El aterrador Twitter de Elon Musk
Solo para quien no comprende qué cosas son las redes sociales la llegada del multimillonario Elon Musk a Twitter puede ser una buena noticia.
Por Álvaro Montes
El pasado lunes, un automóvil Tesla -ese exquisito objeto del deseo de nuestros días- se desbocó enloquecido en una calle de Chaozhou, en China, y mató a dos personas. No está confirmada la causa del siniestro y no se sabe si estaba activado el piloto automático de esta maravilla tecnológica que se conduce sola, pero las autoridades verificaron que el conductor no estaba ebrio.
El video es aterrador y retrata de algún modo el futuro desbocado y sin frenos que le espera a la red social del pajarito, tan importante en el mundo político internacional. Elon Musk la compró (después de intentar sin éxito deshacer el negocio) y desde el primer día bajo su control pintó con claridad la plataforma que quiere: más tóxica (que ya es mucho decir, porque es la más tóxica hoy entre todas las redes sociales); con Donald Trump y sus huestes de regreso a casa, y cero interés en enfrentar el problema de las noticias falsas y la polarización. Un Twitter más Twitter que nunca.
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Elon Musk es un conocido partidario de la libertad absoluta de expresión en las redes sociales, lo que significa que los mensajes de odio y las incitaciones a la violencia y a los golpes de Estado que promueven grupos neofascistas en todo el mundo puedan proclamarse sin censura.
Nadie - ni siquiera los analistas que están allá, en las entrañas de Silicon Valley - comprende todavía las razones exactas por las que el rico ultraconservador Musk compró esta plataforma. Él mismo intentó echar atrás su propuesta de compra, pero las sanciones que vendrían le resultaban más onerosas. En Estados Unidos no se pueden ir haciendo propuestas financieras que no sean en serio y cuando quiso desistir se enfrentó a un proceso judicial por parte de las directivas de Twitter. Tuvo que cumplir su palabra y comprar la empresa. Pagó 44.000 millones de dólares por un negocio que arroja pérdidas y que está muy lejos del punto de equilibrio. No puso todo el dinero de su bolsillo, desde luego. Tonto no es. Buscó socios, como el príncipe Al Waleed Bin Talal, de la familia real Saudí, el Fondo Soberano de Inversiones de Catar y 17 inversionistas más.
A Musk se le tiene por "rey Midas" que hace brotar ríos de leche y miel de cualquier negocio tecnológico: PayPal, Tesla, SpaceX, así que los entusiastas del capitalismo salvaje esperan un milagro. Su segunda medida, cobrar por verificar cuentas de usuarios, resultó un fiasco. Parecía una gran idea cobrar una tarifa de 8 dólares mensuales a la celebridad o empresa que quiera la estrellita azul que garantiza la legitimidad de la cuenta. Con esto, Musk pretendía solucionar dos problemas: una, las escasas fuentes de ingresos; dos, la espantosa cantidad de cuentas falsas y bots que pululan, y con las que se crean fake news a chorros. La idea, según explicó, es que las cuentas verificadas (que pagarán 8 dólares mensuales) tendrán prioridad. En Twitter, a partir de ahora, "búsquedas, respuestas y menciones con usuarios verificados primero". Tal como despliega Google los resultados de las búsquedas.
Bueno, pues la idea ya comenzó a filtrar agua. El 10 de noviembre la empresa suspendió el pago por verificación, ante la avalancha de impostores que pagaron para "legitimar" sus cuentas fraudulentas. La farmacéutica Eli Lilly perdió más del 4 por ciento de su valor en bolsa porque alguien registró una cuenta falsa a nombre de esta marca y publicó noticias falsas sobre la insulina, un producto estrella de la farmacéutica. Alguien se verificó como el auténtico Jesucristo, y cuentas falsas a nombre de celebridades como LeBron James y George Bush comenzaron a publicar mensajes de odio, por la módica suma de 7,99 dólares. Como el Tesla sin frenos en una calle en Chaozhou, el nuevo Twitter de Elon Musk puso en marcha el pago por verificación sin disponer de un sistema confiable de chequeo de identidades.
