El Caribe que narra Gustavo Tatis Guerra
12 Noviembre 2023

El Caribe que narra Gustavo Tatis Guerra

Gustavo Tatis Guerra.

Crédito: Cortesía de Julio Castaño/El Universal

El Caribe colombiano es una fuente inagotable de historias. La antología 'Caribe, realismo mágico' de Gustavo Tatis Guerra recoge crónicas sobre esta región y presenta semblanzas de algunos de sus personajes más relevantes.

Por: Eduardo Arias

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Una antología de crónicas que retratan a personalidades de la cultura popular caribeña y nacional, así como historias curiosas e inesperadas que ocurrieron en esta región del país están reunidas en el libro Caribe, realismo mágico, del periodista, escritor, poeta y ensayista Gustavo Tatis Guerra. Él nació en Sahagún (Córdoba) en 1961 y vive en en Cartagena, donde es redactor cultural del diario El Universal. Además se ha dedicado a la pintura. CAMBIO habló con él acerca de su libro.

CAMBIO: ¿Cuál es el origen de estos textos? ¿Son inéditos, se trata de una recopilación de su trayectoria como cronista?
Gustavo Tatis Guerra:
Es una selección de crónicas de viajes y entrevistas con personajes populares del Caribe, que había escrito en los últimos 30 años, y crónicas recientes escritas bajo la peste, y al volverlas a leer, sentí que debían estar reunidas en un libro. Ya cohesionadas las crónicas me llevaron a sentir en carne viva, el tiempo en que fueron vividas y contadas. Estas crónicas sobrepasaban las 500 páginas, y tuve que seleccionarlas para esta edición que publicó Intermedio Editores en 2023.

CAMBIO: ¿Todas ellas ya habían sido publicadas?
G.T.G.:
Algunas estaban en el desván de las crónicas guardadas en cajas. La mayoría se publicaron en el diario El Universal, de Cartagena, y en algunas revistas de la región y el país. Las más antiguas correspondían a dos crónicas: la del hombre más viejo del mundo en el Sinú, Javier Pereira, un indígena de Tuchín, Córdoba, que murió meses después de celebrar 168 años. Era en su tiempo y muy probablemente hasta hoy, el hombre más viejo del mundo. Lo conoció Honorio Tatis, mi padre, y él me presentó, siendo muy joven, a Santander Suárez, el periodista que logró entrevistarlo y revelar a Javier Pereira, nacido en 1789 y fallecido en 1958. Está enterrado en el cementerio de Montería. Años más tarde, en Cartagena supe de la existencia de Francisco Barriosnuevo Choperena, de Majagual, en la Mojana, nacido en 1870 y fallecido pocos meses después de cumplir 125 años, en 1995. Logré entrevistarlo en su casa. Al leer las dos crónicas me di cuenta que los hombres más viejos de Colombia en toda su historia, eran descendientes de los zenúes, y habían nacido en el corazón del Sinú y en las entrañas de La Mojana, territorios de un vastísimo reino sobre el agua.

CAMBIO: ¿Cómo organizó el material? Porque los temas que usted trata son muy diversos.
G.T.G.:
Cuando las leí nuevamente descubrí que gravitaban todas sobre el Caribe fluvial, marino, montañoso y sabanero. Un Caribe de agua y monte. Algunas transcurrían al pie del mar de Cartagena, otras, a la orilla del río Magdalena o el río Sinú, en La Mojana, en los ojos de agua; otras, en el corazón de los montes, en el Valle de Upar, en los Montes de María, en las sabanas de Sucre y Córdoba, en lo que antes se llamaba el Bolívar Grande. Desde un principio las llamé ‘crónicas de monte, río y mar’. Y las estructuré en cuatro partes: Magia y embrujo de Cartagena de Indias, Retratos del Caribe, Historias secretas del Sinú y El rastro de las cosas perdidas. Inicialmente creí que debía llamarse. 'El hombre más viejo del mundo. Crónicas de monte, río y mar'. La editorial sugirió el nombre: ‘Caribe, realismo mágico’. Prevaleció el subtítulo: Crónicas de monte, río y mar.

CAMBIO: Cartagena parece tener un lugar protagonista. ¿A qué se debe?
G.T. G.:
Cartagena ha sido la ciudad donde he vivido en más de cuatro décadas, y donde vivieron mis antepasados desde finales de 1700. Mi infancia y juventud transcurrieron entre Sahagún y Montería, en el corazón de las sabanas y al pie del río Sinú. De ese paisaje viajé al mar de Cartagena. Y desde Cartagena hice los viajes hacia el regreso a los orígenes, una travesía por todo el Caribe colombiano, en sus matices de tiempo y espacio.

