El giro a la derecha de Europa: los moderados resisten, los ultras avanzan

Parlamento europeo

Crédito: X: @Europarl_ES

11 Junio 2024

El giro a la derecha de Europa: los moderados resisten, los ultras avanzan

En las elecciones del Parlamento comunitario los populares europeos (centroderecha) obtuvieron el primer lugar y se reforzaron. Los llamados “europeístas” siguieron reteniendo la mayoría, pero su ala progresista se debilitó. En países clave como Francia, Alemania e Italia la ultra derecha triunfó.

Por: Francesco Rodella

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Un continente más situado en la derecha; una ola ultra que avanza. Las elecciones que acaban de celebrarse muestran una Europa sujeta a un auge de los ideales conservadores. Esta tendencia se expresa no solo en partidos tradicionales, sino también en varias formaciones más recientes. Sus planteamientos son muy radicales y tienen influencia incluso en países de mucho peso como Francia y Alemania. En el Parlamento Europeo, que acaba de renovarse por los próximos cinco años, muchas de estas fuerzas políticas tendrán más representación. Con todo, la mayoría de la Cámara quedó en manos de un eje transversal de moderados, definidos como 'europeístas,' pues tienen como prioridad reforzar el proyecto comunitario. Su ala progresista quedó debilitada.

Aunque faltan los resultados definitivos (todavía está en curso el recuento en Irlanda), el escenario post-electoral ya está bien definido. El Partido Popular Europeo (PPE, centroderecha tradicional) se confirmará como grupo parlamentario principal, con 186 diputados, diez más que los de la anterior legislatura (2019-2024), mientras que los socialdemócratas (S&D, centroizquierda) seguirán como segunda fuerza, pero con algunos escaños menos (ahora deberían tener 135). Bajaron, y bastante, los liberales de Renew Europe: de 102 a 79 diputados, resultado que les permitirá mantener la tercera posición. Junto a ellos, los que más salieron debilitados de estas elecciones fueron los Verdes, cuyo número de diputados descendió de 71 a 53.

Por otro lado, subieron ambos grupos de la derecha radical: los Conservadores y Reformistas (ECR) pasaron de 69 a 73 escaños mientras los de Identidad y Democracia (ID) subieron de 49 a 58. A estos, hay que añadir el gran resultado del partido alemán Alternative für Deutschland, expulsado hace unas semanas del grupo de ID después de que su entonces cabeza de lista, Maximilian Krah, no tomara distancia de forma clara de las acciones de las SS de la época nazi: ese partido aumentó su representación en el Parlamento europeo, al pasar de 9 a 15 escaños (mientras que el propio Krah fue apartado de la primera línea de la formación).

Por último, el grupo izquierdista The Left, mantuvo prácticamente intacta su presencia parlamentaria (perdió un diputado y se quedó con 36). Pero la conformación del Parlamento Europeo, de 720 diputados en total, se completará también con unos 85 delegados independientes, quienes actualmente no están inscritos en ninguno de los grupos políticos transnacionales existentes.

Primeras consecuencias

La llamada "Eurocámara" tiene como función principal la de elaborar las leyes de la Unión Europea junto al Consejo de la UE (institución formada por los gobiernos de sus 27 Estados miembros), con el que tiene que negociar cada una de las propuestas. Además, debe confirmar al presidente (o presidenta) de la Comisión Europea, es decir, a la cabeza de la rama ejecutiva comunitaria, y aprobar el presupuesto de la Unión. La transición hacia la nueva legislatura europea se cruzará con situaciones que requieren respuestas muy urgentes: dos guerras que están en las puertas del continente (en Ucrania y en Oriente Medio), una evolución económica fuertemente sujeta al impacto de la instabilidad geopolítica circunstante, un flujo constante de inmigrantes que necesitan asistencia básica y una crisis climática con efectos cada vez más angustiosos. En todas estas cuestiones, la correlación de fuerzas indicada por las urnas dejará su huella. 

