
Luis Díaz contra Rodrigo de Paul.
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Lucho, pana, te llegó la hora
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Luis Díaz vuelve a estar disponible para enfrentar a Argentina en el Monumental y es el principal responsable de devolverle a la Selección Colombia el gozo, el autoestima y la rebeldía.

De todos los futbolistas colombianos que saltarán esta noche al Monumental, solo Luisito Díaz pertenece a la élite. Campeón de Premier League siendo figura y pieza clave del avasallante Liverpool, el extremo guajiro es nuestra única ficha en uno de los cinco mejores clubes del mundo.
Y la élite, para conjurar la esperanza contra la campeona del mundo en su casa, debe pesar. Es responsabilidad de Luisito, en su condición de elegido, contagiar a los demás: subirles el ánimo y devolverles el gozo; convencerlos de nuevo de que por la sangre les corre fútbol alegre y desparpajado. Insumiso, valiente e impredecible. Fútbol feliz. Como el derroche pirotécnico de Lucho cada martes y domingo en Inglaterra que logró que los ingleses tengan bien claro en qué parte del mundo queda Barrancas.

A falta de Abel, Cuadrado, Radamel Falcao y Santiago Arias -líderes de la Selección Colombia más exitosa en décadas-, Luis Díaz debe trascender su parcela e influir en el espíritu de este equipo agrietado y ensombrecido que hoy no se siente capaz de hacerle gol a nadie. Su alegría y su talento desfasado para burlar rivales tiene que ser contagioso. Es él quien hoy debe enarbolar la bandera de nuestro juego tropical y candente con el que hace menos de un año vimos la Copa América tan de cerca y pusimos al mundo hablar de nuestro invicto histórico.
El problema hoy no es de fútbol, aunque en el papel seamos innegablemente inferiores a la constelación de estrellas de Argentina. El embrollo es espiritual. Necesitamos con urgencia extrema de un líder rebelde y emancipado que nos haga creer que la languidez y la tacañería futbolística de las últimas fechas es reversible. Y que clasificarse al Mundial en la casa de Messi no es una utopía de una selección acomplejada, sino la ambición de un equipo lleno de talento y amor propio que ya no se cree menos que nadie.
Lucho, panita, te llegó la hora.
