¿Es bueno satanizar al plástico?
Crédito: Cempre
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Pese a la mala fama que hoy tienen los envases y empaques plásticos de un solo uso, el material del que están hechos le ha dado grandes beneficios a la humanidad. Para reducir la contaminación por su utilización, varios países en el mundo han emprendido el camino de la economía circular.
Los envases y paquetes plásticos se encuentran en el ojo del huracán y hoy no gozan de buena reputación. Las dantescas islas de basura que son más grandes que la superficie de Colombia y navegan los océanos del mundo al vaivén de los vientos; las fotos o videos de animales marinos asfixiados por algún empaque de plástico; o las recientes investigaciones que dan cuenta de la presencia de microplásticos en la sangre; se han convertido en unas de las tantas razones de la lucha contra el uso de plásticos de un solo uso.
Por paradójico que parezca, el plástico, inventado a inicios del siglo XX, solucionó varios problemas ambientales. Por ejemplo, la baquelita, la primera sustancia plástica creada en 1907, redujo la caza de elefantes para extraerles el marfil blanco. Ahora, elementos simples y cotidianos como los pitillos son vistos como enemigos de la humanidad.
Si bien, la contaminación por el uso de envases y empaques de único uso es una realidad, satanizar el plástico poco o nada ayuda a contrarrestarla. “Con relación al polietileno y al polipropileno siempre me gusta hacer la siguiente comparación para mostrar que los plásticos no son el problema: un cuchillo es un objeto neutro, usted puede cortar un papel o matar una persona, el problema es cómo se usa”, explica Mario Muñoz, gerente de la cadena de valor del plástico en Cempre.
Colombia no es ajena a esta discusión. De hecho, el pasado mes de julio, el Congreso expidió la Ley 2232 "por medio de la cual se establecen medidas tendientes a la reducción gradual de la producción y consumo de ciertos productos plásticos de un solo uso”. Según la nueva legislación, en un plazo de entre 2 y 8 años, se debe acabar la comercialización de varios elementos de plástico como bolsas de punto de pago en almacenes, platos, bandejas, cuchillos, tenedores, cucharas, vasos, guantes para comer, mezcladores, pitillos para bebidas, confeti, manteles, serpentinas, entre otros.
Expertos en el tema sostienen que esta ley es un paso importante en la lucha contra la contaminación por uso de envases y empaques de plástico. También consideran que esta política no se debe quedar en la prohibición, sino que tiene que avanzar hacia la economía circular del plástico. Es decir, lograr que todos los envases y empaques sean reutilizables o reciclables. Este modelo parte de la idea de que el plástico puede ser transformado una y otra vez en las distintas cadenas productivas y, así, continuar sacándole provecho y, a la par, reducir la contaminación.
Y para que a mediano y largo plazo la ley sea efectiva también es necesario un sistema de información que provea, por un lado, datos relacionados con la producción de plásticos en Colombia y con su reúso y reciclaje, y por el otro, estudios sobre los efectos negativos o positivos de las alternativas a los empaques y envases de plásticos de un solo uso.
Al respecto, Muñoz afirma: “El problema de la contaminación no se va a solucionar solo con la prohibición. Para hacerlo se necesitan datos y mucha información que permita tomar decisiones acertadas que no vayan en un futuro a crear un problema ambiental mayor. La prohibición nos puede llevar a unos mundos inexplorados y a unos materiales de reemplazo que podrían ser más problemáticos que el polipropileno o el polietileno. Muchas personas creen que la respuesta a las bolsas de plásticos son las biodegradables, pero si estas se descomponen en ambientes anaeróbicos, como los rellenos sanitarios, producen metano, un gas dañino para el ambiente por sus efectos en el cambio climático. Esto no significa que no debamos eliminar envases de uso problemático, sino que debemos avanzar en más investigación y en la economía circular”.
Por el mismo tiempo en que salió la Ley 2232, un grupo de empresas pertenecientes a distintos sectores en donde el plástico tiene alguna relevancia (productores de PET, polipropileno y polietileno y otros plásticos, fabricantes de envases y empaques, fábricas de alimentos, elementos de aseo y otros bienes de consumo masivo), congregadas desde hace 13 años en la organización sin ánimo de lucro Compromiso Empresarial para el Reciclaje (Cempre), empezó a coordinar en Colombia el Pacto por los Plásticos con el apoyo del Programa de Acción de los Residuos y Recursos (WRAP, por sus siglas en inglés) para impulsar la economía circular de este material.
Colombia es el décimo tercer país en firmar el pacto, y con Chile son los únicos en hacerlo en América Latina. El país se comprometió a eliminar, en los próximos años, los plásticos problemáticos e innecesarios (todos aquellos envases que tienen una combinación de plásticos o cuyo diseño excede el contenido que almacenan); asegurar que todos los envases y empaques sean reutilizables, reciclables o compostables; incrementar la tasa de reciclaje de envases y embalajes plásticos; e incrementar el material reciclado en nuevos envases y embalajes plásticos.
Para avanzar en estos propósitos se conformó un comité consultivo del Pacto por los Plásticos compuesto por el DANE, el DNP, los ministerios de Ambiente y de Comercio, la ANDI, Acoplásticos, Fenalco, The Consumer Goods Forum, Cempre, Coca-Cola, Grupo Éxito, Nestlé, Unilever, Postobón, PepsiCo, el Icipc, la Universidad de Los Andes y GIZ. Uno de los primeros acuerdos a los que llegó este comité fue que para avanzar en la hoja de ruta es necesario consolidar información con la que se puedan construir variables para evaluar los avances en el tema.
En ese primer ejercicio, Cempre encontró que, del consumo aparente de resinas plásticas al año en Colombia -que equivale a más o menos 1,4 millones de toneladas- la mitad, es decir, 700.500 toneladas se destinan para los empaques y envases que se ponen en el mercado. De esta cifra, 223.300 toneladas son recicladas (32 %) y 23.200 toneladas entran de nuevo a los procesos industriales como materia prima para fabricar nuevamente envases y empaques plásticos.
Este primer corte de cuentas muestra que Colombia no parte de ceros en la economía circular del plástico. El hecho de que el 32 % de los envases y empaques sean reciclados y aprovechados en otras actividades, como en la construcción de paneles para la construcción, significa que hay conciencia del reciclaje. Sin embargo, el principal reto es no solo aumentar ese porcentaje de reciclaje, sino que la mayoría se destine hacia las actividades industriales como nuevos envases y empaques, donde se hizo su uso primario. Es decir, si x toneladas de polietileno fueron utilizadas en la producción de botellas para líquidos, se esperaría que una cantidad similar volviera a esa industria.
Con el Pacto por los Plásticos y con el modelo de economía circular se espera que la sociedad deje de satanizar los plásticos y que estos puedan ser utilizados una y otra vez para reducir la contaminación ambiental, tal como lo viene promoviendo Cempre desde todos sus ejes estratégicos, orientados a generar prosperidad colectiva en el país.
Con el apoyo de: Cempre.