Heriberto Fiorillo: narrador de todos los géneros
31 Mayo 2023

Heriberto Fiorillo: narrador de todos los géneros

Heriberto Fiorillo no solo fue uno de los grandes cronistas colombianos, sino el que mejor supo rescatar la tradición y ponerla en contacto con las nuevas voces y los nuevos medios.

Por: Federico Díaz-Granados

Entre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsAppEntre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsApp

A Heriberto Fiorillo lo inquietaba la muerte, pero no como una obsesión o por el miedo común a todos los seres humanos, sino desde cierta poética que convocaba al misterio. Muchas de sus narraciones tenían la muerte o la fugacidad de la vida como escenario o epicentro, pero él sabía con certeza que solo a través de la palabra, de contar las historias con honestidad y verosimilitud, podían vencer a la muerte siempre. Los personajes, las ciudades, las canciones sobrevivirán gracias a las palabras, al relato transparente y a la imaginación en la escritura.

Por eso su fidelidad a la vida se manifestaba desde su irrevocable vocación de trabajo. Hasta hace pocas semanas –a pesar de sus quebrantos de salud a raíz del Parkinson que lo aquejaba hace varios años y de un cáncer de colon– trabajó desde su casa en la revisión de cada detalle de la parrilla de programación del Carnaval Internacional de las Artes, una de sus creaciones y aportes definitivos a la cultura no solo del Caribe colombiano sino del país.

Fue no solo uno de los grandes cronistas colombianos, sino uno de los maestros indiscutibles del género. Su pasión por narrar, por traducir en palabras escritas tantos episodios de la vida cotidiana de personajes reconocidos o anónimos y por retratar con la mayor fidelidad el corazón humano lo convirtieron a lo largo de una carrera de más de 53 años en uno de los referentes indelebles de nuestra tradición narrativa. Conversar con Fiori, como lo decían sus amigos cercanos, siempre era una lección de sabiduría, de buen humor y de afecto. Su capacidad de observar los detalles del mundo y las personas le permitía encontrar siempre un relato novedoso. De una coloquial anécdota siempre resultaba un pretexto de relato.

A propósito del homenaje que le rindió el Ministerio de Cultura en 2021, cuando se le otorgó la Medalla al Mérito Cultural por su trabajo cinematográfico y su esfuerzo en la promoción de la cultura, el periodista Daniel Coronell escribió una memorable columna titulada 'Mi maestro' en las que nos recuerda, entre otras cosas, la independencia que siempre caracterizó al gran Fiori: “De él aprendí que hay momentos para renunciar y que un periodista no puede ceder en el terreno de su independencia, aunque por eso tenga que morirse de hambre. Recuerdo bien cuando un grupo de reporteros, con él a la cabeza, dejamos un medio cuyos dueños querían poner la información al servicio del gobierno de turno”. Esto fue una característica de su trayectoria, donde siempre supo mantener su independencia y su sentido crítico cuando estuvo no solo en la algarabía de las salas de redacción de medios impresos y noticieros de televisión, sino desde los espacios que lideró a favor de la cultura y las letras.

Algo de la disciplina de los jesuitas quedó impresa en el carácter de Fiori, que fue bachiller del Colegio San José y posteriormente obtuvo su título de comunicador social y periodista de la Pontifica Universidad Javeriana. Muchos de sus colaboradores y discípulos en el periodismo lo recuerdan como lector riguroso, de una gran agudeza y rapidez mental para detectar los errores en un párrafo, una noticia o una crónica más extensa. Su mirada permitía ver donde los demás no veían y de encontrar la noticia, lo diferente o novedoso, en cualquier situación.

Aprendiz de carpintería

A comienzos de los años setenta en las salas de redacción de El Heraldo y El Espectador empieza la aventura profesional de Heriberto Fiorillo. De alguna manera, las coincidencias vitales lo llevaban a formarse en dos de las casas periodísticas más importantes del país, donde iniciaron algunas de las plumas más destacadas, entre ellas su maestro Gabriel García Márquez. Allí aprendería la secreta carpintería de una buena crónica y de un gran reportaje consciente de que la literatura es la semilla transversal del periodismo y que el periodismo es el “cuarto de máquinas”, la trastienda de la gran literatura. Por eso fue admirado no solo por sus aprendices sino por maestros como el mismo Gabo o como Tomás Eloy Martínez, el inolvidable autor de Santa Evita, quien dijo: “La obra de Heriberto Fiorillo es el más alto punto de encuentro entre la tradición y la renovación”. Nada más exacto para sintetizarlo en un concepto porque Fiori supo rescatar la tradición, interpretarla y reinventarla y ponerla en contacto con las nuevas voces y los nuevos medios y tecnologías. Ese diálogo entre tradición y renovación que mencionaba Tomás Eloy permitió que Fiori fuera siempre un adelantado con permanente curiosidad por la modernidad. Por eso supo poner a Barranquilla, en primera instancia y luego al país mismo, a la altura de las circunstancias de su tiempo desde cualquiera de los géneros o medios donde dejó su impronta, porque cultivó con maestría y talento la crónica, el reportaje, la entrevista, la columna de opinión, el sencillo texto informativo. Fue director de noticias en televisión, guionista y productor de programas especiales. Pasó por la radio y cautivó a miles de oyentes con su voz suave y cálida.

