar el absurdo del prohibicionismo.

CAMBIO: Hay otro cuento que se llama ‘Implantados’. Suena también absurdo, pero realmente parece posible dentro de poco tiempo: se trata de un niño de diez años al que le instalan en el cerebro un chip que contiene un montón de información, idiomas, cursos de programación, historia, matemáticas, etcétera. Es como si uno naciera aprendido, decía uno de los protagonistas. Esa historia me parece perfectamente posible, a propósito de la inteligencia artificial.

A.G.: Voy a contar de ese cuento algo rápido y también más o menos absurdo: seis meses después de terminarlo apareció la noticia de que Elon Musk, en alguno de sus emprendimientos extraños, ya le estaba implantando un chip a yo no sé quién para hacer no sé qué cosa. Pero yo lo escribí porque quería hacer una crítica a cierta inercia que hay en las universidades. Y lo redacté para reprochar aquella costumbre de muchos profesores de repetir en el tablero lo que ya estaba en los libros. Es de alguna manera llamar la atención sobre cómo el mundo de la pedagogía, el mundo de la educación y en particular el de la educación superior, tienen que cambiar con la inteligencia artificial. Y además, denunciar que la resistencia al cambio sigue siendo anticuada y ridícula.

CAMBIO: Bueno, y a propósito de la inteligencia artificial, voy a preguntarle por  la impugnación que usted presentó de la sentencia en la que el Consejo de Estado negó la tutela en la que solicitaba que le ordenara al presidente Petro rectificar unas acusaciones en su contra. Digo que a propósito de la inteligencia artificial porque yo no había tenido tiempo de leer la impugnación, eran como 40 páginas. Entonces le pedí al ChatGPT que me la resumiera, y en un segundo me enteré de lo básico: que usted considera que el presidente Petro lo calumnió al acusarlo de desviar fondos de una distribución presupuestal para favorecer a terceros. Pero usted sostiene que esa fue una decisión que el mandatario tomó y que él fue quien firmó el decreto. Y agrega que en eso no tuvo nada que ver porque dejó de ser ministro de Educación a finales de febrero de 2023, mientras el decreto al que se refiere Petro se expidió el 25 de julio de ese año, es decir, cinco meses después de su salida. ¿Es así la historia? ¿Me resumió bien el cuento el ChatGPT?

A.G.: Lo resumió perfectamente. Esto tiene un componente kafkiano y uno absurdo. Cuando el presidente hace por primera vez esa declaración, en una de esas discusiones celebradas en Montería, yo no sabía de qué estaba hablando. Incluso llamé a los abogados y nadie pudo dar cuenta inmediatamente de lo que estaba diciendo. Pero después lo entendimos y era lo siguiente: recordarán algunos que la reforma tributaria que se aprobó en 2022 tuvo que ser incorporada en el presupuesto de 2023 por una adición presupuestal. Y esta es la que iba a definir cuál sería el uso de los recursos adicionales que llegaban al sector educativo. Esa adición presupuestal se aprobó en el Congreso, creo que en mayo de 2023. Y se incorporó en el presupuesto con el que se llama el decreto de liquidación de julio de 2023. Ni la discusión de la adición en el Congreso, ni su preparación previa para llevarla al Congreso en el Consejo de Ministros, ni mucho menos el decreto de liquidación, ocurrieron cuando yo estaba en el gobierno. Yo había salido en febrero de 2023. La preparación de la edición, su discusión pública en el Congreso y su liquidación posterior por el Ministerio de Hacienda, esto es la asignación definitiva, ocurrieron meses después de mi salida del Ministerio de Educación. Por lo tanto, no tiene sentido lo que estaba diciendo el presidente. Alguien lo tuvo que haber informado mal. Y, bueno, eso hay que tratarlo de explicar en este mundo loco de las redes sociales, pues por eso están de moda –como elemento distópico– las mentiras, la fabricación de los hechos, la falsificación de la realidad que se propaga y se convierte en una realidad paralela. El presidente se ha quejado esta semana de las noticias falsas, de las fake news, pero yo quiero decir que él también ha creado muchas noticias falsas que, en este caso, me afectan directamente.

CAMBIO: ¿Y por qué el Consejo de Estado negó la impugnación si es tan evidente esa diferencia de fechas?

A.G.: Creo que nos confiamos un poco en la primera tutela. O sea, creímos que los hechos eran tan evidentes, que bastaba una explicación somera y no explicamos cada una de las fechas. Y entonces, lo que dice el Consejo de Estado, es que ponderaron los derechos. Hay un derecho a la libre expresión del presidente que protege el discurso político y hay un derecho mío al buen nombre y a la reputación que, de alguna manera, en mi caso, está disminuido por haber sido un funcionario público. Y como dicen ellos que la carga de la prueba estaba en mí y los hechos no fueron explicados de manera exhaustiva, decidieron proteger sobre todo el derecho a la libre expresión del presidente. Ahora, en la impugnación, fuimos mucho más claros. No nos confiamos en que los hechos sean evidentes. Yo creo, o sigo creyendo, que son evidentes, pero bueno, ya veremos qué pasa.

CAMBIO: De pronto le faltó al Consejo de Estado pedirle al ChatGPT que le resumiera el texto de la tutela.

A.G.: Y se hubiera resumido el único hecho importante que es el que estamos tratando de resumir aquí. Y me habría quitado yo este problema de encima. Pero bueno, no quisiera insistir mucho en eso, porque me parece un tema chocante.

