Pablo Escobar, el porno y el fotógrafo personal del capo
26 Abril 2023

Pablo Escobar, el porno y el fotógrafo personal del capo

Crédito: Foto: El Chino, Édgar Jiménez Mendoza.

El periodista Alfonso Buitrago lanzará en la Filbo 2023 su libro 'El Chino', que cuenta la vida del fotógrafo personal de Pablo Escobar. Entre las muchas anécdotas está la del mecenazgo indirecto del capo a uno de los primeros empredimientos de producción pornográfica en Colombia.

Por: Simón Posada Tamayo

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Era el año 2009, yo acababa de publicar el libro Días de porno (Planeta), que contaba la vida de varias personas que habían hecho pornografía en Colombia, y una tarde recibí una llamada en mi teléfono celular: "¿Cómo me va a pagar todo el daño que me hizo?", me dijo una voz con acento paisa. De inmediato supe de quién se trataba. No sabía dónde había conseguido mi número. Esa noche me oriné en la cama, algo que me suele ocurrir en situaciones de estrés. La voz era la de Édgar Roberto Escobar Taborda, alias el Poeta, un extraño personaje que hacía las veces de jefe de prensa, director editorial y animador de tarima en la corta vida política de Pablo Escobar.

Alfonso Buitrago tendrá tres eventos en Bogotá en el marco de la Filbo:

-Miércoles 26 de abril, 6:30 de la tarde, conversación con Laila Abu Shihab, Cr. 19 # 95-20. Of: 2201. Torre Sigma.

-Jueves 27 de abril, siete de la noche, conversación con Mario Jursich, Corferias, auditorio José Asunción Silva.

-Viernes 28 de abril, 6:30 de la tarde, conversación con Juan Diego Quesada, Librería Lerner Norte.

Conté parte de su vida en uno de los capítulos de mi libro, porque, además de sus labores con el capo, tenía un emprendimiento personal: director de películas y revistas pornográficas, quizá las primeras hechas en Colombia. Édgar Escobar se había sentido retratado de manera injusta en mi libro. A pesar de la coincidencia en apellidos, no era familiar del capo, pero el hecho de relacionarlos lo había enojado. 

Pablo Escobar
El Chino tuvo acceso a muchas de las fiestas del capo, tanto las familiares como las no tan familiares: retrató a todos los animales de la Hacienda Napoles, y estuvo en cumpleaños familiares y fiestas con Popeye, el Arete, Virginia Vallejo y Alberto Santofimio. Foto: El Chino, Édgar Jiménez Mendoza.

La historia de Pablo Escobar ha sido contada en su gran medida por los relatos publicados en las grandes productoras audiovisuales y editoriales comerciales, que, con sus equipos legales, se han cuidado de no incluir nombres ni temáticas polémicas en ellos para no enfrentarse a problemas posteriores. Es por eso que todavía hay muchas historias desconocidas, y que Alfonso Buitrago se arriesgó a publicar de manera independiente, con ayuda de una Vaky, en su libro El Chino (bajo el sello editorial del periódico Universo Centro), que cuenta la vida de Édgar Jiménez Mendoza, un compañero de colegio de Pablo Escobar que se convierte en su fotógrafo personal y familiar. 

El Chino retratado sobre un elefante de la Hacienda Napoles.
El Chino retratado sobre un elefante de la Hacienda Napoles. Foto: El Chino, Édgar Jiménez Mendoza.

En El Chino, Buitrago acompaña al fotógrafo por los clubes de billar y ajedrez del centro de Medellín a charlar con amigos del Líceo Antioqueño, donde estudiaba el capo y un puñado de compañeros de la época que vuelven a cobrar vida en estas páginas. Es una historia donde se disparan muchos nombres, anécdotas desconocidas de los más desconocidos protagonistas de la historia colombiana que más le ha dado la vuelta al mundo, junto con Betty, la Fea, y Cien años de soledad.

