Tan cerca, tan lejos: las maldiciones de la Selección Colombia en Copa América

René Higuita, leyenda del arco colombiano, inmortal también por sus errores.

Crédito: Colprensa

7 Julio 2024 03:07 am

Tan cerca, tan lejos: las maldiciones de la Selección Colombia en Copa América

Siempre pasa algo. Un tornado. Un error inverosímil. La negligencia de unos dirigentes adormecidos. Un baile inédito. Nicolás Samper cuenta, con nostalgia envenenada, las maldiciones que han acechado a la selección cuando ha tenido la copa cerca.

Por: Nicolás Samper

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El “casi”, repetido como un mantra que ha marcado la historia futbolística de la nación; la frase “jugamos como nunca y perdimos como siempre”, sellada en fuego sobre la piel con un herraje de esos que se usan para marcar ganado. Y eso, lo ganado, es lo que poco tenemos en las vitrinas de la Federación Colombiana de Fútbol. 

Siempre en un instante clave hay una suerte de maldición extraña siempre que Colombia está a un paso del triunfo. Salvo esa tarde hermosa bogotana en la que Iván Ramiro Córdoba se elevó por los cielos para ganarle en marca al gigantón Jared Borgetti en 2001, cuando cabeceó la pelota que culminó su viaje dentro de la red del Conejo Pérez -única Copa América que ostentamos-, el resto son sistemáticos parpadeos que han convertido el hambre de triunfo en hambruna de celebraciones. 

1975: siesta dirigencial y un Cholo escapado

Es como si la épica se le hubiera gastado en las fases anteriores y en la final ante Perú llegó con el tanque desocupado. Colombia -cuando el formato era como el de las eliminatorias y no con las selecciones ubicadas en una sede- debió remar mucho para alcanzar el objetivo: gresca en Paraguay y dos penales en contra en el Centenario de Montevideo: sobrevivió a ambos sucesos. 

La ida la ganó Colombia en Bogotá 1-0 y en Lima se perdió 2-0. Como en esa época los desempates no eran por penales ni con goles, se estipuló jugar un tercer partido en cancha neutral. La sede fue Caracas, y Colombia quiso que no se hiciera ese partido a los ocho días, sino que se extendiera el plazo porque necesitaban tener en plena forma física a Willington Ortiz (ausente en las dos finales iniciales) y atravesarse en la intención peruana de repatriar a Hugo Sotil desde España. Sotil, bohemio y compañero de Johan Cruyff en el Barcelona, se había perdido, como Willington, los dos primeros actos de la obra porque los catalanes no se lo permitieron.

La Conmebol, en cabeza de su mandamás Teófilo Salinas, decidió que no habría aplazamiento y que el tercer choque se haría lo más pronto posible. La postura férrea de Salinas tenía una explicación: él había nacido en Perú.

Sotil, por su parte, se le escapó a Rinus Michels, DT del Barcelona, para estar en Venezuela y el riesgo que tomó le trajo todos los beneficios: fue el autor del gol que le dio el trofeo a los incas y de regreso a tierra de Miró… ¡Lo felicitaron a pesar de haberse volado!

1987: Higuita y su primera vez

Colombia pintaba para ser campeón. Sopapos hermosos a Bolivia y Paraguay transportaron a esa selección a semifinales y el partido ante Chile fue dificilísimo. En tiempo extra, Redín marcó un penal a los 106 minutos y ya Colombia soñaba con la final. 

Y acá hay que hacer un aparte para hablar del genial René Higuita, un arquero fantástico que fue capaz de cambiar las reglas del fútbol mundial con su estilo y que habiendo estado en el seleccionado 12 años (desde aquel 1987 hasta su participación en la Copa América de Paraguay en 1999 con interrupciones) apenas cometió tres errores: el recordado con Roger Milla, un tanto en contra al tratar de evitar un gol olímpico de Juninho Paulista en la Copa América 1995 y este, que fue su primera falla: al minuto 106 un tiro de esquina de Jaime Vera se fue alejando del punto penal e Higuita no calculó bien ese efecto. Salió mal y lejos. Detrás de él, Fernando Astengo cabeceó y empató. 

