“La historia debe estar en el corazón de los pueblos”: Mario Williams
4 Diciembre 2022

“La historia debe estar en el corazón de los pueblos”: Mario Williams

En la novela 'El final de las cosas perdidas' el escritor y abogado recrea un episodio que vivió hace 40 años para contar la historia de los derechos humanos.

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Novela WilliamsEl escritor y abogado Mario Williams acaba de publicar la novela El final de las cosas perdidas, una historia basada en hechos que él vivió hace 40 años y que sucedieron en apenas 24 horas. A las cinco de la tarde de un viernes un amigo del autor subió al carro de Mario Williams a una joven, del que ella se bajó el sábado siguiente a esa misma hora. Ese episodio quedó en la mente de Williams. Él recuerda que la invitaron a cenar y en el restaurante le contó su obsesión por conocer el mar. Él le dijo que si quería conocerlo podrían ir a verlo enseguida. Para su sorpresa ella aceptó. En Cali, la ciudad donde Mario vivía, ir al mar era ir a Buenaventura, que en la novela denominó el Pueblo con Mar, tomando una expresión del cantante y poeta Joaquín Sabina. “Este largo recorrido en la búsqueda del mar era, en sí mismo, una locura. Esa es una carretera muy peligrosa y hace 40 años. ni se diga”, señala Williams.
Durante el viaje pudo contarle a la joven la historia de los derechos humanos. Su esposa Fabiola, que lo ha acompañado a conferencias que ha dictado en diversas universidades en las que ha hablado de esos temas, le sugirió que convirtiera su conversación con esa niña en una clase sobre la historia de los derechos humanos.
En la primera parte de la novela Felicidad de la Asunción, la protagonista, recibe la información sobre la construcción de los instrumentos de defensa de esos derechos. En la segunda parte ella se transforma en una líder social. A través de los medios de comunicación denuncia las torturas cometidas por los militares. Es víctima de varios atentados y debe exiliarse para salvar su vida. La frase final del libro Felicidad de la Asunción dice: “Defender los derechos humanos es un acto de amor,
que permitirá que no nos roben la felicidad
”.
La vida de Mario Williams ha oscilado entre Barranquilla y Cali. Es abogado penalista y ambientalista graduado de la Universidad Santiago de Cali, con especializaciones en varias ramas del derecho. Ha publicado los libros Profundidad del silencio, traducido al inglés y Mañana.. ¿Será igual? Ha colaborado en varios medios escritos y ha sido conferencista en los Coloquios de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, IUCN, así como en las universidades de Wuhan, China; Gante, Bélgica; Metropolitana, sede de Azcapotzalco, D.F. México; Santa Clara e Instituto Superior de Ciencias y Tecnologías Nucleares de Cuba. Ha sido profesor universitario en el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, Universidad del Norte de Barranquilla, Universidad Libre Seccional Barranquilla, Universidad Simón Bolívar, y Corporación Universitaria de la Costa. Es miembro de la Federación Interamericana de Abogados y también es instructor de buceo.
La novela lleva un prólogo de José Consuegra Bolívar, rector de la Universidad Simón Bolívar, y la maestra Beatriz González le cedió los derechos de su obra “Una golondrina no hace verano” (a propósito de una masacre ocurrida en Segovia, Antioquia) para ilustrar la portada del libro. CAMBIO conversó con el autor de El final de las cosas perdidas acerca de su novela.

Mario Williams


CAMBIO: ¿Qué lo motivó a escribir esta novela?
Mario Williams: 
La necesidad imperiosa de exorcizar los amores inconclusos. Por lo que podríamos decir que, como quedó estructurada la novela, un encuentro amoroso te aproxima a la cultura de los derechos humanos.
CAMBIO: ¿Por qué escogió el tema de un viaje para conocer el mar como marco del relato?
M. W.: 
La realidad de la historia es esa. Seguramente si esos demonios del inconsciente no la hubieran atormentado en sus sueños yendo a ver el mar, pues terminamos de cenar, la llevo a su casa y fin de la historia. Jung, el discípulo de Freud, enseñó que si pudiéramos interpretar los sueños podríamos tener una vida más feliz. Creo que Felicidad de la Asunción habría estado dichosa de poder entender qué era esa obsesión por el mar. Por qué la asediaba tanto.
 

