“El escritor fantasma construye la casa pero no es el dueño de los ladrillos”: Luis Fernando Afanador
19 Abril 2024

“El escritor fantasma construye la casa pero no es el dueño de los ladrillos”: Luis Fernando Afanador

Luis Fernando Afanador

No siempre el escritor es un ser solitario que escribe la totalidad de su obra. A veces se vale de ayudantes, otras veces sencillamente pone su nombre para que se publique la obra de alguien que no quiere darse a conocer. El libro 'Los fantasmas sí existen', de Luis Fernando Afanador, cuenta ocho casos muy documentados que se leen como relatos de misterio.

Por: Eduardo Arias

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La sociedad contemporánea le rinde un culto supremo al autor, al creador y al inventor. Los nombres más consagrados traspasan barreras nacionales y generacionales y en algunos casos se convierten en referentes de la historia de la Humanidad. Sin embargo, se han dado casos en que escritores han firmado obras maestras de la literatura no las escribieron tanto. O nada. Luis Fernando Afanador, poeta, crítico literario y cinéfilo, investigó ocho casos que componen el libro Los fantasmas sí existen, en los que muestran distintas maneras en que se ha ejercido el papel de escritor fantasma. De alguna manera, el libro también cuestiona el mito del creador solitario en un mundo en el que siempre han sido moneda corriente las colaboraciones, por no hablar de los guiños, las adaptaciones, los homenajes y los plagios.
La pluma de Afanador convierte estos casos en apasionantes relatos de misterio, en los que nunca faltan los datos, las anécdotas y argumentaciones que le permiten a cada lector hacer su propia lectura de cada caso. En algunos de ellos la respuesta es evidente. En otros, queda un manto de duda que deja abiertas varias posibilidades.
Luis Fernando Afanador es un abogado con una maestría en literatura. Fue profesor en las universidades Javeriana y de los Andes. Ha publicado varios libros, entre ellos el ensayo Julio Ramon Ribeyro,un clásico marginal, y las biografías Tolouse-Lautrec, la obsesión por la belleza, Me llamo Simón Bolívar y Luis Ospina, un hombre de cine. Su obra poética, publicada en varias revistas, ha sido recogida en diversos libros: Extraño fue vivir, La tierra es nuestro reino (antologia), Amor en la tarde (poemas a películas) y Museo del cuerpo. En 1996 fue finalista en el Premio Nacional de Poesia. CAMBIO habló con él acerca de estos escritores fantasmas que tanta fascinación e intriga despiertan.
 

CAMBIO: ¿Qué lo indujo a escribir este libro?
Luis Fernando Afanador:
El deseo de una lectora de leer un libro sobre escritores fantasma. ¿Y por qué no?, pensé y asumí ese deseo como propio. Detrás de los escritores fantasma hay siempre un misterio y ¿quién no quiere resolver un misterio? Además, el tema, per se, lleva a cuestionar la figura mítica y romántica del autor como un ser único, autónomo, inspirado. “El artista no es el único que suda”, dice Gregory Cowles. Es un tema apasionante y tal vez por eso, cada cierto tiempo, encontramos en las revistas un artículo sobre escritores fantasma. Pero yo sentía que se quedaban siempre en las anécdotas y que valía la pena profundizar un poco más en el asunto.
 

CAMBIO: ¿Con qué criterios seleccionó a los personajes que aquí aparecen? Porque algo llamativo del libro es que cada historia que usted relata tiene características que las diferencian bastante de las demás.
L. F. A.:
Quería que fueran autores y casos conocidos, muy diferentes, que me gustaran, que hubiera mujeres, distintas épocas, pero al mirar en retrospectiva me di cuenta de que lo que había escogido efectivamente era una síntesis representativa del fenómeno de la escritura fantasma. Está el caso de los escritores “negros”, explotados -Colette, los 62 “esclavos” de Dumas, la fábrica de Cela- y el del escritor fantasma profesional que asume su trabajo en la sombra sin problema y no quiere reflectores, por motivos personales, como J. R. Moehringer, el verdadero autor de la autobiografía de André Agassi (Open), del príncipe Harry (En la sombra) y de Phil Knight (Nunca te pares), el creador de Nike. Esta el caso de Edward de Vere, el escritor fantasma de Shakespeare, que tampoco quiso reflectores por motivos políticos y reputacionales. El de Elena Ferrante, una máscara literaria que encubre a un matrimonio de escritores que buscan cuestionar la importancia del autor; el de Dalton Trumbo, el guionista más brillante de Hollywood, obligado a ser un fantasma contra su voluntad. Y otro caso muy interesante, el de Gordon Lish, un editor que fungió como escritor fantasma de Raymond Carver, uno de los grandes cuentistas norteamericanos.
 

CAMBIO: ¿Qué opina usted de los escritores que utilizan “esclavos”? Utilizar terceros parece ser algo muy frecuente en diversas disciplinas artísticas.
L. F. A.:
Me sorprendió que en la época de Alejandro Dumas, que es la época de la novela por entregas y del nacimiento de la literatura comercial, tener “esclavos” no era mal visto. Y siendo justos, Dumas nunca se negó a que su mejor “esclavo”, Auguste Maquet -decisivo en la escritura de El conde Montecristo y Los tres mosqueteros- apareciera como coautor en las portadas: fue decisión del editor que no lo vio viable comercialmente. La “esclavitud” de Maquet no es muy distinta a lo que se hacía en los talleres de los grandes pintores del Renacimiento o en nuestra época en los anónimos equipos de guionistas de las series famosas. Aunque Maquet tenía su resentimiento con Dumas y terminó demandándolo. La esclavitud de Colette por parte de su esposo Willy me parece reprochable porque no fue consentida. Pero si hay consentimiento, un acuerdo claro entre el escritor fantasma y el escritor que contrata, no le veo problema. El escritor fantasma es como un albañil, es el que construye la casa y pega los ladrillos, pero no es el dueño de los ladrillos.

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CAMBIO: ¿Qué tan coautor vine siendo un editor, ya sea de un texto periodístico, un libro científico o un texto literario?
L. F. A.:
El papel de un editor es mejorar el libro, el artículo periodístico o el texto científico. Por más que intervenga o suprima, sabe que el libro no es suyo. Sin embargo, hay excepciones, como fue el caso de Gordon Lish con Raymond Carver. Impuso su estilo en contra de Carver, por cierto, un estilo a mi gusto mucho mejor, estilo -minimalista- que lo volvió famoso. Ahí sí yo creería que puede hablarse de una coautoría.

 
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