21 mujeres escriben sobre sus partos
21 Abril 2024

21 mujeres escriben sobre sus partos

Ilustración de las compiladioras con sus hijos.

Crédito: Alejandra Hernández

Cristina Consuegra, antropóloga y cocinera, y Alejandra Hernández, artista plástica, recopilaron sus testimonios y los de 19 mujeres más acerca de sus experiencias durante el embarazo, el parto y la lactancia.

Por: Redacción Cambio

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Una de las novedades que ofrece en la Feria Internacional del Libro de Bogotá la editorial independiente Laguna Libros es Partos, una compilación de historias que realizaron Cristina Consuegra y Alejandra Hernández sobre la experiencia de 21 mujeres cuando dieron a luz.
Estos textos muestran diferentes maneras de afrontar este momento en que una nueva vida se asoma al mundo. Estos relatos hablan de partos en hospital y casa, vaginales y por cesárea, en el campo y en la
ciudad. Este libro, con prólogo de la poeta Andrea Cote, muestra que hay tantas maneras de dar a luz como mujeres que lo han hecho, y recuerda la fuerza que nace al contar nuestras historias.
Cristina Consuegra es antropóloga y cocinera. Investiga sobre la ecología afectiva e historia cultural de los alimentos, y hace proyectos de arte y cocina. También trabaja como consultora en iniciativas de conservación de la biodiversidad y del patrimonio culinario en diferentes territorios de Colombia. Por su parte, Alejandra Hernámdez es pintora y dibujante. Vive y trabaja en el campo junto a su familia. Se interesa en desarrollar proyectos editoriales, hacer fermentos, cortar pelo y aprender sobre las propiedades de las plantas.
Cambio reproduce el texto que escribieron las compiladoras, en el cual se cuenta la manera como fue tomando forma el proyecto y en el que explican las motivaciones que lleraron a las 22 protagonistas de este libro a compartir sus historias. Primero entre ellas y luego al público, a través de este libro.

 

