Daniel Samper Ospina
5 Marzo 2023

Daniel Samper Ospina

NERÚ, SALVE A PETRO

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Alcanzó a clasificar como escándalo el fichaje del célebre bailarín Nerú, por módicos siete milloncitos y pico mensuales, para promover la salud física y mental de la Casa de Nariño, según reza en su contrato. El nombramiento produjo movimientos telúricos, casi pélvicos, en las redes sociales, pero me permito partir una lanza en su defensa ahora que atravesamos una semana cuyas noticias, que transcribo a continuación, miden con exactitud lo que somos como país: 

Sale del gabinete el ministro de Educación por culpa de la reforma de salud; queda encargado el ministro Zorro, que, dicho como suena, parece una forma de referirse al ministro Prada, y no al maestro Ignacio Zorro, de quien su propia antecesora sugiere que es el profesor de piano de las hijas del presidente: ¿a qué presidente se le ocurre nombrar como ministro al profesor de piano de sus hijas, con lo difícil que es conseguir profesores de piano?  ¿Qué harán ahora las niñas? ¿Tomar clases de canto con Concha Baracaldo, al fin libre y desempleada? 

La ministra de Deportes se queja de que prescindieron de sus servicios como en el chiste de “quieto Martínez” (“Todos los que tengan la mamá viva den un paso al frente: ¡quieto, Martínez!”) y afirmó en una emisora que estaba en la fila de los ministros, cuando un edecán le dijo: “doctora: usted no puede pasar porque usted ya no es ministra”. La ministra de Cultura se queja de algo semejante: “me llamaron tres minutos antes del consejo de ministros a decirme”.  Y ambas cosas suceden la misma semana en que el Gobierno anuncia una reforma laboral para dar dignidad a los trabajadores.

La congresista Susana Boreal, que no se llama Susana Boreal, sino Susana Gómez, afirma que fuma marihuana porque sufre de autismo y explica que es poliamorosa para defenderse de una acusación según la cual no le pagaba salario a sus colaboradores, pero sí a su novio: salario de ocho millones de pesos, más que Nerú. Si tiene la costumbre de contratar novios con el dinero de nuestros impuestos, no resulta buena noticia para las finanzas del Estado que sea poliamorosa.   

Nombran en la embajada de República Dominicana a un exmiembro del M-19; taxistas convocan paro en un lugar llamado Papi quiero piña; Robledo y Fajardo anuncian su unión en rueda de prensa, como si se tratara de una patada al tablero; resucita Vargas Lleras; indígenas secuestran a más de setenta miembros del Esmad; Petro se enfrasca en una pelea por Twitter con Nayib Bukele en la cual, para ganarla, termina defendiendo tres décadas de la institucionalidad que tanto criticó. Iván Duque publica sus Obras selectas: 2.376 paginitas con lo mejor de su conocimiento, cinco tomos del pensamiento de Iván Duque con relatos en primera persona de su encuentro con Emilio Butragueño, poemas de amor a su mujer con versos que riman con la palabra fomi.  Supone uno que al menos dos de los volúmenes son de recetas. Y que la obra será llevada a Netflix por Dago García.

Y por si esta breve antología de disparates no fuera suficiente, la noticia de la semana no había sucedido todavía: el presidente publica un comunicado en que pide a la Fiscalía investigar a su hermano y a su hijo Nicolás (y no al Otro Nicolás).  La exesposa de él, que no solo ventila revelaciones pestilentes sino que se llama Day, demuestra con chats que el delfín humano hacía tratos con el Turco Hilsaca y Santander López Sierra, alias Hombre Marlboro (que, ahora, como financiador de la izquierda, debería llamarse el Hombre Mustang), y señala con pruebas la forma en que el Suso el Paspi Humano recibía y ocultaba maletas repletas de efectivo. Las bodegas petristas promueven la narrativa de que se trata de una mujer dolida porque fue engañada por su marido, con lo cual el episodio político parece una historia digna de otra serie de Netflix o, al menos, una anécdota de Susana Boreal, cargada de cachos y de poliamor. El Otro Nicolás, mientras tanto, pide en un trino que no lo confundan con su hermano: “Quiero aclarar a la opinión pública que en el comunicado hoy hecho por mi papá, no se refiere a mi, si no a mi hermano Nicolás Petro”, dice en términos literales.

Mientras esto sucede, Caracol informa que el hermano del presidente sostuvo una reunión en un restaurante de Medellín con, comillas, “18 personas que llegaron al lugar fuertemente armadas, con pelucas y gafas”, con lo cual no sabe uno si el hermano está tomando del pelo, literalmente, o haciéndose el de las gafas, literalmente, o si alguna de las pelucas era para el propio hermano de Petro cuya alopecia, a juzgar por la forma en que se peina, lo mortifica: ¿por qué llegaron disfrazados? ¿No despertaban más sospechas de esa manera?

No exagero una sola palabra: todos son hechos que transcribo de forma literal. Apenas los acomodo en esta columna para volver a Nerú, el escándalo menor, que es de quien quiero hablar. 

Yo comprendo que la política despierta pasiones profundas, semejantes a la de Nicolás y Day o a las de Susana Boreal y su novio —o novios—; que quienes antes se indignaban con la Ñeñepolítica piden prudencia frente a la llamada Nicopolítica, y viceversa; que, según el sesgo ideológico, los Rodríguez Orejuela eran peores —o mejores— que el Hombre Marlboro y los dos Nicolases son mejores —o peores— que Tom y Jerry, o Jerry y Tomi (como lo escribía el propio Iván Duque para poder rimar con fomi).

Pero permítanme recalcar la importancia que adquiere para el futuro de la patria el bailarín y coreógrafo Nerú, en quien reposa, hoy en día, la salud mental de Palacio; y déjenme hacer un llamado para que, sin diferencias políticas de por medio, lo rodeemos: dadas las circunstancias, ¿no es el señor Nerú la contratación más importante del Gobierno, por encima del mismo ministro Zorro? ¿No necesita el país, más que nunca, la presencia de este célebre exhomosexual en el salón de los Gobelinos, temprano en la mañana, para dirigir a una Laura Sarabia en licra, a un Gustavo Petro en balaca y sudadera, y ponerlos a sudar la gota gorda de una forma distinta a como lo han hecho esta semana? 

Ante semejante manicomio surrealista, la presencia de Nerú es la última garantía de equilibrio para que el presidente deponga el Twitter, soporte lo que se viene y se siga enamorando de sí mismo embelesado frente al espejo, pero al ritmo de una canción de zumba. Y para que detrás de él, en bloques organizados por filas, sus funcionarios de confianza lo sigan: un Danilo Rueda en trusa apretada, pero sin las gafas de madera, para que no se le empañen; un Alfonso Prada en pantaloneta, ombliguera y con calentadoras para que expulse, si no las tensiones de la semana, al menos a los diez personajes que hizo nombrar el primer vástago de la nación.  
Saquemos, pues, a Nerú de cualquier agravio. Defendamos su presencia como primer avance hacia la unidad. Y quien no lo considere de ese modo, que dé un paso al costado. Quieto, Martínez.
 

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