‘La política en Colombia es muy interesante desde el punto de vista narrativo’: Andrés Hoyos, autor de ‘La tía Lola’
23 Enero 2023

‘La política en Colombia es muy interesante desde el punto de vista narrativo’: Andrés Hoyos, autor de ‘La tía Lola’

Andrés Hoyos.

En las 600 páginas de ‘La tía Lola’ el novelista Andrés Hoyos retrata un momento crucial de la historia reciente de Colombia, vista desde la óptica del dinero y el poder: los dos primeros años del gobierno de César Gaviria. Es un relato en clave de diario. Andrés Hoyos presentará la novela el domingo 29 de enero en el Hay Festival Cartagena.

Por: Eduardo Arias

Entre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsAppEntre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsApp

¿El poder para qué? Esa pregunta que se hizo el político liberal Darío Echandía (y que lo hizo célebre, con otro par más) vuelve a la cabeza cada vez que la literatura, el cine y otras expresiones del arte abordan la vida y los temas que rodean a los poderosos. Sin importar si se trata de un rey inglés de Shakespeare, un dios nórdico de Wagner o un mafioso italoamericano de Mario Puzo y Francis Ford Coppola, siempre queda flotando una duda para todos aquellos que estamos a años luz de distancia de esos valhallas. ¿De verdad el poder y el dinero justifican vivir en medio de conflictos, mentiras, trampas y traiciones? O, por el contrario, ¿la adrenalina y la dopamina que generan el sentirse poderoso son motivos más que suficiente para desear llevar ese tipo de vida?
Andrés Hoyos explora el tema en su novela La tía Lola, en la que retrata una familia que se pelea por apoderarse de un imperio financiero tras la inesperada muerte del líder. Por un lado están los Linero, la familia de Guillermo, cabeza del conglomerado, que murió y dejó varios cabos sueltos y, por el otro, el de los Velasco, la familia de Lola, la segunda esposa, que debe prepararse para el inclemente embate de los hermanos de Linero y su hijastro.
La novela, de más de 601 páginas, sigue una secuencia lineal de capítulos que, a su vez, están divididos a la manera de un diario de 601 páginas (no todos los días figuran) que arranca el 31 de octubre de 1990 y termina el 24 de diciembre de 1991.
La tía Lola es un fresco que retrata una época muy particular de la historia del país. La inesperada llegada al poder de César Gaviria tras el asesinato de Luis Carlos Galán, la Asamblea Constituyente, el ataque al campamento de las Farc en La Uribe, el terrorismo de Pablo Escobar… Pero también muestra por dentro cómo se manejan los hilos del poder, tanto en el sector empresarial como en la política. Y también el de la guerrilla, ya que Camilo, el menor de los hermanos Linero, es un sacerdote que dirige una escuela en la muy conflictiva zona de El Tambo, en el Cauca.
Hoyos construye su relato con descripciones y diálogos muy ágiles que recuerdan la estructura de una película o una serie, en los que no están ausentes el humor ni los guiños a circunstancias y situaciones de la historia del país.

La tía Lola
CAMBIO conversó con el autor acerca de la manera como construyó la trama de La tía Lola.
 

CAMBIO: ¿Qué lo llevó a abordar esta historia?
Andrés Hoyos: 
El origen de La tía Lola es bastante curioso. Alguna vez leí un libro muy malo sobre Eduardo Santos, llamado El tío, pero ahí me surgió una de esas preguntas que perturban; ¿qué hubiera pasado si Lorencita Villegas, por si acaso prima de mi abuelo, muere después de Eduardo? Es sabido que la pareja no tenía hijos, solo sobrinos, de suerte que entre Lorencita y Eduardo la herencia era 100 por ciento para un lado u otro. Dicho de otro modo, la familia Villegas/Restrepo quedó in albis en el conglomerado de El Tiempo.
¿Qué hubiera pasado si Eduardo muere antes? Pues que la vida real hubiera escrito una novela que podría haberse llamado La tía Lorencita. Claro, pronto me olvidé de la familia Santos y me fue surgiendo la trama de mi novela. Como cosa curiosa, la empecé como un guion para serie de televisión, si bien tras escribir lo suficiente como para siete horas, más o menos la mitad de la actual novela, caí en la cuenta de que iba a ser muy cuesta arriba producir aquello y el señor del otro lado del espejo me recordó mi profesión original: novelista. La anterior es la razón para los muchos diálogos. Por el camino, claro, me toco sacarme de la manga a un narrador y todo el resto del andamiaje novelístico que ahora hace parte del libro.
 

