La estrategia de alias Calarcá: divide y vencerás

Crédito: Archivo Particular

La estrategia de alias Calarcá: divide y vencerás

Alexander Díaz, alias Calarcá, jefe del bloque Jorge Briceño de las disidencias de las Farc, se ha empeñado en lograr una división entre los integrantes del grupo ilegal para quedar como su principal cabecilla, quitándole el mando a alias Iván Mordisco.

Por: Javier Patiño C.

Entre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsAppEntre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsApp

Cada vez se hacen más profundas y evidentes las diferencias internas entre dos facciones de las disidencias de las Farc. Por un lado, están los bloques Jacobo Arenas, Isaías Duarte y Amazonas, que siguen las órdenes de alias Iván Mordisco. Del otro, los bloques Jorge Briceño y Magdalena Medio, al mando de alias Calarcá, que avanzan en una mesa de negociación con el Gobierno nacional.

Según el testimonio de varios desmovilizados, el cerebro de estas diferencias es  alias Calarcá, quien se ha encargado de crear inconformismo, discordias y confrontaciones entre los principales cabecillas del grupo armado, con el objetivo de debilitar la estructura de mando y control para quitarle el mando a alias Iván Mordisco, que ha buscado unificar la estructura ilegal.

Según el coronel retirado Andrés Camargo, quien ha perseguido a los cabecillas de las disidencias de las Farc, el totalitarismo de alias Calarcá se describe a partir del momento en que decidió retornar a las armas y la lucha revolucionaria, autoproclamándose como genuino marquetaliano, desconociendo los principios rectores y estatutarios que rigieron por décadas a la organización guerrillera desmovilizada.

“Para Calarcá, él fue quien reconstruyó y continuó el proyecto revolucionario de los fundadores de las Farc,  Manuel Marulanda y Jacobo Arenas, y continuó con los ideales del Mono Jojoy para refundar su bloque armado, con la idea de luchar por el pueblo y ser visto como un caudillo carismático”, dijo el exalto oficial.

Control territorial

Según el testimonio de uno de los desmovilizados, desde que Díaz tomó el poder del frente séptimo de las disidencias de las Farc, tras la muerte de alias Gentil Duarte en mayo de 2022, su principal tarea fue controlar las economías ilícitas mediante el cobro al gramaje: “una extorsión disimulada a cultivadores y compradores de coca, cobrándoles un impuesto por cuidar cultivos, laboratorios y rutas, así como lo solía hacer Tirofijo en los años ochenta con los grandes carteles del narcotráfico”, dice el desmovilizado. 

Para el coronel retirado Camargo, su tarea hoy ha sido desplazar a las comunidades, despojar de sus tierras a los campesinos, ganaderos y hacendados, adueñándose también de los terrenos baldíos y obligando a los pobladores a la construcción de carreteras y puentes, utilizadas para la salida de cargamentos de droga.

“Sus integrantes se han dedicado a labores de concientización política sobre sus áreas de influencia, que les ha permitido consolidar su presencia armada, obteniendo un reconocimiento como autoridad y estado. Lo que les ha traído adeptos y reconocimiento dentro de la población local, hasta el punto de lograr que las comunidades organizadas e instrumentalizadas confronten a las autoridades, a quienes hostigan y asedian cuando ingresan a las áreas controladas por el grupo residual, bajo el argumento de no necesitar de ellos, porque su seguridad ya está garantizada”, explicó Camargo.

Para el exuniformado, esta política ha sido reiterativa en los acercamientos con el Gobierno, es que nunca se han discutido los medios de financiamiento del grupo armado, ni el cese de hostilidades contra la población, ni tampoco el pago de apoyo que la organización ilegal cobraba a las víctimas y que, si no pagaban, se atendrían a las consecuencias.

mordisco

División del EMC

“Alias Calarcá, mediante el control de la mesa de diálogo, logró influenciar las organizaciones sociales, campesinas, comunales y ambientales que decidieron participar de la política de paz total, instrumentalizando a sus intereses y pretensiones, con el fin de ser reconocido como máximo cabecilla del movimiento insurgente”, asegura el oficial.

En opinión de otro de los desmovilizados, Calarcá cambió la idea del centralismo que caracterizaba a las desmovilizadas Farc, su Estado Mayor y secretariado, que siempre reconocieron y subordinaron a un poder central, que regía y direccionaba el movimiento insurgente. 

Para el exguerrillero, el objetivo del cabecilla es controlar el futuro del movimiento armado; “se hizo con el poder armado de dos bloques de frentes, busca dividir a otras estructuras fuertes para anexar hombres en armas y territorios estratégicos para dinamizar las economías ilícitas”.

disidencias

Futuro del proceso 

Para el analista político Carlos Domínguez, el proceso de conversación que actualmente se desarrolla con la facción de alias Calarcá, “parece más un amaño a los intereses y pretensiones del cabecilla, pues en la mesa no ha mostrado un compromiso a firmar unos diálogos donde sea desmontada y desmovilizada la organización armada que él lidera, la entrega o dejación de armas tampoco lo ha contemplado; pero sí exige la legalización de predios y construcciones, bajo el argumento de ser obras sociales que en un futuro van a controlar”.

También hay un interés, señala Domínguez, por avanzar en las transformaciones territoriales, porque de ellas se derivan recursos económicos, apoyos de países que, comprometidos con la paz, le han apostado al proceso de paz.

Esta opinión es apoyada por un desmovilizado que afirma que el factor económico generó los desacuerdos en el interior del grupo armado, al ordenar no inyectarle más dinero a la revolución, recursos que necesitaba Mordisco para la compra de armamento y logística del movimiento en reconstrucción. 

Por eso Calarcá se apartó de ese proyecto, no sin antes comprometer al Gobierno a continuar con una mesa de diálogo dividida, apoyado por las bases sociales que la misma organización insurgente creó, una población estigmatizada, amenazada y coaccionada a los intereses del grupo ilegal.

Para un alto oficial, el cabecilla tiene bajo su mando a cerca de 1.000 hombres, quienes serán los garantes de su protección y de sus áreas de injerencia, “por eso no quiere entregar las armas, ni desmontar sus estructuras financieras y de inteligencia, por temor a que Mordisco lo va a confrontar, dando inicio a una disputa territorial por el control de las economías ilícitas y el apoyo de las bases sociales. Calarcá la tiene difícil, su totalitarismo puede estar jugando en contra”.

Conozca más de Cambio aquíConozca más de Cambio aquí