#Pride2023: Ser gay donde no se puede
2 Julio 2023

#Pride2023: Ser gay donde no se puede

Crédito: Yamith Mariño Díaz

Un pastor cristiano abiertamente gay y una coronel de la policía abiertamente lesbiana cuentan cómo se han enfrentado a los sistemas de las instituciones que representan para cambiar los prejuicios con los que los condenan.

Por: Maria F. Fitzgerald

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El servicio de adoración dominical inicia con un “Buenos días, Iglesia, qué gusto verlos. Qué bendecidos somos de estar aquí en esta casa del Señor que es para todos y para todas”, por parte del pastor Jhon Botía, arriba en el púlpito. Lo rodea una banda de personas jóvenes, hombres y mujeres, que animan la prédica con canciones que veneran a Dios. 

En el cuello, el pastor Botía tiene una estola con los colores del arcoiris. Los mismos que representan la bandera de la comunidad LGTBIQ+. Él es el primer pastor abiertamente homosexual en Colombia, quien además predica en la primera iglesia abiertamente incluyente en el país. 

“No ha sido fácil, e incluso nuestra congregación se vio fuertemente diezmada cuando los dirigentes decidieron apoyar abiertamente a la comunidad LGTBIQ+. Terminamos solo con 30 creyentes asistiendo a nuestros servicios. Hemos sido blanco de ataques, de discriminación, de exclusión, de persecución. Sin embargo, nosotros consideramos que todas las personas deben poder buscar a Dios y que no es excluyente con su orientación sexual”, asegura el pastor. 

Estas palabras son similares a las de la coronel Sandra Mora, quien ha estado en servicio en la Policía desde hace más de 30 años pero quien, desde que ingresó a la institución, ha sido perseguida por ser abiertamente lesbiana. 

En 1999, la coronel Mora denunció que el entonces oficial de la Policía, Mario Gutiérrez Jiménez, la expulsó de la Policía sin justa causa, y en cambio sí motivado por la homofobia: “Decidieron inventar unos cargos que supuestamente me vincularon con el narcotráfico. Crearon pruebas falsas que, al día de hoy, ya fueron refutadas. En cambio, sí lograron que yo tuviera que vivir la peor pesadilla de mi vida, de la que mi familia aún no se recupera”, asegura. 

Ambos pertenecen a instituciones en las que, históricamente, ser gay no ha estado permitido. Ambos han decidido resistir y transformar las instituciones. 

 

Una iglesia para los gays

Para el pastor Jhon Botia, Dios no deja de amar a alguien porque su identidad de género, o su orientación sexual, lo alejen de lo que se ha establecido en lo normativo. Todo lo contrario. En su congregación, la Iglesia Colombiana Metodista, aseguran que Dios es para todos, todas y todes, y que no corresponde a ellos juzgar a los demás. 

Por eso, sus prédicas bendicen abiertamente a la comunidad y, de hecho, respaldan la Ley 272 de 2023, que busca prohibir las terapias de conversión en Colombia. 

De acuerdo con testimonios que han recogido dentro de su misma congregación, varios de sus creyentes acudieron a las terapias de conversión –por voluntad propia o impulsados por sus propias familias–, porque no querían perder la bendición de Dios simplemente por amar a personas de su mismo género, o por no sentirse cómodos con el género que les había sido asignado al nacer. 

“Por eso, para nosotros, no existe esa exclusión. Acá todos pueden venir a buscar de Dios porque estamos seguros de que no es verdad que dejemos de ser amados por él por amar con libertad”, asegura Botía. 

Por supuesto, los impedimentos no han sido pocos. De hecho, todas las otras iglesias de corte católico y cristiano los han excluido de sus redes: “Pero seguiremos. Nuestra congregación aún es pequeña, pero sabemos que ya con todo lo que hemos tenido que enfrentar no va a ser esto lo que nos frene. Las personas que asistimos acá somos, sobre todo, muy valientes”, asegura. 

 

“A pesar de todo, yo sigo amando a la Policía Nacional”

Para la coronel Sandra Mora tampoco ha sido fácil. De hecho, desde que inició la carrera para llegar a cargos más visibles dentro de la institución policial, sus enemigos se multiplicaron: “A mí me investigan hasta el tinto que compro, con eso le digo todo”, asegura. 

Ella, que desde que entró a la institución ha hablado abiertamente de su orientación sexual, llegó a ser expulsada de la Policía en el 99 bajo cargos que demostró que eran falsos. 

Y es que la relación de la Policía con la comunidad LGTBIQ+ no ha sido color de rosa. De acuerdo con la ONG Temblores, unas de las principales víctimas de la brutalidad policial en Colombia son las personas que pertenecen a esta comunidad. Temblores ha documentado que, cuanto más visible sea su identidad –como es el caso de las mujeres trans, los hombres gays y las mujeres lesbianas–, más fácilmente se pueden convertir en víctimas de perfilamientos, abusos, violencia física, sexual y homicida. 

No solo las personas de esta comunidad son perfiladas. El problema se extiende a otras minorías raciales y culturales: “Eso fue algo que empezó a cobrar relevancia cuando llegó el general Óscar Naranjo a la Policía. Fue bajo su administración que yo pude regresar y él me asignó a la dirección de Derechos Humanos. Desde esa época hemos intentado crear cambios profundos dentro de la institución para proteger a los mismos uniformados y a las personas”, asegura la coronel Mora. 

Para ella, el actuar aislado de algunos uniformados no puede seguir hablando en nombre de la institución completa. Por supuesto, entiende que aún hay muchas brechas por superar. Pero, incluso con lo que ha vivido, asegura que vive muy orgullosa de ser policía. 

Ella fue restituida a su cargo y, once años después, el Tribunal Administrativo del Meta ordenó al Estado pagarle todos los salarios que no recibió mientras estuvo suspendida: “Yo llegué a trabajar incluso como mensajera para poder sobrevivir. Todo por causa de la discriminación. Desde que regresé, los insultos no han parado. También ha sido duro. Esto es algo que pesa no solo sobre mí, sino también sobre mis hermanos, a quienes también les dañaron sus carreras. Esto sigue siendo un peso muy grande. Sobre todo, por la homofobia que continúo recibiendo por parte de mis compañeros. Pero acá continuaremos cambiando las cosas hasta que dejen de ser un peso”. 

 

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