CAMBIO: ¿Cuáles relaciones ve usted entre los hechos que en su novela se narran y los tiempos presentes?
M. W.: 
Mucho antes que Gabo ya se había dicho que la violencia es la partera de la historia, que lleva en sus entrañas una nueva sociedad. Pero este parto, en el caso de Colombia, es un parto sin final, esa sí que es una cosa perdida. Parafraseando a García Márquez, ese expulsivo, fase última del parto, cuando sale la criatura, aquí no ha llegado, no llega y, por lo visto, no llegará. Que en solo tres meses de este año hayan asesinado a cerca de 35 lideres sociales es francamente demencial y en todo el año a más de 150. Ver vídeos, que circulan por las redes sociales, de volquetas arrojando un montón de cadáveres al suelo, nos desnuda como si fuéramos peor que el imperio de Tánatos, pues este lo era de la muerte sin violencia. Felicidad de la Asunción, la protagonista de mi novela lo dice de manera categórica: “Si las torturas del año 1979 se hubieran castigado, con la severidad con la que debió haberse hecho, no habríamos llegado a los desaparecidos del Palacio de Justicia, ni mucho menos, a ese engendro demoniaco llamado, eufemísticamente, falsos positivos”. Que el gobierno Biden llame la atención sobre estos hechos es, por decir lo menos, inquietante.
 

CAMBIO: ¿La violencia es una tragedia inevitable en Colombia o, por el contrario, existen mecanismos que ayuden a acabarla?
M. W.
Felicidad de la Asunción dice en la novela que la única garantía de vivir en paz es con el respeto a los derechos humanos. Ese respeto no se construye proclamando frases como “Colombia Capital Mundial de la Vida”. La Presidencia de la República no es una agencia de publicidad donde se elaboran eslogans. Coca-Cola nos enseñó hace muchos años que era "la chispa de la vida”.
 

CAMBIO: ¿Cómo contarles a las nuevas generaciones aquellos sucesos que sacudieron al país hace 40 años?
M. W.: 
Creo que con historias como las que narra El final de las cosas perdidas. Es muy interesante que los jóvenes se aproximen al conocimiento de lo que ocurrió en este país hace más de 40 años de la mano de la literatura. Me decía Eduardo Pizarro Leongómez, que leyó el manuscrito, que le parecía muy seductor aproximar los jóvenes al conocimiento de los derechos humanos a partir de una historia de amor. Creo que la historia no debe quedarse en los anaqueles de las bibliotecas, debe estar en el corazón de los pueblos. En este punto quiero destacar la valiente decisión de Felicidad de la Asunción, de la mujer real de la historia. Irse con un desconocido, la noche antes de su matrimonio, es un acto de valor. Se jugó sus deseos, sus pasiones, su curiosidad, sin importarle nada más. Ello me lleva a pensar en Anna Karenina, de Tolstoi; en Nora (Casa de Muñecas) de Ibsen, incluso, en Connie Chatterley. Todas ellas mujeres que dieron rienda suelta a sus más claras pasiones e inocultables deseos.
 

CAMBIO: ¿Qué lecciones deja su relato en estos tiempos que vivimos?
M. W.
Felicidad de la Asunción lo dice: no se castigó a los torturadores de 1979, sus crímenes quedaron en la impunidad, dejando la puerta abierta de par en par para que se cometieran toda suerte de abusos y atropellos con la garantía de no recibir ningún castigo. Es inconcebible que se asesine una persona a la que, al realizarle su autopsia, se le encuentra excrementos en su garganta, a ese nivel de salvajismo llegaron. El Tribunal Superior Militar dijo que los autores de esa vesania infame, por lo menos, eran responsable de homicidio preterintencional. Este ocurre cuando queriendo causar una lesión personal su resultado va más allá y sobreviene la muerte.
La principal lección no es otra que toda aquella autoridad que cometa un crimen debe responder por él. Pero esa lección no se ha aprehendido. ¿Qué tal el caso del joven grafitero asesinado por un policía en Bogotá? En vez de entregar al responsable del homicidio, lo que hicieron fue una chapuza, alteraron la escena del crimen, amenazaron a la familia. Algo muy similar a una historia que se cuenta en mi novela, que ocurrió en Buenos Aires, Argentina, y que se conoce como la Masacre de Floresta.

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