Dos minutos después, Chile armó un ataque que culminó Salgado con dificultad, pateando mordido y sin precisión. Aunque el balón superó a Higuita la pelota iba para afuera, pero con la angustia de perderlo todo, Carlos Mario Hoyos trató de detener la bola pensando que iba rumbo a la red. El lateral le dejó el rebote a Jaime Vera que hizo el 2-1 y nos dejó con el mercado de lágrimas listo. 

1993: el encargado no era yo

Febrero de 2020, estudios de Telecolombia. Víctor Hugo Aristizábal habla y debate sobre fútbol en el programa ESPN Radio (Hoy F90) y en el camerino, con sus compañeros de set, la charla es sobre la Copa América que se va a jugar en junio de ese año en dos países: Colombia y Argentina. Su recuerdo se va a la Copa América 1993 y sobre aquella semifinal frente a los argentinos que se fue a penales. 

Los cobradores estuvieron impecables en ambos lados: Rincón, Asprilla, Alexis Mendoza, Wilson Pérez y Valderrama le marcaron al invencible Goycochea. Gorosito, Batistuta, Simeone, Leo Rodríguez y el Beto Acosta también cumplieron con su tarea y ahí Víctor toma relevancia: se encarga del sexto cobro, un poco por accidente: cuenta que alguien dijo “¿Quién va?” y alguien grita desde el fondo: “¡Va Aristi!” y le tocó ir a cumplir con ese momento, con 22 años. Pateó y Goycochea lo detuvo. Después Jorge Borelli apuntó y le cambió el palo a Óscar Córdoba. Argentina era finalista. Colombia, de nuevo con la medalla de campeón moral.

Pero Aristizábal no era el que seguía en el listado original. ¿A quién le tocaba? No hubo tiempo para saberlo porque era momento de ir al aire y porque un mes después esa historia se perdió en el olvido cuando el mundo empezó a vivir su propio infierno por cuenta de la pandemia del covid-19. Ya no hubo Copa América bipartita. Brasil la realizó un año después ante la imposibilidad de nuestro país en hacerla -un clásico-, debido al estallido social de esos años.

2016: la noche de los tres tornados

El primero surgió a los siete segundos y llevaba como nombre José Fuenzalida: el lateral de la Universidad Católica aprovechó que Frank Fabra, como casi siempre, olvidó cerrar la puerta izquierda de la casa y el centro del chileno hacia el área fue rechazado por Juan Guillermo Cuadrado… ¡Hacia la portería de Ospina! el balón le cayó en los pies a Charles Aránguiz, inesperado benefactor, que simplemente tocó la pelota para el 1-0. 

Tres minutos después el chiflón llegó por la zona derecha cuando Santiago Arias sintió el impacto del ventarrón llamado Alexis Sánchez, que lo tumbó al suelo al ir a pelear un balón aéreo. Sánchez disparó hacia el arco de Ospina y la pelota pegó en la base del palo para devolverse lentamente sobre la línea, donde esperó Fuenzalida para hacer el 2-0. Fue un tornado de tres minutos con categoría F5, el más letal de todos de acuerdo a la escala Fujita que mide estos fenómenos, en plena semifinal.

Con desorden pero con convicción, Colombia recordó que alguna vez le empató a Chile cuando iba 0-3 abajo y la presión sobre el arco de Claudio Bravo parecía insostenible a pesar de ir abajo por dos anotaciones. En el mejor momento de los de José Pékerman terminó la primera etapa.

Los 11 futbolistas colombianos, con sangre en el ojo, se alistaban para salir a jugar el segundo tiempo hasta que un tornado, el tercero, este real y con tormenta eléctrica incluida, se instaló en el Soldier Field de Chicago durante dos horas y media. En la reanudación y ya con los ánimos fríos por cuenta de la espera, la misión fue imposible, más porque Carlos Sánchez fue expulsado a los diez minutos de la segunda etapa.

Sin haber incluido las semifinales de 1995 y 2004, donde fuimos superados sin atenuantes por Uruguay y Argentina, habrá que recurrir a lo que sea en 2024 (La camisa morada de Lorenzo parece ser la cábala más fuerte) para que la suerte vuelva a mostrar su sonrisa, como en 2001, a un país al que, ante el lanzamiento de la moneda del destino, generalmente le cayó siempre en cruz.

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