Daniel Samper Ospina
23 Abril 2023

Daniel Samper Ospina

ANOTHER DAY IN CIRCOMBIA

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Para medir lo que somos como país, me dispongo a hacer un pequeño recuento de hechos reales que sucedieron esta semana: 

Paloma Valencia promovió en sus redes sociales un diplomado dirigido a las nuevas generaciones para que no olviden el legado de Álvaro Uribe: llevará —supongo yo— un módulo de derechos humanos dictado por el general Rito Alejo del Río, otro de negociación sanitaria con la profesora Yidis Medina y uno más de anatomía urológica para estudiar el caso de los tres huevitos.

Andrés Pastrana redactó una carta a Joe Biden a la espera de que el presidente de Estados Unidos convocara de emergencia a su gabinete, al director del FBI y a los expresidentes de los dos partidos, para estudiar con ellos una respuesta.

Verónica Alcocer irrumpió en el Congreso la noche del martes, en plena discusión de la reforma a la salud, cuyo trámite depende de un expresentador de televisión, Agmeth Escaf. El ministro del Interior justificó la exótica presencia de la primera dama diciendo que la habían invitado por cortesía: 

—¿Ajá, qué hacej, Vero? —la llamó Agmeth Escaf.
—Estaba viendo la hija de Ana de Nadie, compadre.
—¿Y ya salió mi propaganda?
—Ñoñis…
—Ej que con unoj amigoj queremoj tener una cortesía e invitarte al Congreso.
—¡Qué lindo gesto, siempre había querido conocer! 
—Ej en la comisión séptima.
—¿Comisión? ¡Entonces aviso a los amigos catalanes, no jodaaa!

Hablamos de una reforma de la salud que se hundió y resucitó casi tantas veces como Iván Mordisco, el cabecilla de las disidencias de las FARC cuya muerte había presentado Iván Duque como uno de los más grandes logros de su gobierno: ¿cuál otro muerto va a resucitar por estos días? ¿Alias Guacho? ¿Germán Vargas Lleras? ¡Cuidadito, Chiquito Malo! 

De la reforma a la salud, además, trascendió un artículo que incluye en el sistema a yerbateros, abuelos y sobanderos, con lo cual las citas en el Indio Amazónico serán más rápidas y San José Gregorio Hernández terminará operando con el Adres.

La congresista Karina Ospina presentó una insólita ley a través de la cual se sancionan los cachos de pareja, asunto que, de entrada, no contará con el apoyo de la bancada de Cambio Radical, adepta a Álex Char. Tampoco con el de Nicolás Petro.

Y por si faltaran noticias dignas de comentario, Gustavo Petro pasó su cumpleaños en Estados Unidos donde, según extra de la cadena NBC, llegó puntual a la cita con Joe Biden (gracias a que Laurita Sarabia le adelantó el reloj cuatro horas) y planteó a los gringos cambiar el odio por amor, las acciones climáticas por deuda (y encimarles, de ñapa, a Gustavo Bolívar). 

Los detalles más importantes del encuentro no han trascendido y son los que obtuvo esta columna para el “reporte Samper”.

En el momento en que la comisión colombiana llegó a la Casa Blanca, Biden llevaba ya media hora saludando personas imaginarias.

El canciller Leyva fue el encargado de romper el hielo y comentó al mandatario gringo anécdotas propias de la generación a la que ambos pertenecen: cuando bailaban al son del gramófono; cuando atravesaron a pie el estrecho de Bering; cuando inventaron la agricultura.
 
En determinado momento Roy Barreras se acercó a Biden para regalarle su nuevo libro y declararse “bidinista de los de toda una vida, su alteza”. La propia Laurita Sarabia tomó de la mano a Petro, que estaba tímido, y lo animó a que le sacara los regalos que le habían comprado en El Balay:

—This is a ruana, this is a vuelting sombrer y this is guaro… para que (¿cómo se dice banderas rojas, Laurita?) para que las red flags se alcen de nuevo…

Acto seguido Biden tomó la palabra y habló por cerca de media hora. El traductor —que se agazapaba en una mesita detrás de él— le tradujo a Petro con una única frase:

—El presidente Biden le pide que combatan la droga.
—Dígale que ya hay una ley para prohibir los cachos… No sé si de marihuana, pero es un inicio.
—También le dice que, comprendiendo la tradición de su país, si quiere hacer cabecitas o tocar guitarra, es momento de hacerlo.

Petro le explicó que no, que no es una tradición del país, sino de Iván Duque (que además, contrario a lo que pensaban en la Casa Blanca, no era Iván Mordisco).

—Iván Bite es other —puntilló Petro, y en seguida pidió a Biden recursos para cambiar la deuda por acciones climáticas (climatic auctions, le dijo), un nuevo crédito para iniciar la construcción del tren elevado de Buenaventura a Barranquilla y zapatos o ropita que ya no se pusiera.

Pero Biden en ese momento se cayó de la silla, como lo hiciera aquella vez en que subía las escaleras de su avión, o esa otra vez en que montaba en bicicleta, o ese otro día en que, jugando mímica con unos amigos, le salió “Marta Lucía Ramírez”. En la caída se luxó el tobillo y terminaron hablando nuevamente de la salud. 

Biden le preguntó por “your Obama care”, como dijo en sus palabras.

Petro entonces le explicó que gracias a la gestión conciliadora de la ministra Corcho —the council minister Cork— el Congreso aprobará una ley de salud revolucionara y le ofreció al propio Biden incluir en ella los servicios de un sobandero gratis para él, para deshinchar el tobillo, creciente como la inflación colombiana.

Luego pidió que le arrimaran un mapamundi y, mientras señalaba cada país con un esfero, fue continente por continente ofreciendo su diagnóstico y tirando línea sobre lo que se debería hacer. Después ofreció los servicios del satélite espacial colombiano con el cual el gobierno humano se propone colonizar otros planetas.

La reunión terminó abruptamente cuando un secretario de Biden apareció con la carta de Andrés Pastrana en la mano y la delegación nacional fue echada a empujones mientras el propio Biden, los generales del Pentágono y los principales miembros de su gabinete llamaban por teléfono al expresidente colombiano para ofrecerle excusas.

Pero en ese momento Pastrana no pudo atender la llamada porque se encontraba tomando el diplomado para recoger el legado de Uribe, en especial el módulo de Instrucciones para Bailar el Aserejé, que debería dictar doña Verónica. 

Es simplemente otro día en Colombia, como diría Petro. Another day en Circombia, diría Biden. O la ministra Cork.


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