Tres monjas electrónicas
25 Marzo 2023

Tres monjas electrónicas

Las Monjas. De izquierda a derecha, Ricardo Arias, Daniel Leguizamón y David Feferbaum.

David Feferbaum, Ricardo Arias y Daniel Leguizamón, músicos de diferentes generaciones, unen esfuerzos en torno a su pasión común: la música electrónica y los sintetizadores analógicos. Su grupo llamado Las Monjas le rinde homenaje a un aviso de prensa de un sintetizador publicado en los años 70.

Por: Eduardo Arias

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La música electrónica, sobre todo la que se realiza con sintetizadores análogos, es un terreno desconocido para la gran mayoría de las personas, por lo general mucho más acostumbradas a los ritmos y a las melodías de la música tonal, sea esta una sinfonía de Mozart o un vallenato. Sin embargo, muchas creaciones realizadas con este tipo de tecnología han estado presentes en películas, series de televisión e incluso en canciones de grupos mundialmente famosos. Un ejemplo es el tema On the run de Pink Floyd que aparece en el mítico álbum The dark side of the Moon, que en estos días cumple 50 años de haber sido publicado.
Este 29 de marzo, en el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo, el público bogotano o personas que estén de paso por la ciudad podrán sumergirse en este aún para muchos misterioso mundo. El concierto estará a cargo de Las Monjas, un trío electrónico integrado por músicos electrónicos colombianos de tres generaciones diferentes. David Feferbaum (1941) , uno de los pioneros en este campo en Colombia; Ricardo Arias (1965), un destacado músico que alterna el jazz con la música electro acústica y Daniel Leguizamón (1979), el más joven de ellos, intérprete, compositor, improvisador y gestor cultural.
El nombre de Las Monjas obedece a un aviso publicitario de los años 70 en el cual se anunciaba que toda monja necesita un sintetizador VCS3.

Anuncio VCS3
El nacimiento de este grupo es bastante curioso. Arias y Leguizamón se conocen desde hace alrededor de 20 años pero, hacia 2017, para ellos David Feferbaum todavía era un personaje como de leyenda.
Y no era para menos. Feferbaum había estudiado música desde niño y entre 1966 y 1970 estuvo en Londres, donde estudió guitarra y se aproximó a la música electrónica. Al regresar al país trajo un prototipo del sintetizador VCS3 (el mismo que usaría Pink Floyd en 1973 en The Dark side of the moon) y montó en su casa un estudio de grabación. En los años 70 compuso varias piezas, entre ellas Estudio en tres partes, que hace parte de la producción discográfica 33 años de música electroacústica en Colombia. También Vida feliz, una pieza en cuatro partes que pertenece a un proyecto que incorpora audio, proyección de imágenes, narrador y actores, y la música incidental de varios documentales.
Feferbaum decidió guardar su estudio y durante 40 años se alejó de la música electrónica para dedicarse a otras iniciativas como gestor cultural. Su sintetizador y sus grabadoras fueron a parar “donde un primo al que le encantaba cacharrear”.
Para Arias y Leguizamón David Feferbaum era una figura de leyenda. Sabían de su participación en el ya citado 33 años de música electroacústica en Colombia y luego, silencio absoluto. Arias reconoce que ni siquiera sabía si estaba vivo. Él recuerda que lo conoció en un evento de música electrónica en el que le dijeron que "ese señor que está allá al fondo es David Feferbaum".
Conversaron para ver si se unían a tocar. Feferbaum desempolvó su VCS3, lo mandó a arreglar porque se había resentido seriamente. “El aparato sentó su protesta radical por el encierro”.
Él dice que trabajar con Arias y Leguizamón ha sido un aprendizaje, pues muchas cosas han cambiado significativamente desde que abandonó su estudio a finales de los años 70. “No sólo muchos aspectos de la tecnología cambiaron sino que el lenguaje mismo es muy diferente. Entonces para mí ha sido un proceso de novedad, de sorpresa y de descubrimiento”.

Cuando ellos ensayan no hay un comienzo formal. Empiezan a manipular sus instrumentos y de pronto descubren que ya están tocando. Ellos señalan que navegan en un mar aleatorio.


