Juan Floristán, el pianista de ligas mayores que se presenta en Bogotá con la Orquesta Nacional de España
Juan Floristán.
Crédito: Noah Shaye
La Orquesta Nacional de España se presenta este viernes y sábado en el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo. Uno de los protagonistas del concierto del sábado es el pianista Juan Floristán, quien interpretará 'Noche en los jardines de España', del compositor español Manuel de Falla.
Por: Eduardo Arias
Uno de los grandes protagonistas de los dos conciertos que ofrecerá la Orquesta Nacional de España viernes y sábado en el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo es el pianista español Juan Floristán, quien será el solista en la Noche en los jardines de España, obra del compositor español Manuel de Falla. Ese día también se interpretarán la Fantasía sobre una fantasía de Alonso Mudarra, de José Luis Turina, y la Quinta sinfonía de Prokofiev.
Floristán (su nombre completo es Juan Luis Pérez Floristán) nació en Sevilla en 1993. Comenzó a estudiar piano en su ciudad natal, primero con su madre, la maestra y pianista María Floristán y más adelante en el conservatorio Los Bermejales. Luego se trasladó a Madrid, donde siguió su formación en la Escuela Superior de Música Reina Sofía con Galina Eguiazarova y posteriormente en la Hochschule für Musik Hanns Eisler de Berlín con Eldar Nebolsin, en esa ciudad vivió siete años.
Además de haberse presentado en diversos escenarios de su país y del mundo ha ganado varios premios, entre ellos el Primer premio del Concurso de piano Marisa Montiel de Linares en la categoría infantil (2007), cuando tenía 14 años, el Premio Steinway de Berlín (2015), el primer premio en las Olimpiadas de piano de Kissingen (2018) en Alemania y el primer premio en el Concurso Internacional de piano Arthur Rubinstein, celebrado en Tel Aviv en mayo de 2021. CAMBIO habló con él acerca de los dos grandes conciertos de la Orquesta Nacional de España que ya se avecinan y de su mirada de la música española de finales del siglo XIX y comienzos del XX.
CAMBIO: Háblenos un poco acerca del repertorio de estos dos conciertos y, en particular, de Noches en los jardines de España, de Manuel de Falla, la obra en la que usted va a participar.
Juan Floristán: La orquesta va a tocar en ambos conciertos mucho repertorio español, como El concierto Aranjuez, las Danzas fantásticas de Turina, El sombrero tres picos y Noche en los jardines de España de Manuel de Falla, una obra para piano y orquesta. Para mi gusto es una de las grandes obras maestras de Manuel de Falla, con influencias de Debussy y Paul Dukas, pero dentro de un estilo neorromántico que, él mismo lo dijo, después cultivó menos. Es un estilo que tiene esa concepción de la masa sonora orquestal, en la que se utiliza una orquesta muy grande. Un poco una herencia más centroeuropea que él mismo después fue relegando a un segundo plano en favor de unas estéticas más neoclásicas y neobarrocas, con orquestas más pequeñas, instrumentaciones mucho más cubistas.
CAMBIO: Dice usted que no es el caso de Noches en los jardines de España. ¿Por qué?
J.F.: Aquí aún estamos ante esa especie de Debussy de El mar y el Preludio para la siesta de un fauno, también de Ravel, y dentro de eso está el piano en un papel muy peculiar. No me atrevo a llamar esta obra un concierto para piano y orquesta. Yo creo que es más bien una especie de poema sinfónico con piano concertante que puede parecer una diferencia muy pedante pero que realmente marca mucho la diferencia. Un poco como la sinfonía Turangalila de Messiaen. El piano tiene mucho papel y de hecho se puede decir que es solista, pero no deja de ser una sinfonía. Aquí pasa un poco eso mismo, es más bien una especie de poema sinfónico. Bueno, por algo no se llama concierto para piano y orquesta.
CAMBIO: ¿En su opinión a qué se debe esa fascinación que se siente por la música española y en particular de la de finales del siglo XIX y comienzos del XX, que dejó tantos nombres, tantos maestros que se admiran en el mundo entero?
J.F.: Yo creo que en general ahí lo que pasó fue el auge de los nacionalismos en Europa. Tenemos música de Bohemia por parte de Dvorak, Smetana, Janacek... Tenemos la música de influencia rumana y húngara por parte de Bartok, de Dohnányi, de Kodali... Pasa lo mismo en España. Los centros creativos pasaron de una influencia tan germana un poco más a París. Entonces, por mucho que hablemos de música española o de música húngara, casi todas pasaron por el tamiz de las vanguardias del siglo XX francesas y parisienses. El impresionismo el cubismo, el futurismo y tantos otros ismos.
CAMBIO: ¿Qué lo atrae usted de la música española de ese cambio de siglo?
J.F.: Mi fascinación concreta viene más por las vanguardias, por eso yo tengo especial debilidad por Manuel de Falla, incluso por Turina, que fueron compositores que bebieron más de esas fuentes vanguardistas. Quizá me interesan menos aquellos cuya genealogía es más el tardo-romanticismo y la música de salón del siglo XIX. Lo digo sin ser peyorativo. La música de salón era una realidad de la época, pero eso me interesa menos.
CAMBIO: Además, la música española influenció mucho a los franceses. Usted dice que París era como un centro, pero para los compositores franceses España fue como un imán. Varias piezas de Ravel, la Sinfonía Española de Edouard Lalo…
J.F.: Yo no me atrevo a decir realmente que España fue inspiración para Francia. Lo fue, sin duda, pero yo creo que entra más dentro del saco de los exotismos. Francia tuvo su exposición universal de 1889 en la que construyeron la Torre Eiffel. Ahí es donde, por ejemplo, Débussy y muchos músicos escuchan por primera vez el gamelán de Java y donde entran en contacto con esas nuevas culturas exóticas. Yo creo que estaban ávidos de culturas exóticas. A veces hay obras de compositores franceses que tienen una supuesta inspiración españolizante, pero también podría ser medio árabe, medio portuguesa. Pero ese es un signo de aquellos tiempos porque entonces no había unos conocimientos tan locales como los de hoy. España era una presencia importante para Francia también por proximidad geográfica, evidentemente, pero diría que era más bien uno de los tantos ingredientes que usaban en sus ensaladas. Eso es lo que diferencian a Manuel de Falla o a Bela Bartok, por ejemplo, que no se conformaba con una visión cliché de su cultura y de su folclor, que, simplemente fuera un toque de color, sino que realmente lo estudiaban, ahondaban en él e intentaban, y con éxito, desarrollar un lenguaje propio.