CAMBIO: En su último libro de análisis, ‘La explosión controlada’, le hace críticas al presidente Petro. Eso causó gran revuelo y algunos lo consideran una traición. Sobre todo, muchos petristas piensan que usted es un traidor. No obstante, su apoyo a la candidatura de Petro fue tal vez definitivo en su triunfo, porque su nombre le acercó un número importante de votantes de centro que le hacían falta para ganar. Personalmente no creo que el presidente haya leído ‘La explosión controlada’. Si se hubiera aproximado a su contenido sin prevención, tal vez habría mejorado cosas de su gobierno. Ahora, después de haber recibido tantas críticas, se arrepiente de haberlo escrito?

A.G.: No. Era una historia que debía contar. Me parece que, en términos de la historia política reciente de Colombia, el fracaso de esa idea que tuvo el gobierno de Petro de un acuerdo nacional, de juntar las fuerzas progresistas y liberales y decir por qué fracasó, es una historia relevante. Con el tiempo, en retrospectiva, me he dado cuenta de que los críticos más acérrimos del libro son los que no lo han leído. Y voy a contar algo que no había revelado. Dos o tres personas muy cercanas al gobierno sí lo leyeron y me dijeron algo parecido a lo que usted me estaba diciendo. Y añadieron: agradecemos mucho que este libro en ningún momento fue de mala leche. Además el libro, en lo que tiene que ver con la transición energética, hace incluso una especie de análisis interesante de ese propósito nacional de Petro de que Colombia sea una potencia de la vida. Es la potencia que yo veo, valga la redundancia, en esa idea. Pero también hay que reconocer que es difícil que la gente se aproxime sin prejuicios a una obra de esta naturaleza, escrita de manera tan temprana después de mi salida del Gobierno. Eso tal vez es pedir mucho en nuestra polarizada situación.

CAMBIO: ¿Qué cosas del gobierno de Petro cree que habrían mejorado si él hubiera leído el libro sin prevención?

A.G.: Ese libro es sobre el posibilismo, sobre la necesidad de tener proyectos concretos, llevarlos a cabo, ejecutarlos. En el fondo, la idea que recorre el libro y la que me gustaría que hubiera tenido un efecto, es la de que el presidente se hubiera tomado en serio la propuesta del Acuerdo Nacional y de tener una conversación franca y sincera con aproximaciones un poco más liberales, que son necesariamente más escépticas también. Y entender que esa conversación entre el progresismo y el liberalismo siempre es compleja, pero que puede ser productiva y que hay que tener un poquito más de paciencia. El presidente empezó a desbaratar su gabinete plural a los seis meses de gobierno.

Creo también que si el presidente hubiera leído con calma el capítulo de la reforma a la salud, se habría evitado mucho de lo que pasó. Esa propuesta de reforma destruyó buena parte del gabinete y nunca pasó. O no ha sido aprobada en el Congreso. Y eso lo dice el libro. Eso lo dijimos en innumerables reuniones en el Consejo de Ministros. Y era más o menos evidente no haber cerrado los ojos ante la que era una reforma no solamente disfuncional, sino inviable políticamente.

CAMBIO: Bueno, y ahora que está sumergido en la ficción, en ese mundo fascinante, ¿sigue teniendo planes de participar en política? ¿Va a ser candidato presidencial otra vez?

A.G.: Veo difícil transitar un camino de regreso del mundo de la política. Es decir, que fuera simplemente un momento en el que yo entré a la política, y que ya empaqué mis maletas y me regresé a la torre de marfil y me instalé en la academia de una vez por todas, o me convertí simplemente en un consultor y me olvidé de la política para siempre, eso no va a pasar. Para mí, todavía esa es una pregunta abierta. Bueno, si ya estoy instalado en el mundo de la política, ¿qué viene después? En el 2026 el panorama es muy incierto. Yo tengo un problema, y es que no dispongo todavía ni de un partido ni de una estructura bien definida y no quiero repetir la misma historia de la coalición Centro Esperanza. Eso de meterme en una gran consulta del centro político, en una candidatura por firmas, independiente, donde yo llego allí, desprovisto de cualquier historia política, a jugar de visitante, y por lo tanto no voy a prevalecer, eso no lo quiero repetir. Lo que he tratado de hacer en estas semanas es explorar nuevas formas de participación. Estoy en el mundo del Tik Tok tratando de hacer ‘minicolumnas’ de 40 segundos para ampliar la audiencia que he logrado ahí, y mantener una vigencia en el debate público. Yo creo que hay dos alternativas: una, encontrar en la carrera a la Presidencia alguna posibilidad, algo que no es fácil; o dos, encabezar una lista del Senado, y con un grupo grande, hacer la diferencia desde allí. Eso hay que irlo decantando. Todavía no tengo una definición y dependerá de cómo se vayan dando y desarrollando las circunstancias.

CAMBIO: Yo creía que iba a encontrar que su corazón estaba alejado de la política, pero veo que no.

A.G.: No del todo. Pero tengo días en que sí, como todo el mundo. Creo que habitar el mundo de la política es difícil, pero ahí está.

CAMBIO: Sin embargo no se olvide de la ficción, Alejandro Gaviria… Ahí se le ve futuro…

A.G.: Tengo la idea de escribir una novela.

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