Arias recuerda la primera vez que tocaron, en un local de Chapinero llamado Matik Matik, y estaba muy nervioso, lleno de papeles. Él siempre ha estado acostumbrado a tocar sin pensar mucho. “Uno sabe lo que está haciendo y supone o hasta cierto punto que tiene una noción de lo que es instrumento puede hacer y se va adaptando sobre la marcha". Arias agrega que ellos no son los típicos aficionados fanáticos de los sintetizadores análogos modulares. “Tenemos muy poquitos instrumentos. Cada uno tiene dos o tres máximo, no una cantidad enorme de módulos como suelen hacer muchos músicos hoy en día que acumulan un montón de aparatos”.
Feferbaum destaca que la relación entre los tres se ha consolidado como si llevaran 40 años trabajando juntos. Leguizamón anota que en la improvisación colectiva se establecen relaciones y al estar entrenándola se van produciendo estas comuniones. Además los tres, a pesar de las diferencias de edad, tienen un bagaje común que va de vanguardia europea de los 50 hasta hoy. “Somos especialistas en nuestros instrumentos y eso permite una mayor flexibilidad y un diálogo más profundo y se generan acuerdos tácitos”, señala Leguizamón.
Como se trata de un grupo de improvisación, se hace inevitable preguntarles si llegan con un plan preestablecido o se enfrentan a sus instrumentos desde cero para ver qué pasa. Leguizamón señala que es como si sacaran cosas de los bolsillos, lo que cada uno se encontró en el camino. “Entre todos vamos poniendo nuestras ocurrencias”.
Cuando ellos ensayan no hay un comienzo formal. Empiezan a manipular sus instrumentos y de pronto descubren que ya están tocando. Ellos señalan que navegan en un mar aleatorio. “Es una composición en tiempo real”, señala Leguizamón. “Estamos discutiendo, imponiendo, cediendo”. No es un asunto de hacer una melodía y desarrollarla. “Yo pienso en términos distintos, de densidades, de registro”, agrega Arias. “Uno puede responder. Por ejemplo, si tú estás produciendo una frecuencia grave yo puedo responder de muchas formas. Entre otras puedo compensar con una frecuencia aguda”. Pero concuerdan en que no hay una interacción predeterminada sino que todo sucede en el momento.En la medida que hay esa esa libertad, ese libre albedrío, por llamarlo de otra manera, uno ve si uno se suma, si responde, si continúa, si agrega, o sigue por su lado porque puede ser más viable”.

Una característica de los sintetizadores modulares es que es muy difícil reproducir exactamente lo que ya hizo. A veces se logra aproximarse a algo que hizo antes y que quiere repetir, pero los músicos electrónicos por lo general nunca saben qué va a pasar en el concierto.


Hay otra particularidad y es que los instrumentos tienden a sonar de manera similar, entonces muchas veces ellos no saben qué están haciendo, si lo que suena lo está haciendo uno o el otro.
El concierto va a ser un diálogo nuestro a través de los sonidos que estamos proponiendo, esa construcción colectiva de esas sonoridades ese descubrimiento permanente de lo que está pasando y lo que estamos aportando”, dice Leguizamón. “Es fascinante, me parece a mí. En dos segundos todo puede cambiar”. Han tratado en vano de poner ciertas pautas pero la única que cumplen siempre es prender el aparato.Casi todas las sesiones que hemos hecho en vivo son piezas largas en las que siempre hay sonidos. Son como gestos largos”, señala Arias.
La premisa al improvisar es no buscar recrear situaciones anteriores. “Yo una vez tuve un grupo pero al cabo de un tiempo empezamos a tener la sensación de que estábamos tocando siempre lo mismo”, recuerda Arias. “Lo bueno es que estas máquinas tienen cierta flexibilidad, no es lo mismo que un instrumento”.
Una característica de los sintetizadores modulares es que es muy difícil reproducir exactamente lo que ya hizo. A veces se logra aproximarse a algo que hizo antes y que quiere repetir, pero los músicos electrónicos por lo general nunca saben qué va a pasar en el concierto. Conocen la situación general pero no los detalles. "Cuando hay un público pasan otras cosas. Uno como oyente escucha una improvisación y la experimenta de manera distinta a como se escucha ese mismo concierto grabado. Falta algo. Lo que ayuda a conectar con la gente es el hecho de que uno está disfrutando y uno está concentrado", señala Arias. "Eso la gente lo percibe". Otro aspecto que señalan es que en sus anteriores presentaciones, en espacios pequeños, el público estaba familiarizado con ese tipo de ejercicios de improvisación con sonidos electrónicos.  En esta ocasión se van a presentar por primera vez en un espacio grande y en el que el público que asiste está acostumbrado a la música tonal. "Vamos a ver qué pasa".

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