Ramón Jesurún.
Crédito: Foto ilustración de José Báez
Lo que la Selección Colombia no deja ver
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La emoción por la Selección Colombia en la Copa América esconde una gran paradoja: si le va bien, los dirigentes corruptos de la Federación Colombiana de Fútbol celebrarán su impunidad.
Por: Alejandro Pino Calad
Al establecimiento del fútbol le gusta la impunidad. Queda claro desde los estatutos de la Fifa que plantean que la organización del fútbol debe ser autónoma y no puede permitir la intervención de los gobiernos en las federaciones locales.
Claro, a veces “intervención” quiere decir que algún gobierno quiere poner a un presidente de federación, cosa que pasa muy seguido en África, pero para la Fifa el término es amplio e incluye investigaciones sobre su negocio; si la justicia de un país husmea algo que huela mal en el manejo del fútbol local y a la Fifa no le gusta, llega un castigo diplomático que es muchísimo más eficiente y ruidoso que cualquier sanción de la Corte Penal Internacional o la ONU: el país queda expulsado del sistema y con eso ni sus clubes pueden participar en torneos continentales como la Libertadores o la Champions, ni –mucho peor– sus selecciones pueden disputar eventos oficiales como la Copa América, las eliminatorias o un Mundial.
Por eso históricamente ningún gobierno se metía con el fútbol y sus dirigentes, porque estos sabían utilizar la carta de su autonomía a placer y en Colombia ningún político se quiso arriesgar nunca a que le echaran la culpa “de que nos quedáramos sin fútbol”.
Por eso, también, las principales investigaciones al fútbol en el país han llegado en tiempos de fracasos deportivos, cuando los hinchas están decepcionados y “caerle al fútbol” no es tan impopular.
Por ejemplo, los señalamientos del entonces ministro de Justicia Rodrigo Lara Bonilla sobre la presencia de narcotraficantes y testaferros en la Dimayor se dieron en 1983, después de que perdiéramos la sede del Mundial de 1986; la detención por lavado de activos y testaferrato de Juan José Bellini, presidente de la Federación Colombiana de Fútbol, se presentó en 1995 tras el fiasco del Mundial del 94 y la ruptura con la hinchada que causó el asesinato de Andrés Escobar. Incluso, para hablar del tema reciente del cartel de reventa de boletería, la investigación se trabajaba en la Superintendencia de Industria y Comercio (SIC) desde 2017, pero nadie se atrevió a hacerla pública hasta después de que la selección fuera eliminada de Rusia 2018.
Los casos recientes de “intervención” del Gobierno en los intereses del fútbol han avanzado gracias al divorcio con la afición que generó la eliminación del Mundial 2022: las investigaciones abiertas en la SIC por posibles cartelizaciones en contratos de jugadoras y jugadores, los señalamientos gubernamentales por el mal manejo del fútbol femenino, la mesa de negociación en la que el Ministerio del Trabajo que obligó a los dirigentes a sentarse a negociar el pliego de peticiones del sindicato de futbolistas, la Comisión de Convivencia en el Fútbol en la que el Ministerio del Interior está tratando de sentar a los dueños de la pelota con actores que ellos no admiten como barristas, periodistas y futbolistas...
Todo esto, que es la mayor acción de un gobierno en la historia de Colombia frente a la eterna autonomía del fútbol, se ha dado gracias a la pésima imagen de los dirigentes, que son los mismos de siempre y hacen las cosas oscuras que han hecho siempre, pero que desde 2022 no han tenido el velo de invisibilidad que les da el éxito deportivo. Bueno, hasta ahora...
Con una selección en crisis es más fácil para el hincha entender y aceptar que el fútbol, su fútbol, su pasión, su principio de identidad (no importa si la marcha es a favor o en contra del gobierno, siempre hay un montón de gente con la camiseta de la selección), está en manos de una cuadrilla de corruptos.
La Copa América: un velo de invisibilidad
El problema para quienes denuncian e investigan a estos personajes es que de cara a la Copa América que arranca el 21 de junio, la Selección Colombia ya no está en crisis: está invicta en la era del técnico Néstor Lorenzo, ha tenido una notable eliminatoria rumbo a la Copa Mundo de 2026 y para muchos es candidata a pelear el título del torneo que se juega este mes en Estados Unidos. El velo de invisibilidad se reactivó.
Con el equipo que representa a la nación ilusionándola, los dirigentes del fútbol colombiano tendrán un mes de vacaciones de la tormenta legal que sus malos actos han desatado. Y esos actos no son de ahora, son de siempre.
Es curioso, pero al hincha hay que recordarle constantemente que la Federación Colombiana de Fútbol le rendía cuentas a Miguel Rodríguez Orejuela en los noventa y a Don Berna a comienzos de este siglo, o que una asamblea de Dimayor en los ochenta era una especie de reunión de capos y testaferros de la mafia, o que el presidente actual de la Federación Colombiana de Fútbol organizó un cartel de reventa de boletería de la selección que maneja y fue sancionado en dos instancias por la SIC y ratificado por el Tribunal Administrativo de Cundinamarca... ¡y sigue en el cargo a pesar de eso!
Buena parte del comportamiento mafioso de la dirigencia actual, que se sabe intocable, ya que coopta fiscales y jueces con invitaciones a partidos y torneos disfrazados de inclusiones en comisiones del fútbol, que manda a callar a los pocos periodistas que los cuestionan, pues el fútbol vende y los derechos de transmisión son un arma poderosa para silenciar cualquier crítica, es un calco del comportamiento de los capos de antes, con los que muchos de los presentes compartieron asambleas en el pasado.
Con el cambio en la Fiscalía General de la Nación se han reactivado algunos casos que en la era Martínez/Barbosa fueron engavetados. Posibles sobornos y el concierto para delinquir en la organización del cartel de reventa de boletería son los fantasmas que asoman por la oficina de Ramón Jesurún. Por este último caso ya fueron condenados César Ronaldo Carreño e Iván Darío Arce Gutiérrez, socios de la empresa TicketShop, con la que ya se comprobó que la federación y Tu Ticket Ya organizaron la reventa de la boletería de la Selección Colombia entre 2015 y 2017, pero extrañamente es el único concierto para delinquir de la historia en el que solo hay una parte.
Es casi que un don de los dirigentes del fútbol: los escándalos de corrupción les pasan de largo como el viento, y ni los despeinan. Para la muestra el caso de la exfiscal Yajaira Cáceres Pacheco, que investigaba la reventa en 2017, y que en este momento está en un proceso judicial acusada de cohecho y falsedad ideológica en documento público tras haber recibido de parte de los dirigentes a los que debía investigar boletas y ayuda para tramitar el FanID sin el que era imposible ingresar a Rusia 2018.
¿Avanzarán las investigaciones que la Fiscalía y la SIC reactivaron si a la Selección Colombia le va bien en la Copa América? Si algo ha mostrado la historia, es que no. Los triunfos de los deportistas que llevan la bandera como camiseta los celebran todos, pero especialmente sus jefes, que saben que se ganan otro periodo de impunidad, pues el fútbol lo tapa todo.