De arañar la Presidencia a estar imputado por la Fiscalía: el declive de Óscar Iván Zuluaga
18 Junio 2023

De arañar la Presidencia a estar imputado por la Fiscalía: el declive de Óscar Iván Zuluaga

El exministro Óscar Iván Zuluaga cabalgó sobre la baja popularidad de Juan Manuel Santos, apoyándose en la figura de Uribe, para estar a nada de llegar a la Casa de Nariño. Desde entonces perdió protagonismo, fue relegado por su propio partido y ahora pasa por su momento más oscuro.

Por: Juan Pablo Vásquez

Entre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsAppEntre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsApp

¡No podemos dejar que las Farc comanden Colombia desde La Habana!”, gritó Óscar Iván Zuluaga ante un auditorio repleto de seguidores, la noche del domingo 25 de mayo de 2014, cuando la Registraduría había terminado de publicar los boletines con los resultados de la primera vuelta.

La alegría, los abrazos y las arengas eran el común denominador del lugar. A su derecha, en la tarima, luciendo una sonrisa de oreja a oreja y saludando a la multitud, estaba su fórmula vicepresidencial, Carlos Holmes Trujillo; a su izquierda, más sosegada, lo acompañaba su esposa Martha Ligia Martínez; y atrás se veían sus dos hijos: Juliana y David. La ventaja de cuatro puntos porcentuales obtenida sobre su rival no era contundente, pero sí suficiente para esperanzarse con otro triunfo en segunda vuelta; especialmente porque se trataba de truncar los planes reeleccionistas del entonces presidente Juan Manuel Santos, con quien compartió el gabinete ministerial en el gobierno de Álvaro Uribe y que en ese momento encarnaba la antítesis de su propuesta.

Adentrado en su mandato, Santos dio la espalda a Uribe y emprendió diálogos de paz con las Farc, lo que llevó a que la ciudadanía se dividiera entre los que apoyaban una salida negociada del conflicto y aquellos que preferían continuar con la política de seguridad democrática, consistente en combatir de forma armada a los grupos insurgentes.

Santos personificaba la primera alternativa y Uribe la segunda. En medio de la ruptura, los que permanecían leales al expresidente crearon un nuevo partido, el Centro Democrático, que se volvió el bastión político del uribismo y debutó electoralmente en 2014 con la segunda votación más alta en el Senado, asegurándose 19 curules, sólo por detrás del Partido de la U, la colectividad de Santos. Esa fue la antesala de lo que ocurrió meses más tarde.

Zuluaga le ganó el pulso por la candidatura del Centro Democrático al exvicepresidente Francisco Santos. A partir de entonces, el uribismo alineó filas y se la jugó toda para que el exministro de Hacienda de Uribe llegara a la Casa de Nariño.

El propio expresidente lo acompañó a sus mítines, en los que reiteradamente tomaba la palabra para destacar sus cualidades, y la comunicación de la campaña se centró en criticar el proceso de paz con las Farc y prometer una réplica del modelo de gobierno que se implementó entre 2002 y 2010. El triunfo en la primera vuelta demostró que esa estrategia fue un acierto. “Si el presidente (Santos) permite la impunidad para quienes cometieron crímenes atroces y de lesa humanidad, estará transmitiendo el mensaje de que es lo mismo ser honesto que delinquir”, afirmó Zuluaga desde el micrófono tras conocer los resultados de esa noche.

Las semanas posteriores, en contra de sus intereses, fueron el tiempo justo que necesitaba su rival para remontar. Solo un día después de que la Selección Colombia venciera a Grecia en su regreso a los mundiales tras 16 años de ausencia, Juan Manuel Santos volteó la balanza y con el 50,9 por ciento de los votos superó el 45 por ciento de Zuluaga.

El uribismo, que venía de ganar hace cuatro años con Santos pero se bajó del bus de su administración a mitad de camino, fracasó en su intento por recuperar el poder y desde ese día se perfiló como la principal fuerza de oposición. Se esperaba que Zuluaga, impulsado por los 6,9 millones de votos de la segunda vuelta, jugara un papel estelar y fuera una de las caras más visibles del Centro Democrático en ese rol de detractor. El destino, disfrazado del escándalo de corrupción más grande que ha tenido Latinoamérica, trastocó este propósito y lo abocó a un tobogán de descrédito del que sigue sin escapar.