Entre estas anécdotas están, por ejemplo, los emprendimientos editoriales del capo, con su periódico Medellín Cívico, editado por uno de sus tíos, Hernando Gaviria Berrío, y que quedó retratado en otro libro brillante que ninguna casa editorial comercial quiso publicar en su momento: El ala chichipata del Cartel de Medellín, de Eliseo Bernal, donde también aparece Carlos Mario Gallego, más conocido como Mico, de Tola y Maruja, trabajando gratis en un proyecto que en la época se veía inocente: "ni tuvimos acceso a las historias íntimas de la mafia, ni los pesitos alcanzaban. Pero tuvimos el privilegio de conocer un 'ala' del cartel de Medellín: el ala amarrada, tacaña, el ala chichipata del cartel. Como quien dice: no se consiguió plata, pero gozamos", cuenta Mico en el prólogo de El ala chichipata del Cartel de Medellín.

El Chino, en cambio, sí tuvo acceso a muchas de las fiestas del capo, tanto las familiares como las no tan familiares: retrató a todos los animales de la Hacienda Napoles, y estuvo en cumpleaños familiares y fiestas con Popeye, el Arete, Virginia Vallejo y Alberto Santofimio. 

Foto: El Chino, Édgar Jiménez Mendoza.
Foto: El Chino, Édgar Jiménez Mendoza.

De la imprenta de Medellín Cívico también salieron otros emprendimientos editoriales de Escobar y el Poeta, como el libro Pablo Escobar en caricaturas, un incunable que aparece de vez en cuando en librerías de viejo por cerca de 100 millones de pesos, y que recopila las caricaturas del capo que salieron en varios medios de comunicación. Tiene una portada en cuero, letras en oro, y la huella y firma de Escobar. 

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Y de allí también salieron los primeros números de Cuerpos, donde el Chino trabajó como fotógrafo para el Poeta.

"Me interesaba contar cómo había surgido aquella idea bizarra en medio de la lucha de Pablo Escobar en la guerra contra las drogas. El dinero del capo puso de moda las carreras de carros y de motos, creó un zoológico inverosímil con animales de los cinco continentes (...) Respetados empresarios, periodistas y productores de medios florecieron en esos años con regalos y viajes que nunca hubieran soñado, y algunos de ellos murieron –o sobreviven– con la frente en alto y sin mancha en sus nombres. Alguien debía contar sin tapujos lo que había pasado con esa naciente industria pornográfica local en esos años", cuenta Buitrago en su libro.

Foto: El Chino, Édgar Jiménez Mendoza.
Según un artículo de la revista Semana de la época, muchos de los jóvenes que aparecieron en la revista fueron asesinados. Foto: El Chino, Édgar Jiménez Mendoza.

De hecho, Buitrago habla de mí en su libro y le cuenta a el Chino y al fotógrafo Jairo Ruiz Sanabria la anécdota que tuve con el Poeta. Los siguientes diálogos ocurrieron en el café Versalles, en el pasaje Junín, en Medellín, y son una cita del libro de Buitrago:

–Creo que hay un problema ahí de adjudicar el fenómeno del porno de aquí al narcotráfico, porque no era una industria de Pablo, no era la línea centro de los negocios, porque eso no daba la plata que la cocaína –dice Ruiz.

–La imprenta se montó con esa cobertura de Producciones Trópico, de Cuerpos. Pienso que la plata la puso Pablo para pagar la imprenta, porque estábamos en política. 

–Pero una cosa es que él pongo plata y otra cosa es que él marque ideológicamente lo que hay ahí, que él sea el causal de eso. ¿Por qué estamos adjudicándole al narcotráfico una causalidad fenomenológica que no le pertenece?.

–Era para imprimir cosas que a Pablo le interesaban, esa fue la fachada que montó Édgar Escobar, pero a él sí le gustaba la pornografía –dice el Chino.

En su libro, Buitrago le saca al Chino varias anécdotas de los rodajes y sesiones fotográficas con el Poeta, e inician una búsqueda profunda del personaje. Al final lo encuentran y Buitrago logra sentarse a hablar con él, pero el Poeta llega con un documento que debía firmarse y que le daba el poder de cambiar y editar el producto que saliera de la entrevista. Buitrago no accedió, y la historia de el Poeta sigue siendo, de manera parcial, un misterio.