Poner el cuerpo, convocar la sangre, escribir el parto
 

Por Cristina Consuegra y Alexandra Hernández
Cuando tenía cerca de tres meses de estar esperando a Silván, Gaëlle y otras amigas coincidieron en recomendarme los libros de Ina May Gaskin, una partera icónica de Estados Unidos que ha dedicado su vida a defender el parto natural y ha logrado susurrarnos —como lo hace Angélica Páez en el relato con el que abre Partos— que en nuestros cuerpos e imaginación se encuentra consignada la memoria del parto. El parto de la primera mujer que somos todas las mujeres. La voz de Gaskin no es la única presente en sus libros. Además de convocar con su oficio al cuerpo colectivo de mujeres que la habitan, en sus libros pasa como en este libro: varias mujeres narran sus historias de parto. Leí muchas veces los relatos de esas mujeres que no conozco, pero en las que me reconocía así no hubiera parido todavía. Silván tomaba forma adentro mío y yo buscaba en la experiencia de otras la imagen propia, queriendo hacer carne la fuerza y la confianza que me transmitía cada testimonio.
Nació Silván y con un grupo de amigas de infancia, todas madres primerizas recientes, abrimos un chat. En medio de la dieta, yo seguía afectada por la noche iniciática del parto. Era de día afuera, pero en mi cuerpo estaba latente la imagen de la oscuridad abismal en la que transcurren los partos. Recuerdo sentirme toda vientre. Lloraba al rememorar lo que había pasado, lo que aún percibía como una apertura radical de mi cuerpo, y también en agradecimiento por la mujer que había recibido a mi hijo. Parir reforzó mi admiración por la partería y las parteras, y por quienes honran, respetan y cuidan, también desde el sistema médico, los nacimientos de nuestros hijos. Verme parir también sembró en mí el deseo de ver parir a otras mujeres, de ser testigo de las formas tan particulares y diversas en que transitamos y resolvemos la misión de partir y partirnos, el rito de paso de traer al mundo una vida que le pertenece al mundo y frente a la que somos tierra y canal.
Les pregunté por sus partos en el chat. Ángela fue la primera en contarnos su historia. La escribió y la leímos. Luego vinieron las de Ana Lucía y la mía, ambas reunidas en este libro. La idea de Partos surgió ahí, en ese primer intercambio. Pensé en que una forma de corresponder a las mujeres desconocidas a quienes había leído podría ser a través de una compilación de historias de parto que reuniera la experiencia de mujeres que sí conocía y habían estado cerca a mí durante el embarazo. De esas primeras mujeres había aprendido sobre el valor del testimonio en su singularidad y que este puede convertirse en aprendizaje colectivo. Recoger estas historias sería una manera de hablar entre nosotras, y de atizar por medio de ellas una red de afectos que la maternidad reitera como necesaria. Pensé, asimismo, en la urgencia de un proyecto semejante, por un lado, para restituir la tradición de cuidarnos entre mujeres y aprender, desde nuestras propias experiencias, las unas de las otras; y, por otro lado, que va de la mano, para hacerle frente a la medicalización del parto, la violencia obstétrica y la normalización de la narrativa dominante de la salud sexual femenina que hace creer que no somos soberanas de nuestros cuerpos y tampoco dueñas de nuestros partos.
Le conté la idea a Alejandra Hernández y nos juntamos en la intención de reunir al grupo de mujeres que ahora son las autoras de Partos. Ya no serían únicamente mujeres cercanas a mí, sino a las dos. Además de nuestra amistad, Alejandra había hecho una serie de dibujos en los que aparecen su hija y ella, y que llamó Dibujos de siesta, porque los hizo a partir de fotos durante las siestas de Uma. Estos dibujos, que son todos azules, aún me cautivan. Ella me habló con ellos, así como las mujeres de los libros de Gaskin. Alejandra también fue clave para hacer que este libro fuera más que una autopublicación casera que yo pensaba encuadernar a mano. Gracias a ella le propusimos el proyecto a Laguna, que aceptó y a su vez trajo la voz de otras mujeres escritoras.

Partos 2

Después de un año largo en el que hemos trabajado con Ana Lucía Barros como editora, somos veintiún mujeres narrando nuestros relatos de parto.
En Linea nigra, Jazmina Barrera habla de la necesidad de que las mujeres —y cada vez más mujeres— escribamos sobre nuestros embarazos, partos y experiencias lactando. Para ella, en estas historias reposa una tradición, la posibilidad incluso de nuevos géneros literarios, pues detrás de estas hay listas, recetarios caseros, diarios, notas de herbolaria, oralidad, cuerpo. Estas historias son tan importantes y necesarias no sólo porque son pocas y hacen falta, y quizás nunca sean suficientes, sino porque en ellas está inscrita nuestra sexualidad y su complejidad, nuestra sangre y leche materna que es sangre filtrada. Por medio de estas historias acudimos a la verdad y diversidad de nuestros cuerpos, a lo más particular y a su vez común de la experiencia de habitarlos. Hago alusión a esto para decir que acá somos pocas y muchas a la vez. Somos apenas veintiún mujeres, pero somos veintiún mujeres hablando de nuestros partos.
No todas las invitaciones a escribir se concretaron para el libro. Y solo una de las que sí llegaron se quedó por fuera. Tomamos esta decisión porque el parto había ocurrido en España y queríamos que fueran testimonios que hablaran del contexto colombiano y latinoamericano, sin pretender con esto lograr ninguna representatividad. De hecho, algo fundamental de haber trabajado como lo hicimos es poder reconocer el carácter situado del proyecto, y en particular de quienes narran. La mayoría de las autoras de Partos pertenecemos a un contexto material y cultural similar. Además de que tres son parteras, la mayoría tenemos un interés y relación —en grados distintos, según cada caso— con la partería tradicional y su versión urbana, y el acompañamiento de doulas, aunque en paralelo mantengamos un diálogo con la institución médica. Asimismo, todas coincidimos en el privilegio no solo de habernos podido informar respecto a nuestros partos, sino también de poder contar nuestras historias. Pero así como se trata de un nicho, en este sentido, innegablemente homogéneo, es fascinante que las historias, de parto vaginal o cesárea, en clínica o en casa, sean tan diferentes entre sí. La singularidad de cada parto es nuestra singularidad, por eso es que en tradición, como cuenta acá Sara Barbosa, encontrar el nombre espiritual de cada persona, el “nombre de placenta”, pasa por recordar la historia del parto.
Este libro busca hacer visible, no sólo desde la palabra sino también por medio de los dibujos de Alejandra, eso que Úrsula K. Le Guin, citando a Virginia Woolf y Hélène Cixous, define como “escribir el cuerpo”. “Partoescritura”, lo llama acá Fátima Vélez. Estas escrituras nos pertenecen a todas las mujeres. Por esto, este libro se concibió como una invitación a que diferentes mujeres, indistintamente de su oficio, narraran su experiencia.