Un precipicio llamado Odebrecht

Odebrecht era una compañía brasileña que poco o nada sonaba por fuera del gremio de la construcción. Ese bajo perfil mediático que manejaba en Colombia se derrumbó en 2016, cuando al país llegó por inercia un escándalo que estalló dos años atrás por pesquisas de la Policía Federal de Brasil. La constructora creó un sofisticado esquema de pagos de sobornos a políticos de diferentes naciones del continente a cambio de que le asignaran la ejecución de obras de infraestructura que se financiaban con dineros públicos. Una de las formas de acercarse a ministros y jefes de Estado era realizando jugosos aportes a sus campañas, de tal forma que dicha atención se viera retribuida en el futuro.

José Eduardo Cavalcanti de Mendonça, más conocido como Duda Mendonça, asesoró a Zuluaga en los últimos dos meses de su aspiración presidencial. Así se lo contó el propio estratega al Ministerio Público de Brasil, con el que colaboró desde 2016, luego de que esa misma institución lo investigara por su relación con Odebrecht. Mendonça señaló que fue abordado por un emisario de la constructora, quien, a su vez, lo puso en contacto con David Zuluaga, hijo del entonces candidato presidencial y gerente de su campaña. Se conocieron en una reunión celebrada en febrero de 2014 en Sao Paulo y, según relató, pactó con Odebrecht el pago de sus honorarios en cuentas bancarias extranjeras.

Su testimonio fue parcialmente controvertido por Zuluaga, que en ese momento no contaba con protagonismo en su partido. El Centro Democrático venía de lograr una proeza impensada: que una mayoría ciudadana rechazara en las urnas el Acuerdo de Paz redactado por el gobierno de Santos y los negociadores de las Farc, y el exministro no desempeñó un encargo importante en esa misión. Los focos volvieron hacia él cuando Mendonça lo enlazó con Odebrecht, a lo que Zuluaga afirmó que no tuvo conocimiento de ningún pago por motivo de su campaña presidencial que viniera de la constructora al asesor brasileño. También indicó que en la contabilidad presentada ante el Consejo Nacional Electoral (CNE) estaban los soportes de los 2.859 millones de pesos que canceló por estos servicios.

Pero el panorama empezó a pintarse de gris el pasado mayo, cuando la Fiscalía General de la Nación anunció que llegó a un acuerdo con Daniel García Arizabaleta, exdirector del Instituto Nacional de Vías (Invías) y que también es investigado en el caso Odebrecht. El exdirector entregó al ente acusador pruebas que demostrarían que Zuluaga sí sabía de los pagos de la constructora a Mendonça, ya que los acordó en distintas reuniones que sostuvo en Bogotá con Eleuberto Martorelli, quien era directivo de Odebrecht en Colombia.

El ente acusador, este 13 de junio, comunicó que imputará cargos a Óscar Iván Zuluaga y su hijo David por estos hechos. Al primero, por falsedad en documento privado, enriquecimiento ilícito de particular y fraude procesal; al segundo, solo por fraude procesal.

No es un secreto la cercanía que hay entre la cúpula de la Fiscalía General y el uribismo y, sin embargo, hay una insistencia en seguir con el proceso en contra de Zuluaga. Un Zuluaga desdibujado, además, que se vio obligado a renunciar a sus deseos de ser presidente en 2022 porque su campaña no despegó y sus antiguos aliados prefirieron unirse a Federico Gutiérrez, un líder carismático en la derecha pero que no pertenece a las huestes del uribismo como Zuluaga. Con la popularidad de Álvaro Uribe en picada, optando por oponerse silenciosamente al presidente Gustavo Petro, pareciera que los días del exministro como una figura política relevante llegaron a su final. Lo que está en veremos es la forma en la que se dará su retiro, que eventualmente la justicia determinará.

Conozca más de Cambio aquíConozca más de Cambio aquí