'Pregúntale a la Luna', la nueva novela de Carmen Restrepo
Tarot, intriga y suspenso se entretejen en una historia que sucede en los tiempos en que la televisión era una novedad en blanco y negro.
Acaba de publicarse Pregúntale a la Luna, novela de la escritora Carmen Restrepo. Filósofa e historiadora de formación, ya había incursionado en la literatura con el libro infantil Las vacas comen espaguetis (que escribió junto con su hermana Laura) y la novela juvenil Alexa Neri y la amenaza de Las Sombras.
Pregúntale a la Luna es una divertida historia policial y de suspenso que sucede en tiempos en que pocas familias tenían televisor y el embrujo de la entonces llamada “caja mágica” todavía era una novedad, en blanco y negro, en los que muchas veces era necesario treparse al tejado de las casas para moverla y así ajustar la calidad de la imagen.
La protagonista es Rosa, asistente de vestuario de un canal de televisión, que es experta en la lectura del tarot. Ella trabaja en un muy popular programa de variedades que se emite en vivo. Al no aparecer en el estudio un cantante, el conductor de un muy famoso programa de variedades le pide que se vista de pitonisa e improvise una lectura del tarot. La improvisada sección resulta ser un éxito y a partir de ese día ella se transforma en Madame Rosicler. Ella, junto con Charito, su gran amiga de la vida, ayudarán al detective Palacios para esclarecer una investigación bastante complicada.
Transcribimos a continuación un breve fragmento tomado del comienzo de la novela.
Ya hacia la nochecita, de vuelta a la casa del trabajo, Rosa y su amiga Charito van apesadumbradas. Ambas son cincuentonas, o sesentonas, quién sabe, resulta imposible precisarlo. Rosa es una mujer grande y alta, de pasos largos, y va cubierta por un pesado abrigo gris de paño. Charito va envuelta en una chalina multicolor que ella misma se ha tejido en crochet. Es muy menudita, una miniatura de mujer, y tiene que correr para que su amiga no la deje atrás. A lado y lado de la calle, las ventanas dejan ver interiores iluminados donde unas gentes se han sentado a comer, otras conversan en la sala, algún solitario fuma en el balcón. Cada tanto, de alguna de las ventanas se escapa una luz titilante y azulada, y las dos amigas saben que allí, en esa casa, tienen un televisor, y que esa familia está sentada ante él en semi círculo, mirando hipnotizada las imágenes en blanco y negro.
-Siempre he pensado que son felices esas personas que viven en las casas iluminadas –suspira Charito, mirando en derredor.
-No crea tanta belleza –la corrige Rosa-, cada quien carga con su cruz.
-Eeestáaan clavadas dos cruuuuuces en el monte del olvidooooo- canta Charito, imitando a Lola Flores.
-La ecuación es esta, Charo, apréndasela de una vez: por cada gota de alegría, vienen dos de amargura.
-Por cada gota de amargura, vienen dos de alegría –repite Charito, cuidándose de invertir los términos.