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A Musk se le tiene por "rey Midas" que hace brotar ríos de leche y miel de cualquier negocio tecnológico: PayPal, Tesla, SpaceX, así que los entusiastas del capitalismo salvaje esperan un milagro.
El nuevo dueño despidió a casi todo el mundo. A la junta directiva, a los ejecutivos principales, comenzando por el CEO y toda el área de mercadeo y comunicaciones. Los que no despidió decidieron marcharse, como Lea Kissner, la directora de seguridad de la información. El recorte será del 75 por ciento de la plantilla de 7.500 empleados. ¿Espera con el 25 por ciento de la fuerza laboral reinventar Twitter?
Elon Musk es un conocido partidario de la libertad absoluta de expresión en las redes sociales, lo que significa que los mensajes de odio y las incitaciones a la violencia y a los golpes de Estado que promueven grupos neofascistas en todo el mundo puedan proclamarse sin censura. Musk anunció que invitará de nuevo a Donald Trump, con quien comparte ideología ultraconservadora, para que regrese. Pero tan pronto vio que el anuncio alarmó a los anunciantes, quienes aportan el 90 por ciento de los ingresos y presionan en favor de redes sociales menos tóxicas, que funcionen bajo esquemas de moderación de contenidos, prefirió matizar su anuncio agregando que “obviamente, Twitter no puede convertirse en un infierno de libertad para todo, donde se puede decir cualquier cosa sin consecuencias”.
IPG, una de las empresas de publicidad más grandes del mundo, comunicó a sus clientes la recomendación de suspender temporalmente las inversiones en Twitter hasta que el nuevo dueño se comprometa con la moderación de contenidos. Los grandes anunciantes globales, recordemos, no desean que sus anuncios aparezcan al lado de mensajes que llaman a matar migrantes africanos o se burlan de grupos étnicos. (Bueno, en nuestro país, sí). En realidad, la moderación de contenidos en Twitter funciona actualmente en Estados Unidos y Europa, en donde sociedad civil y gobiernos plantan cara a la red social y le exigen hacer respetar las reglas de uso y censurar contenidos racistas, xenófobos y violentos. En Colombia, como hemos visto, nada de eso importa y en el Twitter colombiano reinan el racismo, la homofobia, los insultos y las mentiras disfrazadas de noticias sin que a nadie le preocupe.
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IPG, una de las empresas de publicidad más grandes del mundo, comunicó a sus clientes la recomendación de suspender temporalmente las inversiones en Twitter hasta que el nuevo dueño se comprometa con la moderación de contenidos.
La empresa es un manojo de nervios. Los programadores recibieron la orden de crear un sistema de suscripciones, por lo que se espera que Twitter tendrá muro de pago. Los 255 millones de personas que participan diariamente en esta red, ¿pagarán para continuar allí? Los analistas de mercado creen que la mayoría se irá. Las redes son gratis o no funcionan. Pero el empresario confía en que revertirá esta tendencia. De hecho, una suscripción a Twitter existe desde el año pasado, se llama Twitter Blue, y tiene cien mil abonados.
El historiador David Nasaw publicó una columna en el New York Times en la que pintó a Elon Musk como "el rostro del capitalismo extremo basado en tecnología" y lo comparó con los poderosos empresarios que construyeron los ferrocarriles a finales siglo XIX y crearon el Estados Unidos que todos conocemos, amasando fortunas mediante la cooptación del Estado, las ventajas tributarias y los subsidios del gobierno, o manipulando el precio de las acciones, como suele hacer Elon Musk con Tesla.
Los analistas chinos también observan con preocupación los nuevos rumbos de la red social, que para ellos es un asunto inequívocamente político. “La tormenta de opinión pública en Estados Unidos por la toma de control de Musk en Twitter encarna la polarización política de los EE. UU. derivada de las divergencias políticas” publicó el Global Times.
Muchos se preguntan si hay planes de poner Twitter al servicio de la campaña Trump en las próximas elecciones, o si la red será convertida, como ha insinuado su nuevo propietario, en una plataforma para todo: comercio electrónico, pedir un Uber, pagar facturas y ordenar la pizza, al estilo de WeChat, en China. O si, aunque suene increíble, esa platica se perderá. Pronto lo sabremos.