Daniel Samper Pizano
18 Mayo 2025 03:05 am

Daniel Samper Pizano

AGUA Y ACEITE

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El 13 de mayo murió en Montevideo el expresidente uruguayo José Mujica. Al día siguiente un extenso cortejo fúnebre acompañó sus restos hasta el minifundio y la modesta casa donde vivían don Pepe y su mujer, Lucía Topolansky, ambos revolucionarios (“por el favor de mi Dios”, habría agregado Violeta Parra). La tumba quedó bajo una enorme secuoya donde hace siete años también halló paz y vida eterna Manuela, la perra de tres patas de los Mujica.

En este rincón campesino los uruguayos del futuro podrán hallar los huesos de un hombre que fue gobernante popular y ejemplo de ética. Quizás lo acompañarán entonces los restos de Lucía. Ellos habitaron durante años esa mínima finca donde, a media hora de la ciudad, cultivaban hortalizas, tomaban mate y cuidaban de su viejo Volkswagen escarabajo 1987. 

Seguido de miles de personas y un aplauso atronador el miércoles desfiló el féretro por las calles de esta curiosa ciudad que vio nacer a varios de los más influyentes escritores y ensayistas de América y donde el mejor sitio para comer es la plaza de mercado. 

No llegó don Pepe a su última residencia en carroza, como dijeron algunos desinformados, sino en la humilde cureña de un cañón, como los soldados que mueren por la patria. Formaban parte de la hilera miles de escolares, de trabajadores y de ciudadanos pobres, sus principales inspiradores. No faltaron políticos e intelectuales llegados de medio mundo encabezados por el brasileño Luis Ignacio Lula Da Silva, su mejor amigo internacional. No vi en cambio a Luis Suárez, el futbolista uruguayo suspendido como jugador por los directivos de la FIFA en 2014, a los cuales el presidente Mujica descalificó con legítimo lenguaje de hincha: “Manga de viejitos hijos de puta”.

La biografía de Mujica, sus errores y sus aciertos, su filosofía austera y humanitaria, llena los noticieros en los últimos días. Un ejemplo de vida. Un hombre coherente y sencillo. Un santo laico. Un arcángel ateo. 

Y mientras “el presidente más pobre del mundo” quedaba bajo un árbol, lejos de allí el presidente más rico del mundo mostraba la peor perversión del poder: la codicia. Donald Trump se reunió con gobernantes sirios a los que hasta hace poco calificaba de terroristas y no tuvo inconveniente en aceptar un regalito procedente del emirato de Catar. 

Se trata de un jet 747 valorado en 400 millones de dólares que podría convertirse en el Air Force One, el avión presidencial gringo. Terminado su periodo, Trump querría llevarse la nave a su garaje o su club.

Es difícil entender qué idea de la dignidad tiene un mandatario dispuesto a aceptar obsequios de una nación que, según declaró en 2017, “históricamente ha sido fundadora del terrorismo a alto nivel”. Entusiasmado con el obsequio, Trump puso en marcha su equipo de asesores legales alcahuetas, cuya opinión es favorable a la recepción del 747. 

El expresidente Eduardo Santos (1938-1942) advertía sobre el peligro de los hombres de negocios que ingresan al gobierno. Trump es un caso extremo que lo demuestra. Rendido ante el dinero, admirador de multimillonarios y experto en esquivar las leyes, ha tomado medidas que favorecen los negocios de su cuate Elon Musk, el imbécil más rico el mundo. 

Vale la pena ver la máquina de hacer plata que ha montado la familia a la sombra del Estado. Hace un mes la Organización Trump firmó un contrato con el gobierno catarí para ceder su marca de campos de golf a cambio de acciones. Lo del avioncito es solo una ñapa. Resulta apenas lógico que surjan sospechas y se planteen denuncias.

La voracidad de los Trump no tiene límite. Para ellos la ganancia es la medida de todas las cosas. Entre los emprendimientos de estos rubios muchachos figuran hoteles y canchas de golf en los países árabes. Cuando papá Donald planteó la posibilidad de convertir ese colosal cementerio que es la franja de Gaza en sitio de diversión para los ricos del mundo no ensayaba un mal chiste sino que lanzaba un proyecto de desarrollo.

Otro tesoro que manejan los Trump son las criptomonedas. Al llegar Donald a la Casa Blanca, emitió unas normas que multiplicaron sus depósitos en estos recursos fantasmagóricos. Todo va ligado a la presidencia. Los mayores compradores de $Trumpcoins tienen derecho a un tour por las oficinas y alcobas de la presidencia y rematar en una cena con el jefe del Estado.

El amor de los Trump por la plata exige un Sigmund Freud. Próximamente Donald Jr. abrirá un club social en Washington que permitirá a hombres de negocios y altos funcionarios fraternizar y acordar esquemas de utilidades que no se les ocurrirían ni a los patihinchados de la Unidad de Gestión del Riesgo de Desastres, la tristemente célebre UNGRD. 

El derecho de acceso costará medio millón de dólares. Pero cuidado: probablemente echarán bola negra a los inmigrantes.

El 13 de mayo

El pasado martes se cumplió un histórico aniversario. No diré por ahora cuál. Solo indicaré las fechas de unos 13 de mayo que NO alcanzan a tener dimensión trascendental. Hablo de cuando ardieron decenas de obras de arte en Madrid (1674)... de cuando Estados Unidos declaró la guerra a México (1846)... de cuando la Virgen de Fátima se apareció a tres pastorcitos (1917)... del nacimiento de Tirofijo (1930)... de la capitulación del Afrika Korp de Hitler (1943)... de cuando el papa santificó a dos pastorcitos de Fátima (2017)... del atentado contra Juan Pablo II (1981)... y de los fallecimientos de Gary Cooper (1961), el profesor Ignacio Barraquer (1965), Rafael Escalona (2009)... la actriz Doris Day (2019) y José Mujica (2025)...

Todas son efemérides importantes. Pero solo la semana entrante recordaré la principal. 

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