Cristina consuegra

Desde que empezamos a hablar de este proyecto, nos imaginamos un libro acompañado de imágenes: imágenes que no fueran descripciones literales de los textos, sino que interpretaran y dieran otra mirada, desde el sentir, de lo desgarrador, lo tierno, lo animal, lo furioso, lo poderoso, lo frágil que se puede sentir atravesar este umbral entre la vida y la muerte, esta iniciación que a veces es parir. Durante mi proceso creativo pensé en el rojo, rojo sangre, rojo placenta. Me gusta la inmediatez y la fuerza del pincel, y casi siempre trabajé sin bocetos. Leía los textos mientras estos seguían en proceso de edición, los dejaba de lado y me quedaba con las sensaciones. Ahí me sentaba a pintar, con los rezagos que me quedaban en la memoria y en el corazón, a veces me llegaban fragmentos de algún texto, a veces se entremezclaban las historias, pero hay algo de cada relato en los dibujos. Creo que las imágenes le hablan más al subconsciente que a la mente racional y a los otros cuerpos que nos habitan y que habitamos, son intentos de describir lo indescriptible, de expresar lo que nos sobrepasa.


Antes de la publicación de este libro, hemos tenido una serie de encuentros virtuales y presenciales en los que hemos compartido el proceso y leído nuestros textos en voz alta. Solo esto ha sido increíblemente sanador. Todas nos hemos encontrado y reconocido en algún momento de cada historia, nos sentimos en la otra, en nuestras dichas y dolores, nos sabemos una. Sueño que las redes que comenzamos a tejer aquí crezcan, que este libro nos impulse a que sigamos contando nuestras historias, con sus matices y todo lo que las atraviesa. Hablarlo con nuestras propias madres, abuelas, amigas, conocidas y reclamar lo que es nuestro. Juntas estamos cambiando narrativas que se han naturalizado acerca del parto, porque nuestros cuerpos son sabios, somos la naturaleza misma, y tener la información, conectar con nuestros cuerpos y saber que podemos decidir frente a un sistema que se ha basado en el miedo por siglos es revolucionario. Es importante saber que podemos decidir de una manera informada, que podemos exigir que nuestros planes de parto sean respetados, que todas las formas de parir son válidas, que podemos aceptar o rechazar conscientemente los procedimientos médicos. Los partos son sagrados, son ceremonias, son portales y merecen ser tratados con respeto y devoción, merecen el tiempo, los silencios, el buen trato, la presencia y la escucha. El buen parir impacta profundamente a una sociedad. Tenemos derecho a decidir, a informarnos, educarnos y evaluar opciones. Siempre acompañadas, sostenidas, y con amor y respeto.
Partos, en fin, puede pensarse como materia prima para agendas imprescindibles como los diferentes activismos en torno al parto, para que seamos más mujeres, y para que nos apoyemos y acompañemos no solo entre nosotras sino como sociedad en la decisión individual, pero con reverberaciones colectivas, frente a lo que nos es primordial a todos: nacer.

partos

​​​​Alejandra Hernández
 
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