Limpieza social: la cantera de los falsos positivos
1 Julio 2023

Limpieza social: la cantera de los falsos positivos

Omaira Montoya habló en la audiencia de Dabeiba en nombre de los habitantes de calle.

Crédito: Prensa JEP

Los habitantes de calle fueron las principales víctimas de las ejecuciones extrajudiciales. En el Cementerio de Dabeiba, de los 28 cuerpos encontrados, 17 corresponden a personas sin hogar que deambulaban por los barrios de Medellín. CAMBIO reconstruyó el testimonio de Omaira Montoya, una habitante de calle que vio cuando se llevaron a siete compañeros suyos que nunca volvieron.

Por: Alfredo Molano Jimeno

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Dabeiba, propiamente el Cementerio de Las Mercedes, fue el escenario de la tercera audiencia de reconocimiento de responsabilidad por parte de oficiales y soldados que participaron en las ejecuciones extrajudiciales, mal llamadas falsos positivos. Los testimonios de los uniformados ratificaron lo que el país ya conoce: que no fueron prácticas aisladas ni acciones de “manzanas podridas”, que fueron crímenes masivos, que tuvieron sistematicidad y siguieron un patrón. Los testimonios de los comparecientes dejaron claro que en estas atrocidades participaron soldados, suboficiales y hasta la máxima comandancia del Ejército Nacional. Todos envueltos en un baño de sangre que se desató tras una directiva macabra que planteó la lógica de recompensas a cambio de muertos. Y aunque de esto mucho se ha hablado, la audiencia dejó planteado un tema del que muy poco se conoce: que las víctimas de muchos de los falsos positivos fueron los habitantes de calle, personas sin dolientes, a quien nadie buscaba, algunos de ellos sumidos en la droga y casi todos en el abandono.  

Los casos quedaron a la vista: de los 28  falsos positivos encontrados en el Cementerio de Las Mercedes en Dabeiba, solo 11 cuerpos han podido ser identificados y entregados a sus familiares, los otros 17 serían los restos de personas que habitaban las calles de Medellín y que fueron llevados por soldados mediante engaños con la falsa promesa de que les darían trabajo y alguna remuneración. Ya en Dabeiba eran asesinados y sepultados como NN en el cementerio del pueblo, con la garantía de impunidad de que al ser habitantes de calle nadie los buscaría, nadie denunciaría, nadie reclamaría, simplemente porque quizás nadie los extrañaría.  Incluso, sería más fácil para los uniformados cubrir sus cuerpos con prejuicios y señalamientos. “No estarían recogiendo café”, dijo el expresidente Álvaro Uribe sobre los jóvenes desaparecidos en Soacha y asesinados en el Catatumbo, Dabeiba o Cesar. 

En la audiencia de Dabeiba quedó plasmado un testimonio que da detalles sobre cómo estos habitantes de calle fueron las víctimas perfectas de los falsos positivos. Lo brindó el sargento Jaime Coral Trujillo, quien se reconoció como uno de los ocho máximos responsables de los falsos positivos encontrados en este municipio antioqueño. Coral confesó que ante la presión por resultados y con la ilusión de conseguir un viaje al exterior se contactó con un paramilitar para que le entregara víctimas que podrían ser asesinadas y pasadas como bajas en combate.  “Con un contacto que yo tenía en los paramilitares, con quienes habíamos hecho operaciones en Llano Grande y Llano Gordo, lo llamo y le digo que necesito dar un resultado porque en la brigada estaban haciendo presión, estaba el coronel Amor Páez Jorge amenazando con que nos iban a dar de baja, que al batallón tocaba cambiarlo de allá, amenazando a las patrullas porque no habían dado resultado”, arranca confesando el militar.

