Daniel Coronell
5 Noviembre 2023 03:11 am

Daniel Coronell

ELN: SIN ESPERANZA

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Hay pocas razones para conservar el optimismo frente al proceso de paz con el Ejército de Liberación Nacional, ELN. La última guerrilla que queda en Colombia parece no querer un acuerdo de paz. Al igual que las Farc de la época del Caguán, el ELN de hoy solo busca una pausa para fortalecerse y seguir en lo que han hecho por años. Este nuevo intento de paz va a morir por la persistencia en los secuestros, la negación a entregar las armas como resultado final de un eventual acuerdo y la prolongación infinita de una conversación sin resultados.

El secuestro de Luis Manuel Díaz, padre del futbolista Luis Díaz, está sacando a flote las endebles bases de un proceso donde los negociadores de la guerrilla no están negociando nada y varios de sus bloques, entre ellos el llamado Frente de Guerra Norte, no acatan las órdenes del llamado Comando Central.

Antonio García y Pablo Beltrán se volvieron viejos repitiendo las mismas consignas que no han llevado a ninguna parte. Seis gobiernos han hablado con ellos sin lograr progreso alguno. El ELN quiere ganar en la mesa lo que jamás pudo conquistar con las armas y quedarse con sus 5.000 fusiles –como lo reitera Beltrán cada que se lo preguntan– porque su devolución “no garantiza el cese del armamentismo en Colombia”.

¿Alguien sensato piensa que una guerrilla puede firmar la paz y seguir armada? 

Esa pretensión hace impracticable cualquier acuerdo de paz. Unos meses atrás el periodista Juan Diego Quesada de El País, le preguntó a Pablo Beltrán sobre lo que quería decir el ELN cuando hablaba de un “desarme no tradicional”. La respuesta consistió en que conservarán las armas hasta cuando lo consideren necesario como un elemento defensivo. Añadió que ellos solo tenían 5.000 fusiles y que por lo tanto esperaban que se “desescalaran” los 500.000 que están en manos del Ejército y la Policía. Es decir que el ELN propone la eliminación de las Fuerzas Armadas de Colombia para firmar la paz.

También es imposible que dentro de un cese al fuego declarado continúen los secuestros. Pablo Beltrán lo había anunciado. Cuando socarronamente afirmó que “no se harán retenciones si no son necesarias”, estaba diciendo que continuarán los secuestros a voluntad de ellos. 

¿Qué clase de cese al fuego es aquel en el que el Estado detiene las acciones ofensivas pero el ELN sí puede seguir secuestrando?

Detrás del barniz retórico está la mala fe con la que ha actuado el ELN. Ahora justifican el secuestro del señor Díaz –que no es el único– en las “misiones económicas” que debe cumplir el Frente de Guerra Norte.

El gobierno debe interpretar las señales que está recibiendo y reorientar este diálogo, gravemente afectado en su legitimidad. Nunca es sano pensar con el deseo en estos procesos. La voluntad de una de las partes no es suficiente. El antecedente más claro se dio con el fallido proceso de las Farc en el Caguán. La burla de esa guerrilla a la voluntad de paz del país desembocó en una nueva fase de violencia y en el ascenso electoral de la extrema derecha.

El ELN también tiene la obligación de demostrar su voluntad de paz. Esos procesos frecuentemente pasan por fases en las que la capacidad política de un gobierno depende de los gestos de su contraparte en la negociación. Si la guerrilla sigue indiferente al rechazo de grandes sectores, pronto el diálogo no solamente será inviable sino que empezará a ser visto como la causa de los más grandes problemas del país. En esos momentos crecen las opciones extremas.

Los señores García y Beltrán deberían tomarse un tiempo para ver que existe una realidad diferente a la carreta que ellos llevan contándose el uno al otro por tantas décadas.
 

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