¿Qué es lo poco que se sabe de alias el Poeta?

La mafia se ha relacionado con la pornografía en varios momentos de la historia, ya sea porque algunos de sus miembros han invertido en la prostitución o porque todos los negocios ilegales terminan relacionados en el fondo. Pero el cartel de Medellín y la pornografía no se relacionaron por la prostitución ni por lavado de activos. Simplemente, era el negocio alterno de uno de sus miembros. Edgar Roberto Escobar Taborda, alias el Poeta, Juan Carlos o 24, cumplía en el cartel una labor parecida a la de un jefe de prensa. Le daba dinero a diversas emisoras de la ciudad para garantizar su control, se comunicaba con periodistas de medios extranjeros, redactaba los comunicados de los Extraditables y recopilaba todo el material que salía en la prensa de las acciones del cartel.

Estos recortes los usaba alias Pinina como soporte de pago a los sicarios que cometían atentados y asesinatos a policías a nombre Pablo Escobar. También se dice que colaboró en una de las acciones más extrañas del cartel de Medellín: invitó a 24 periodistas a un viaje de una semana por la selva con todos los gastos pagos para entregarles los tres laboratorios de procesamiento de coca más grandes del mundo en ese entonces. El capo creía que esta acción le serviría para entablar un diálogo de paz con el gobierno y abonar el terreno para su entrega. Como dato curioso, algunos de los periodistas que fueron al viaje recuerdan que encontraron en los campamentos docenas de revistas pornográficas extranjeras.

Además, Édgar Escobar pasó noches enteras con Pablo Escobar en sus escondites redactando sus memorias, algunos ensayos de corte político y sociológico, y editó el libro Pablo Escobar en caricaturas 1983-1991, que, con un tiraje de solo 20 ejemplares para sus amigos, fue una de las grandes excentricidades del capo: es una recopilación de 377 páginas de caricaturas suyas hechas por la prensa de la época, y el título, la firma y la huella digital de Escobar están grabadas en oro de 18 kilates sobre la carátula de cuero café. En 2005, uno de estos ejemplares se subastó en nternet con un precio base de 60.000 dólares.

Pero antes de trabajar para el cartel, Édgar Escobar fue libretista de telenovelas en RCN y del programa de Todelar La ley contra el hampa, que convertía los crímenes de la época en vibrantes radionovelas policiacas. Usaba gabardinas negras en el caluroso Medellín de los años ochenta, no fumaba ni bebía. Se dice que llegó a la pornografía gracias a que conoció durante una comida en un hotel de Medellín a un extranjero llamado Alexei Cherniakof, que trabajaba con la productora South Star Productions y que había viajado desde Los Ángeles para hacer una película porno. El hombre le pidió algo imposible: conseguir varias mujeres dispuestas a grabar una película al día siguiente, pero Edgar lo sorprendió y se convirtieron en socios.

En los créditos de algunas películas de su productora, Trópico Producciones, como El jardín del amor, Cuerpos de fuego, Aroma de sexo y Juegos ardientes –esta última vendió 7.000 copias en videocasete sólo en Colombia−, Alexei aparece como el director y Édgar como el guionista.

En el artículo El tío Pablo y el escribidor, publicado en la revista Semana (20 de agosto de 1990), se afirma que Édgar camufló sus actividades con el cartel “a través de dos empresas destinadas al negocio de la pornografía. La primera es Trópico Producciones, un estudio donde se filman videos de cine rojo protagonizados por jóvenes de ambos sexos, entre los 16 y 25 años. La otra es la editorial E.E. Ediciones, que se montó para imprimir los comunicados de Los Extraditables, pero se camufló a través de una serie de revistas también especializadas en pornografía. Una de ellas es Póker, dedicada a los homosexuales. Muchos de los jóvenes que han aparecido en la revista han sido asesinados. Las últimas publicaciones son la revista Cuerpos, una fotonovela pornográfica, y el directorio sexual de Colombia”.