Uno de los primeros temas que el Parlamento de la UE tendrá que afrontar será precisamente la elección de la persona al mando de la Comisión. Al respecto, la candidatura que en principio parece tener más posibilidades de éxito es la alemana Ursula Von der Leyen, quien ha ocupado ese cargo entre 2019 y 2024. Eso es así porque los grupos políticos que apoyaron su primera elección (sobre todo populares, socialistas y liberales) mantienen una holgada mayoría parlamentaria (con un margen de unos 40 escaños por encima de los 360 necesarios). Sin embargo, este desenlace aún no es totalmente seguro porque el PPE recibirá presiones para tener en cuenta también a los grupos de la derecha radical, en particular de ECR (dominados por Fratelli d'Italia, el partido de la primera ministra italiana Giorgia Meloni). Es posible que una parte de los conservadores acepten apoyar a Von der Leyen, pero a cambio de que su Comisión incluya a alguno de sus representantes y dibuje una línea política más orientada hacia sus intereses. Tampoco se puede descartar de raíz que, al final, los negociadores opten por favorecer alguna candidatura alternativa.

Temblores en los equilibrios de países clave

Tanto históricamente como en tiempos recientes, el rumbo de Europa ha estado siempre muy marcado por los equilibrios de poder del "eje franco-alemán", al ser Francia y Alemania los países más preponderantes en muchos aspectos. Y esos son justo dos de los lugares donde las elecciones europeas produjeron un impacto mayor.

En Francia, fue clara triunfadora la formación de extrema derecha Rassemblement national, liderada por Marine Le Pen, cuyos eurodiputados pasaron de 18 a 30. Por otro lado, el presidente Emmanuel Macron sufrió un evidente descalabro, ya que su coalición de liberales (inscritos en el grupo europeo Renew Europe) quedó derrotada y obtuvo solo 13 escaños cuando antes tenía 23. Tras estos resultados, el propio Macron se vio obligado a disolver la Asamblea Nacional y convocar elecciones legislativas. Es una decisión sorpresiva y que genera incertidumbre en el país: en caso de nueva derrota, el presidente podría enfrentarse a una situación ingobernable, con un primer ministro y una mayoría parlamentaria hostiles. 

En Alemania ganó el partido tradicional de los conservadores, la CDU, actualmente en la oposición. Pero en segundo lugar quedaron los ultras de AFD. El partido del canciller Olaf Schol, SPD (socialdemócratas), cayó al cuarto lugar, perdiendo dos de sus 16 escaños en la anterior legislatura. También sus aliados de los Verdes sufrieron una dura derrota (pasaron de 25 a 16 escaños). Este resultado debilitó considerablemente la coalición gobernante en la principal locomotora de la Unión Europea.

Francia y Alemania pronto podrían quedar desalineadas en cuanto a sus liderazgos políticos, tras una época de relativa sintonía entre Macron y Scholz (y, antes de él, Angela Merkel). A eso se suma que en la tercera economía de la UE, Italia, salió claramente reforzada la primera ministra Meloni, cuyo partido ganó rotundamente, con casi el 30% de los votos. En resumen: las corrientes de la derecha extrema, con sus discursos políticos donde abundan ideas xenófobas y conservadoras en derechos sociales soplan con gran fuerza en el corazón de Europa. Queda por verse hasta qué punto afectará todo eso al rumbo de la Unión en su conjunto (recuérdese que formaciones de este tipo están fuertes también en otros países, como Holanda y Bélgica).

Ante esta situación, la Península Ibérica representa un poco una excepción. En España, los socialistas del presidente Pedro Sánchez (PSOE) sacaron un buen resultado (el 30% de los votos y 20 diputados) y quedaron a solo cuatro puntos de los rivales populares (quienes se hicieron a 22 escaños). Y en Portugal ganaron con un escaño de margen respecto a la formación de la centroderecha gobernante. Ambos países parecieron resistir, de momento, al embate de las fuerzas ultraconservadoras de los partidos Vox en España y Chega en Portugal.

Allí también, sin embargo, la capacidad de la izquierda de proponer fórmulas de gobernanza sostenibles aparece cada vez más erosionada. Es lo mismo que pasa ya hace tiempo en Francia e Italia, donde las fuerzas progresistas, tras años de fracasos electorales y afectadas por las divisiones internas, buscan desesperadamente una manera de unirse. Es el esfuerzo que les piden muchos de sus votantes, preocupados por el auge de sus adversarios, ahora mismo aparentemente imparable.
 

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