CAMBIO: Podría decirse que usted juega con dos tipos de historias. Por un lado, las historias, los relatos. Por el otro, el relato histórico. ¿Qué tan importante es para usted el rigor histórico?
G.T.G.:
Me seduce y obsesiona el rigor histórico que dialoga y se complementa con otro tipo de rigores en la crónica y en el perfil periodístico, y tiene que ver con la exigencia narrativa más allá del dato confirmado, que se enriquece regresando una y otra vez al lugar donde hemos conversado o viajado. En este proceso es esencial la observación que trasciende la intuición, y se apoya siempre en la experiencia personal, en esas vetas ocultas de la madeja de los recuerdos sumergidos en el tiempo y en la conciencia y en la sensibilidad colectiva. La subjetividad humana de los entrevistados en este libro es tan importante como los datos verificados que muchas veces desafían la imaginación, son realidades de la desmesura en el Caribe que a veces dejan en vilo el territorio de las ficciones. Los dos relatos tanto de la historia documental como los relatos humanos y cotidianos, se conjugan y entretejen en estas crónicas. Allí confluyen las mujeres que se alquilaban para llorar, que siempre han existido en el Caribe, pero que ahora, se alquilan de otra manera, y muy probablemente se les han secado las lágrimas de tanto llorar duelos ajenos. Está la crónica de la Virgen de la Candelaria que tenía doscientos años de no bajar del Convento de la Popa al corazón amurallado de Cartagena. Solo baja de la Popa al Centro de Cartagena, cuando hay una peste o una calamidad en la ciudad. Está la crónica del Mercado de Bazurto que es un retrato de ese laberinto en carne viva que es la Cartagena de cada día.

Tatis con libro
CAMBIO: En una región con tantos personajes emblemáticos, ¿qué lo llevó a decidirse por los que están en la antología?

G.T.G.: Eran muchos más personajes del Caribe. Además de Orlando Fals Borda, Héctor Rojas Herazo, Rafael Escalona, Leandro Díaz, Alejo Durán, Manuel Zapata Olivella, Petrona Martínez, Roberto Burgos Cantor, Miguel Emiro Naranjo, Benjamín Puche Villadiego, David Sánchez Juliao, Juan Gossain, quedaron por fuera para otro libro: Germán Espinosa, Gustavo Ibarra Merlano, Raúl Gómez Jattin, Jorge García Usta, Soad Louis Lakah, Máximo Jiménez, Leonardo Garrarra, Juan Madera, entre otros. En las crónicas de El rastro de las cosas perdidas, narré el día en que se incendió el buque David Arango en el puerto de Magangué, la pérdida de algunas palabras y rituales cotidianos en la tribu del Caribe como la de guardar comida para el pariente o forastero que había de llegar y no llegó; la palabra sagrada de los galleros que no requería de autentificación en notaría, los secretos del pastel surgido en las noches de la esclavitud con las sobras de los esclavistas, los manjares del Caribe que junta con sabiduría de saberes y sabores, lo salado y lo dulce como el arroz con coco, la limonada con leche de coco, o el plátano en tentación, entre otros.

CAMBIO: Héctor Abad Faciolince, en el prólogo del libro, dice: "Los mejores cronistas de Colombia, desde que existe este potrero, son costeños. ¿Por qué será? Yo creo que es porque mezclan verdad y fantasía en dosis tan impúdicas como secretas, porque la lengua en que escriben- que en la montaña pesa- a ellos les sale alegre, ligera, juguetona y precisa". ¿Usted comparte este concepto?

G.T.G.: Bueno, lo que sí creo es que en el Caribe tenemos una tradición ancestral en la que hombres y mujeres tienen el don de contar historias, son cuenteros congénitos y naturales, y eso viene por la presencia africana que navega en nuestra sangre y eso no se puede soslayar. Está en nuestros orígenes. En el Caribe todo el mundo amanece contando historias. Antes de que canten los gallos, ya estamos bebiendo tazones de café al amanecer y hablando de lo que soñamos y de lo que vamos a hacer en el día. Nuestras realidades cotidianas son tan desmesuradas en lo dramático, en lo siniestro, en lo maravilloso y no siempre en lo mágico, como las masacres con las que entramos al siglo XXI en las aldeas y pueblos del Caribe. Las realidades más contundentes y coyunturales compiten con las más grandes ficciones. Así que el realismo mágico etiquetado así para una mayor comprensión de la realidad, es realidad, a pie juntillas, con todos los prodigios y todas las derrotas. Es la vida que vivimos aquí y fluye como el agua que llora. De esa realidad proviene Héctor Rojas Herazo, Manuel Zapata Olivella, Álvaro Cepeda Samudio, Gabriel García Márquez, Germán Espinosa, Roberto Burgos Cantor, para citar algunos de ellos. Pero ese realismo mágico que tuvo la desmesura creativa de Gabo al crear a Melquíades, o hilvanar de manera mítica a Macondo, en 'Cien años de soledad'; esa misma desmesura que encontramos en Cedrón en la novela 'En noviembre llega el arzobispo' de Héctor Rojas Herazo, es una desmesura que nos antecede a todos nosotros y es como el río de Heráclito, es inagotable e incesante, y sigue deslumbrándonos. Bajo los ramajes de Macondo, Cedrón, la Ceiba de la Memoria de Burgos Cantor, La Tejedora de coronas, de Espinosa, los senderos del bosque se ramifican hacia nuevas realidades y nuevas formas de interpretar o contar las múltiples realidades del Caribe. No me atrevería a comparar regionalmente a los cronistas del Caribe con los cronistas del resto de este país tan diverso y complejo, porque cada región tiene su gracia, su encanto y su manera de contar la vida.

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