Estas revistas fueron la primera forma accesible de pornografía de los colombianos. Si no se lograba conseguir un ejemplar de Playboy u otra revista extranjera, Cuerpos cumplía todas las fantasías. Su formato pequeño la convertía en un objeto discreto que cabía en cualquier bolsillo del pantalón, y sus portadas eran casi siempre fotos de parejas colombianas que, en el interior, iban acompañadas por pequeños versos algo cursis, como “mis muslos te anhelan, te llaman, te urgen para cabalgar sobre tu piel embravecida como mar”.

En estas fotos estaba el gran secreto del éxito de la revista: hay imágenes de parejas teniendo sexo, pero también hay de mujeres y hombres solos. Es decir, era una publicación para todo el mundo, hombres, mujeres y homosexuales, al contrario de Sueca, que solo tenía fotos de mujeres y un contenido tan superficial que lo único interesante para leer eran los clasificados más excéntricos que alguien pueda imaginar. Esto no pasaba en Cuerpos, que tenía secciones de consultas sexuales que eran respondidas por un médico de forma profesional y clara, clasificados –“quisiera conocer travesti bien hermoso para realizar fantasías sexuales. Debe ser persona sana y no dedicada a la prostitución”−, cuentos, chistes, publicidad contra el sida, testimonios –“entonces agarré mi mondá y se la puse en la boca de su sexo. Le eché saliva y la fui metiendo, mientras ella chillaba como una loba”−, sopas de letras para buscar frases como “tu ano me contrae, tu vagina me satisface, tus labios maman sin temor” y una página en la que se publica una foto enviada por los lectores. En los primeros números Édgar aparecía con foto y nombre completo en la página editorial, pero con el paso del tiempo –cuando avanzaban sus relaciones con el cartel− aparecía sólo con su segundo nombre, Roberto, y los artículos los firmaba con el pseudónimo de Roberto Denicolas.

Una persona que trabajó con Édgar detrás de cámaras entre 1980 y 1984 afirma que el cartel de Medellín no tuvo nada que ver en la financiación de sus producciones. Pero sí reconoce que Édgar y Nelson Cardeño −su socio en Trópico Producciones, asesinado en 2006− hacían las labores de prensa del cartel, y muy seguramente con eso grabaron cerca de 170 películas. Tenían una cámara de video 3⁄4 −una de las mejores de la época y con las que se grabaron los primeros videoclips en el país−, un mexicano era el encargado del sonido y les enseñaba a los actores a pronunciar los diálogos en inglés o a doblar para facilitar la sincronización con el audio en inglés y vender así las películas en Estados Unidos y Europa.

En un fin de semana se grababan máximo dos películas en fincas y mansiones que les alquilaban o les prestaban. En una ocasión grabaron una orgía entre 14 parejas, y el gran mito que existe en Medellín es que varios cantantes, modelos, actores y gerentes de importantes empresas participaron en ellas en su juventud.

En el proceso de edición se hacían tres o cuatro versiones de cada película según los requerimientos del cliente, una sin penetraciones en primer plano y las otras iban subiendo de tono gradualmente. En la revista Cuerpos dice que algunas de las películas habían sido censuradas en Chile y superado récords de ventas en Los Ángeles, Nueva York, Miami, Londres y Hamburgo. El precio por título para comprarlas por correo era de 6.600 pesos, en videocasetes de beta o VHS.