Foto JEP

El paramilitar ofreció a una persona que había traído de Medellín y se la entregó esa noche. “Todas estas bajas eran fingidas porque jamás había combates, no eran en los sitios donde uno hacía los informes. Estas bajas se llevaban a un sitio cerca de la antena y se les daba de baja. Es el caso del 16 de diciembre de 2005. Una persona que quedó sin identificar en el Cementerio de Las Mercedes”, cuenta el uniformado, y agrega que posteriormente él y su compañía apropian la técnica paramilitar, y entrenan a soldados para que fueran a Medellín a los barrios del centro para recoger habitantes de calle, que luego eran asesinados, disfrazados de guerrilleros y “legalizados” como bajas en combate.
“Una vez me llama el coronel Giraldo y me pide resultados. Yo le digo que uno da resultados, pero nunca recibe ningún premio y me dijo: esta vez sí le vamos a dar. Me dice: Sinaí (refiriéndose a una asignación en el Batallón Colombia en Egipto) no se puede, pero sí puedo un viaje al exterior a estudiar un curso de desarrollo profesional para suboficiales. Reúno a los soldados, yo los entreno, les digo que vamos a dar resultados y les pido que hagamos aportes de dinero para mandar a los soldados que iban a traer a la gente. (…) Yo los entreno y les digo cómo era la manera para que se acercaran a estas personas que eran vulnerables de la calle. Arenas viene a Medellín, le damos la plata, y con otros dos soldados se traen tres personas. Se desplazan hasta Dabeiba, allá se suben a unos mototaxis en dirección hacia los Naranjos, y por ese sector los esperamos”, narra el militar, quien añade que ahí los hacen ir al batallón, los asesinan a sangre fría, les plantan armamento, legalizan la operación y  los entierran como NN en el cementerio de Dabeiba.

Tras la intervención del sargento Coral declararon dos representantes de las organizaciones de habitantes de calle, quienes narraron las violencias a las que son sometidas las personas que deambulan en los barrios de la capital de Antioquia. Una de ellas fue Omaira Estella Montoya, quien pasó 40 años en las aceras de Medellín consumiendo bazuco. Llegó a la calle a los 9 años huyendo de la violencia que se vivía en su casa. Por décadas sobrevivió robando, manejando “plazas” de drogas y prostitución de mujeres y niñas. El bazuco la llevó a tocar fondo. Llegó a pesar 34 kilos y a pasar semanas encerrada en un cuarto “soplando bazuco”. En esas calles vio un día cómo se llevaron a varios conocidos suyos, ofreciéndoles “un trabajo” del que nunca volvieron.

“A mi hijo no lo volví a ver, de muchos compañeros nunca supe nada. Porque cuando a algún habitante de calle lo matan uno se entera, pero de los desaparecidos ni idea. Una vez, cuando yo estaba en Centro Día, unos compañeros me dicen: ‘guerrera, vinieron unos señores y nos dijeron que nos iban a dar trabajo en una finca, que venían mañana para llevarnos, nos dieron platica, nos dijeron que estuviéramos limpiecitos’. Estaban contentos, dijeron que iban a  trabajar mucho, a conseguir platica y a salir de la calle para volver a sus casas. Esa información empezó a correr entre los habitantes de calle, incluso oí algunos decir que no iban a consumir esa noche para al otro día estar plenos para el trabajo. La bomba se regó por todo el centro”, cuenta Omaira, quien hoy es creyente y trabaja en la red de calle para ayudar a otras personas a salir de la droga. 

“Al otro día, los vi salir temprano para la cita, y yo los oía por allá llamando a los compañeros para que se metieran en una jaula. Yo no entendía eso para qué era. Luego vi cuando se iban. Vi a los muchachos, algunos casi colgando en la parte de atrás de la jaula. Y se fueron. No los volví a ver nunca. Eran como siete u ocho muchachos, y nunca más los volvimos a ver. Pero uno en la calle no se entera de noticias, y si alguien desaparece pues uno piensa: de pronto volvió a su casa, dejó la droga o quizá está preso o lo mataron por cualquier cosa, porque nosotros los habitantes de calle somos víctimas de tanta violencia, de intolerancia, nos persiguen todos los grupos armados, hasta de sectas satánicas y de limpieza social. Que alguien desaparezca no es nada raro”, concluye su narración Omaira. 

De estos habitantes de calle que un día se subieron en la jaula nadie sabe, no hay quien los reclame ni los identifique. Por eso, las mujeres buscadoras de Medellín, las madres de La Candelaría que ya han encontrado a sus familiares víctimas de falsos positivos, han asumido la tarea de buscar a las familias de estos 17 NN. La propuesta de Omaira es que en las sanciones con sentido reparador, los militares que participaron de la desaparición de sus compañeros de calle tengan como castigo buscar a las familias de estas personas para pedirles perdón y entregarles los cuerpos. 
 

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