Pasión por el cine y el documental

Fue en la década de los ochenta, con el cortometraje documental Aroma de muerte y el mediometraje argumental Ay, Carnaval que llegaron algunos de los primeros reconocimientos en el campo cinematográfico. De igual forma ocurrió con proyectos como la película Los elegidos, basada en la novela homónima de Alfonso López Michelsen, de la cual fue director asociado, y de El Guacamaya, que codirigió con Luis Fernando 'Pacho' Bottía, que ganó el premio a Mejor Ópera Prima en el Festival de Nantes (Francia). Son los años en los que se desempeña como subdirector del Noticiero de la Siete, uno de los de mayor sintonía de aquellos años, y que lo llevaron posteriormente a ser director del Noticiero del Mediodía y productor de Noticias Uno.

Sin duda un momento importante es cuando a finales de la década de los ochenta se radica en la ciudad de Nueva York, una de sus ciudades predilectas y que más lo apasionaban, donde trabaja como corresponsal de la revista Semana y como productor radial en las Naciones Unidas, entre otros. Ya en la década de los noventa incursiona en proyectos como el programa Talentos, que dirigió y concibió junto con Daniel Coronell. Posteriormente, en 1995, estrena Amores ilícitos, a partir de una idea de Gabriel García Márquez. Su arte poético se resume en aquello que Fiori afirmó en una columna de opinión en El Tiempo: “Mi formación ha sido en la narrativa. Tras una larga actividad como cronista y editor en periódicos y revistas nacionales, escribí y dirigí por dos años el magazín de Cine Colombia, llamado Cine revista, que se proyectaba en más de 200 teatros de todo el país, además de la escritura y la dirección de los cortometrajes Ay, carnaval y Aroma de muerte, el primero financiado por mí mismo en 1980 y el segundo en 1985, con un apoyo de Focine, institución estatal de fomento audiovisual. Antes había tenido la oportunidad de dirigir los programas Talentos, Retratos del Caribe, Paréntesis, Media de medios, además de cuatro noticieros nacionales de televisión. Todos tuvieron algo en común: narraron historias, como los libros de crónicas y cuentos que también escribí (…) Narrar, entonces, por encima de todo. Narrar la vida, narrar los sueños, narrar tu ciudad. No imaginarla siempre igual, como un caramelo repetido. Narrar, por ejemplo, su carnaval. Narrarlo una y otra vez, sin tener que esperar de nuevo su venida un año entero”.

Narrar, narrar y narrar

Esa pasión por narrarlo todo lo llevó a escribir libros como Nada es mentira. Atlántico, aventura segura, La mejor vida que tuve, Cantar mi pena, La cueva (crónica del grupo de Barranquilla y Arde Raúl, una de las más entrañables biografías que se haya escrito en este país y que tuvo como protagonista al poeta Raúl Gómez Jattín. Cada página suya, cada aproximación a un personaje es una forma original de construir un relato a partir de un gesto, un ademán, una palabra de sus protagonistas.

En una de sus últimas entrevistas concedida a Alberto M. Coronado en plena pandemia, Fiori reflexionó sobre el irreversible paso a la virtualidad y la era del Zoom: “Quizá la construcción y el acceso a mundos virtuales nos permita respetar y conservar este otro que apenas reconocemos como original. Tal vez vivir la ilusión de tener el mundo entero al alcance de la mano, nos deseduque como depredadores de lo real. Es posible que la virtualidad sea el universo que, como ilusos, nos merecemos. Por supuesto yo quisiera un renacimiento pospandemia para las artes y todo lo que exaltamos como cultura, pero también es probable que esos hábitos y vicios adquiridos, por ti mencionados, sean de algún modo digeridos, asimilados o incorporados por la humanidad al nuevo mundo, para bien o para mal”. Nada más premonitorio que esas palabras que anticipan el mundo que vivimos dos años después.

En lo personal, recuerdo con particular afecto su crónica sobre el accidente aéreo del vuelo 011 de Avianca, en Mejorada del Campo, cerca del aeropuerto de Barajas en Madrid. Ese fatídico 23 de noviembre de 1983 fallecieron 181 pasajeros y sobrevivieron 11. Fiori con maestría, narra el accidente que cobró la vida, entre otros, de Marta Traba, Ángel Rama, Manuel Scorza y Jorge Ibargüengoitia, a partir del testimonio de un ingeniero electrónico y una economista venezolana. También recuerdo el documental biográfico que hizo sobre el poeta Darío Jaramillo Agudelo, Razones del ausente, donde aproxima al espectador al universo vital y al itinerario poético del escritor de Santa Rosa de Osos.

Fiori cumplió con dignidad y talento su oficio de escritor y cronista. Apasionado por lo que amaba, por su esposa, sus hijos, por su profesión y sus proyectos. El mismo que vio innumerables veces sus películas favoritas Casablanca y El Padrino y que admiró sin reservas a Akira Kurosawa y los cuentos de Tennessee Williams era capaz de cambiar toda su narrativa por haber escrito Por un bistec, de Jack London. El mismo que aprendió a leer con los paquitos, aquellos cómics que su madre le compraba y de donde se aprendía los diálogos, fue el mismo que se emocionaba con un título del Junior o una canción de Leandro Díaz. Fiori, el maestro de la oralidad que se conmovió con un maestro del silencio como Juan Rulfo, cuya entrevista consideró como una de las mejores que hizo.

Barranquilla no tuvo fundador, dice la historia; sin embargo, tiene en sus escritores a sus verdaderos cartógrafos. Heriberto Fiorillo quedará en la historia de la ciudad como uno de sus grandes cronistas responsable de darle un rostro, una voz y una identidad a cada calle y cada rincón. La Fundación La Cueva y el Carnaval Internacional de las Artes son ya un patrimonio de todos los colombianos y un motivo para regresar a la ciudad siempre, a esa Barranquilla que hoy queda huérfana el mismo día que comienza la leyenda inmortal de Fiori para las futuras generaciones.

Conozca más de Cambio aquíConozca más de Cambio aquí