Por cada película, Édgar sacaba una novela en su propia editorial, E.E. Ediciones. La alucinación de los cuerpos es una de ellas, y cuenta la historia de Miguel, un hombre que fue adoptado cuando pequeño y que sintió desde siempre una gran atracción sexual por Dina, su hermana. Se separaron desde los catorce años porque ella se enamoró de un tipo –con el que se vuelve a encontrar por una casualidad inverosímil casi al final de la historia− sin escrúpulos que la sometía a extenuantes orgías con sus amigos. Cansada de esa situación huye a España, pero años después sus papás mueren en un trágico accidente automovilístico y ella vuelve a Colombia y se reencuentra con Miguel, con el que se va un fin de semana a una finca en el municipio de Santa Fe de Antioquia, donde tienen breves encontrones sexuales a la orilla de la piscina con frases tan desafortunadas como “su maravillosa verga estirada como una espada poderosa que busca guerras imposibles”; “¡métemelo hasta el fondo!... ¡Por favor, mááás, mááás!”; “cada uno en verdad desea tener más manos, más lenguas, más sexos, para poseerse completamente una y un millón de veces y repetirlo hasta la muerte”; “miembro de acero surcado por una vena, erecto como nunca había visto alguno y vibrante con la mejor promesa sexual. El espectáculo de un bello taladro humano”.

E.E. Ediciones también tiene libros de bolsillo con temas tan diversos como el cuidado de los perros, la interpretación de los sueños, aforismos y poemas, hasta cuentos de terror, novelas eróticas, románticas, policiacas y del oeste. En la última página de ellos está incluida una biografía de Édgar en la que dice que es comunicador social, periodista y sociólogo con especialización en comunicación y cultura en España, y que ha sido colaborador de al menos siete revistas femeninas, de las que sólo existen dos en realidad. También dice que ganó cinco premios literarios, pero sólo puede confirmarse un segundo lugar que recibió por la obra de teatro La cometa celeste, en un premio de dramaturgia dado en honor al intelectual antioqueño Ciro Mendía. El jurado dijo que el concurso tuvo una participación limitada, “se aprecia el poco trabajo imaginativo y creativo de los participantes” y “son muy pocas las obras concursantes que cumplieron los requisitos mínimos de la obra teatral dramatúrgica”. La obra de Édgar cuenta la historia de un anciano loco que vive con un canario en un apartamento en el centro de Medellín y que es visitado en navidad por una niña extraña que le regala una cometa azul llena de mensajes para darle esperanzas de vida.

Según la revista Semana del 20 de agosto de 1990, fue capturado el 13 de julio en Medellín en una operación liderada por el entonces comandante de la IV Brigada, el general Harold Bedoya, que ahora, desde su retiro, no recuerda absolutamente nada de ese episodio. Según Gustavo Salazar, uno de los abogados de Pablo Escobar, Édgar fue liberado a los pocos días de su captura por falta de pruebas. Esa captura marcó el final de Trópico Producciones. Nelson Cardeño fundó una nueva productora y se alejó totalmente del porno, y Édgar desapareció para romper con su pasado.

Un exempleado de Trópico Producciones asegura que entre el capo y él no había ningún nexo familiar, pero que sí desempeñó las labores de prensa del cartel. El artículo La semblanza Escobar, del periódico El Tiempo (2 de diciembre de 1993), incluye a Édgar dentro de los familiares que le colaboraron al capo en sus negocios.

Para la elaboración de mi libro, la única comunicación que se recibió de él hablaba al respecto: “Es cierto que soy pionero de la industria del entretenimiento adulto en Latinoamérica, pues fui el primero en producir profesionalmente porno legal [esto es falso, porque como se pudo ver en el capítulo anterior, en Argentina se hacía porno desde principios del siglo XX. comercializado en Estados Unidos y Europa −más de mil escenas en casi veinte años, para cerca de 200 películas realizadas en diferentes países suramericanos; la gran mayoría basadas en mis novelas eróticas, bestsellers con traducción a varios idiomas−. Es cierto que edité, escribí y fotografié cerca de quinientos números de las revistas eróticas colombianas Cuerpos, Póster, Tabú, Póker, Faxx, Jeans, magazines de frecuencia mensual, distribuidos continentalmente por Editorial Televisa de México, y cuya calidad editorial generó la propuesta de Playboy para que fuera su editor general de las ediciones suramericanas. Es cierto que mis columnas de ficción erótica son incluidas en revistas americanas de gran circulación como Hustler y en otras revistas europeas... Pero no es cierto que sea primo de Pablo Escobar, como tampoco soy primo de todos aquellos que puedan llevar mi apellido”.

 

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