18 Noviembre 2022

Clemencia Echeverri, imágenes contra el olvido

La más reciente obra de la artista Clemencia Echeverri parte de una masacre ocurrida en La Guajira el 18 de abril de 2004. Se llama 'Deserere' y está en la galería Espacio Continuo.

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Deserere
'Deserere', de Clemencia Echeverri. Fotos: cortesía Galería Espacio Continuo.

Por Diego Garzón Carrillo
El arte también está para contar nuestro tiempo. En contravía al ritmo frenético de las redes sociales donde todo se consume en cuestión de un trino, un meme, o de videos lo más cortos posibles, algunas obras de arte invitan al público a lo contrario, no solo a desacelerar la vida sino a enfrentarse a una realidad decantada donde, tristemente, a veces ya no tiene cabida. Algunos medios de comunicación, por ejemplo, luchan por seguir haciendo investigaciones que cuenten la crudeza del país; y el arte, a su manera, está copando esos espacios.

En esta obra la memoria y la restitución de lazos familiares resquebrajados se fortalecen poéticamente, ante un desierto agreste no solo por su geografía sino también por la presencia tácita del peligro.


¿El arte como una denuncia periodística? ¿El arte para contar lo que no se ve en las redes sociales o en los medios? A veces sí, como en el caso de la artista Clemencia Echeverri, una de las abanderadas del video arte en Colombia. Esta es la primera sensación que deja su exposición Deserere, en la galería Espacio Continuo de Bogotá. Los tres pisos están copados de videos que nos enfrentan a todo tipo de imágenes relacionadas al paisaje guajiro: vestidos rojos de mujeres wayuu que se sacuden con el viento contrastan con imágenes de niños que corren al paso de camionetas que aparecen amenazantes.
El viento sopla en las imágenes, pero parece que lo hiciera dentro de la galería. La imagen y el audio es tan absorbente que a medida que uno avanza por la muestra siente una especie de ahogo. Se siente ese desierto físico y también “sentimental” de mujeres que posan impávidas, indiferentes, ante la presencia de las cámaras.

Desirere
Deserere viene de “desierto”, justamente, un escenario que se asocia, muchas veces, con la ausencia de vida. El 18 de abril de 2004 un grupo de paramilitares llegó a Bahía Portete, en la Alta Guajira, para asesinar a seis mujeres wayuu y también para desaparecer a dos menores de edad ocasionando, de paso, el desplazamiento de 400 familias.
Clemencia Echeverri ejerció una labor casi periodística y duró más de dos años investigando sobre esa masacre liderada por Rodrigo Tovar, alias Jorge 40, que buscaban sembrar el terror en la comunidad. Como si se tratara de un ejercicio a la inversa, en esta obra la memoria y la restitución de lazos familiares resquebrajados se fortalecen poéticamente, ante un desierto agreste no solo por su geografía sino también por la presencia tácita del peligro, tal vez insinuados en esas camionetas que van y vienen ante mujeres y menores de edad que miran de reojo.

Los tres pisos están copados de videos que nos enfrentan a todo tipo de imágenes relacionadas al paisaje guajiro: vestidos rojos de mujeres wayuu que se sacuden con el viento contrastan con imágenes de niños que corren al paso de camionetas que aparecen amenazantes.


La artista recorrió no solo espacios que fueron escenarios de la barbarie, sino también logró hablar con sobrevivientes de la masacre. La reconstrucción de los hechos -nuevamente la alusión al periodismo, al carácter documental del arte- es el punto de partida de esa construcción de un futuro esperanzador a pesar de un pasado que sigue presente. Las heridas están abiertas, además, porque nadie ni nada garantiza que no se podrá repetir.
Si de verdad se esconde el teléfono celular en el bolsillo del pantalón  para “desconectarse”, si de verdad uno puede dedicar unos minutos a caminar en medio de estos videos que van cambiando con los minutos en los tres pisos de la galería, el espectador podrá sentir lo que siente ese país lejano. Nunca hay sensación lastimera, de quejas o lamentos. No se trata de eso. La obra expone apenas sensaciones por medio de imágenes que solo buscan dejar un testimonio de lo que a lo mejor ya no vemos o no queremos ver. O que al menos no pasa por la pantalla de un teléfono celular como un trino, un meme, o un video de más de un minuto. El arte sigue luchando por un espacio para contar el país en el que vivimos y se toma el tiempo que sea necesario. Como debe ser.

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