CAMBIO: ¿Usted se basó en algún caso que conoció o más bien es una suma o combinación de diferentes historias? ¿O es una ficción con guiños a episodios tomados de la vida real?
A. H.: 
Buena parte está en la respuesta a la pregunta anterior, pero sí opté por combinar historias y anécdotas. Muy conocido es el episodio en el que un sesentón bogotano muere tras caerle encima un caballo de polo. Claro, este señor era de alta sociedad, mas no un gran magnate. Y así me fui robando cosas aquí y allá. Debo aclarar que a mí la vertiente autobiográfica no me atrae mucho, de modo que prefiero inventar. Obvio, nunca se inventa desde cero.
 

CAMBIO:¿Por qué escogió ese período específico de la historia del país?
A. H.: 
En últimas, nian se sabe, como diría el campesino, aunque algo me dijo que debía ser un período vivido por mí. Lo otro era que no quería que hubiera celulares modernos porque eso cambia el tipo de narración. Pensando el otro día en la famosa pregunta de Varguitas, “¿En qué momento de jodió Perú (Colombia)?”, una voz me dijo: sí, el primer episodio de esa jodidez, más que todo fortuito, fue cuando asesinaron a Gaitán el 9 de abril de 1948, pero hay otro incluso más trascendental: cuando asesinaron a Luis Carlos Galán en 1989. Según eso, la época que va de 1990 a 1992, la de la novela, fue de inmensa trascendencia: la Constituyente, la lucha contra la extradición, el terrorismo loco de Pablo Escobar, las maniobras chuecas de Gaviria y demás.
 

CAMBIO: La lectura del libro da a entender que usted investigó muchos temas de la Colombia contemporánea, no solamente asuntos relacionados con la vida de los magnates. ¿Cuánto tiempo le tomó armar la estructura de la historia, crear o definir esos personajes que le permiten hablarle al lector de temas tan diversos pero muy relacionados entre sí?
A. H.: 
El proceso como un todo me tomó por ahí cinco años. Volviendo a lo que ya dije arriba, no me atrae la vertiente autobiográfica, pero sí me atrae la vertiente realista en lo que toca al país y a Bogotá, su capital, que es mi ciudad, la cual es un personaje de la novela. En cuanto a los magnates o a los ricos, la vida me ha puesto en contacto con varios de ellos, aunque cercano-cercano no he sido sino tal vez de uno. Otro cantar es oír con detalles varias de las triquiñuelas que hacen. Ojo, Guillermo Linero, el marido de Lola, es un magnate de aquellos. Sin embargo, me resultó clave que no tuviera relación directa con el narcotráfico, un tema muy abusado por la televisión colombiana. En la novela solo un personaje secundario se relaciona con los narcos, y vaya que sale chamuscado.
 

CAMBIO: Un elemento muy llamativo de la novela son esas referencias del contexto político y social del país que le cuentan o recuerdan al lector diversos momentos de la historia del país en 1990 y 1991. ¿Cómo hizo para que no afectaran el ritmo de la novela, que es casi un diario?
A. H.: 
La política en Colombia es muy interesante desde el punto de vista narrativo. Además, si los personajes que uno inventa son de la alta burguesía, por así llamarla, la política está presente en sus vidas todo el tiempo. O sea que más difícil hubiera sido intentar excluir la política que incluirla en la narración. Ahora, creo que el problema en estos asuntos está en la dosis. Si revisa, nunca el narrador pasa más de tres párrafos en un tema político. Entonces entran los personajes a vivir. Después, claro, vuelve la política, vuelve a hablar el narrador y se exploran los demás temas no del todo personales. En mi descalificada opinión, la dosis fue la correcta.
 

CAMBIO: Algunos de los personajes de la novela a veces interactúan de manera muy explícita con personalidades de la vida política y empresarial del país. Muchos autores prefieren inventar presidentes o ministros en vez de citar a quienes ocupaban esos cargos en el momento en que se desarrolla la trama. ¿Alguno o algunos de ellos le han hecho algún comentario al verse retratados en la novela?
A. H.: 
A ver, tengo senadores, empresarios y demás inventados en La tía Lola. Sin embargo, traicionaría el realismo si cambio el presidente de la época. No me pareció necesario. Aquí y allá pongo a un ministro de la vida real a tener un acto pequeño con mis personajes, acto que no lo afecta, creo yo.

***
Andrés Hoyos está presente en el Hay festival Cartagena y conversará el domingo 29 de enero con Guido Tamayo para presentar ‘La tía Lola’. Patio del Centro de Formación de la Cooperación Española, 4 p.m.

Conozca más de Cambio aquíConozca más de Cambio aquí