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La deforestación en la Amazonia, la principal causa de la sequía en Bogotá
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Guillermo Rivera, embajador de Colombia en Brasil, en artículo para CAMBIO, llama la atención sobre la estrecha relación que existe entre la falta de agua en Bogotá y la deforestación de la Amazonia. "Por cada árbol derribado en la selva amazónica menos gotas de lluvia caen en el páramo de Chingaza, lugar desde donde se provee agua a la capital de la república", dice.
Por: Guillermo Rivera
En Colombia decimos coloquialmente “si por allá llueve por acá no escampa” cuando queremos referirnos a un problema que se extiende a distintos lugares. En esta época deberíamos decir lo contrario: “si por allá no llueve por acá tampoco”. Eso es justamente lo que esta pasando en gran parte del territorio nacional y en otros países de Suramérica.
Una de las víctimas de la sequía por la que atravesamos en la región es nuestra capital que viene enfrentando un racionamiento de agua desde el semestre anterior y que enfrentará uno más severo por el agravamiento del fenómeno. Frente a los problemas se suele tener una mirada cortoplacista, y Bogotá no parece ser la excepción porque solo se habla de la conveniencia de las medidas tomadas y de la búsqueda de nuevas fuentes de aprovisionamiento de agua. Sin embargo, una de las principales causas estructurales del problema brilla por su ausencia en las deliberaciones públicas y geográficamente no está ni en la sabana de Bogotá ni en las montañas que la rodean. Se encuentra a miles de kilómetros al sur de la jurisdicción del Distrito Capital y es la deforestación de la selva amazónica. Por cada árbol derribado en dicha selva se está disminuyendo la evaporación de la humedad que sale de la selva hacia el aire y que contribuye a empujar los flujos de vapor que vienen desde el océano Atlántico en el oriente con destino a la cordillera de los Andes. Para decirlo en otras palabras: por cada árbol derribado en la selva amazónica menos gotas de lluvia caen en el páramo de Chingaza, lugar desde donde se provee agua a la capital de la república.
El Gobierno nacional está haciendo un gran esfuerzo para combatir la deforestación en la Amazonia y los últimos reportes son alentadores. No obstante, llamo la atención de los ciudadanos de Bogotá para invitarlos a adquirir una conciencia amazónica. La sociedad bogotana debería ser pionera, en el conjunto de la sociedad colombiana, en la generación de expresiones colectivas que promuevan la protección de la selva amazónica. Bogotá es no solamente el centro político del país, es también el centro empresarial y es la ciudad en donde vive el mayor numero de ciudadanos. Una conciencia amazónica desde Bogotá podría contagiar a todo el país. Sería muy interesante que los dirigentes gremiales, empresariales y sindicales se juntaran alrededor de este propósito.
La prosa de Gabriel García Márquez nos hizo sentir orgullosos de ser un país caribeño; nuestra historia andina y el hecho mismo de que la mayoría de la población viva en los Andes o entre sus cordilleras nos convirtió en un país andino; y aunque la pobreza pulula en el litoral pacífico, nuestra tercera ciudad en población se encuentra allá y algunos sectores sociales y empresariales ya comprenden que el pacífico puede ser el mar del futuro. En cambio, casi nadie tiene conciencia de lo que significa que Colombia sea el tercer país con el mayor número de kilómetros cuadrados de selva amazónica. Para las mayorías de ciudadanos la Amazonia es un territorio lejano e inhóspito en el que se mezclan todos los factores generadores del conflicto armado y al que ven con distancia porque sus problemas no los afectan directamente. El racionamiento de agua en Bogotá es la primera prueba de que lo que ocurra en la Amazonia nos afecta a todos. Quizás este problema que enfrenta Bogotá, y la crisis climática en general, nos conduzcan a entender que la conservación de esa selva es determinante para la vida de las generaciones presentes y mucho más de aquellas por venir.